sábado, 13 de octubre de 2012

Temor al hombre

Acabo de leer esta frase: “El “temor al hombre” es un enemigo cruel e incapacitador, y la Biblia con frecuencia advierte contra él a sus lectores.”
He buscado una definición de temor y leo lo siguiente: “Sentimiento de inquietud y miedo que provoca la necesidad de huir ante alguna persona o cosa, evitarla o rechazarla por considerarla peligrosa o perjudicial.”
En el caso que nos ocupa, estaríamos enfocando la definición al caso concreto de “sentimiento o inquietud que provoca la necesidad de huir ante alguna persona por considerarla peligrosa o perjudicial”.
Encuentro que el temor en general es un instinto común a todos: “Tengo miedo a…”, o, “de repente sentí miedo”, o una frase más conocida, la respuesta de Adam en la que menciona, por primera vez, este sentimiento: “Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí.” ¡Mmm! Aunque me tienta comentar esta respuesta, no voy a desviarme del asunto sobre el que ahora quiero escribir, pero me da pie a decir que el temor surge como una reacción de defensa ante algo que ocurre que nos sorprende por ser inusual y nos pone en alerta para saber cómo reaccionar, de manera que condiciona nuestra conducta, aunque también encuentro que hay grados, desde una simple timidez hasta el pánico desatado y, entre medias, el miedo y el terror.
En ocasiones asociamos el temor al sentido común. Estoy pensando ahora en los bebés, los niños en sus primeros pasos no tienen miedo de nada y argumentamos: “todavía no entienden”, porque cuando entiendan, veremos que tendrán miedo a cosas que deben rechazar o evitar para su propio progreso, para su avance, sin caer en riesgos innecesarios que le van a producir dolor, o una regañina por parte de sus padres o cuidadores.

Vemos también a través de la historia que siempre ha habido alguien que se ha aprovechado del temor infundido por poder, violencia, represión física, etc., para ejercer dominio sobre los demás. Demasiadas veces… Esto me acerca de nuevo a la advertencia bíblica que mencionaba al principio… Llegaremos a ella, porque antes quiero darle otra vuelta a la investigación del ¿por qué?

jueves, 4 de octubre de 2012

CONDUCTAS

Es impresionante la cadena de noticias que generan los juicios que se están celebrando en este país a causa de la corrupción. Son tan numerosos que nos hemos acostumbrado, y lo peor, nos hemos insensibilizado y pasamos de puntillas por la noticia porque, nos hemos aburrido de hacer comentarios que, en nuestro pobre conocimiento popular, sospechamos acertados pero que, si los analizásemos fríamente, llegaríamos a la conclusión de que sí, la conciencia del hombre está cauterizada de tal forma que ya no se miden los riesgos, ni las consecuencias de robar, mentir, engañar, porque, finalmente “no pasa nada”.
Hoy he leído: “No te impacientes a causa de los malhechores, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad, porque como la hierba pronto se secan y se marchitan como el pasto verde.” (Salmo 37:1-2).
¿Envidia?, pensé. Claro, normalmente se tiene envidia de los que “viven bien” (aparentemente) porque tienen cosas, las lucen delante de los demás, a veces hasta son famosos del mundo (de la farándula o del mundo a secas). Producen envidia en la gente que lo pasa realmente mal. No solo porque tengan cosas, sino porque cuando los detienen y les acusan de haberse apropiado de lo ajeno, casi siempre de muchos miles de euros, usando esos euros robados u otros que ya tenían, se pagan unos abogados que cobran mucho dinero y que los sacan a los “dos días” de las manos que se suponen que les tienen que administrar justicia y se asoman a nuestras pantallas televisivas con una gran sonrisa asegurando que son totalmente inocentes mientras no se demuestre lo contrario. Producen también envidia porque, curiosamente, nunca devuelven lo presuntamente robado, aunque se trate de cantidades que no sabemos ni manejar, ni valorar, por lo excesivas.

Ante estas escenas que ya se están convirtiendo en cotidianas, el pueblo llano, asustado porque no comprende tamañas atrocidades, exclama resignado: “¡No existe justicia en el mundo!” El salmista vuelve a insistir al respecto: “No te alteres con motivo de los que prosperan en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira y abandona el enojo; de ninguna manera te apasiones por hacer lo malo.” ¿Por qué nos dice Dios esto? Es fácil que viendo lo que vemos, alguno pueda angustiarse ante lo duro de su situación y decida hacer algún “pequeño robo” (principio de “grandes”), viendo la prosperidad del que nosotros (y Dios), consideramos malvado. Si a ellos no les “pasa nada”, podemos argumentar, por qué me va a pasar a mí, si además “sólo” he robado para comer.