lunes, 4 de enero de 2016

Incertidumbres

mundo bomba
Hemos empezado el nuevo año y en lugar del optimismo y la euforia que se percibía en años anteriores, este año siento como que empezamos con muchas incertidumbres. Es como si cuanto más se avanza en modernidad, conocimiento, adelantos técnicos, experiencia, etc., más se perdiese en seguridad.
Si hablamos de la actualidad política y nos centramos en este país, todo son incógnitas: ¿se formará gobierno? ¿llegarán los grupos políticos a algún tipo de pacto/acuerdo? ¿habrá elecciones de nuevo? ¿habrá elecciones de nuevo en Cataluña? ¿de dónde sale tanto dinero para tener elecciones cada dos por tres? ¿quién paga tanta campaña política?
Oigo muchas respuestas pero no salimos de la incertidumbre. Lo bueno es que se ha llegado a esta situación gracias a los derechos, pero parece como si las fórmulas que tenemos para organizarnos se empeñasen en llevarnos a callejones sin salida, bueno, con una salida, la de repetir todo de nuevo y entonces me surge la misma duda: y si volvemos a votar y se dan los mismos resultados, ¿qué se hace? ¿se vuelve a re-votar?
Pero ampliemos el objetivo y veamos qué perspectivas encontramos en el plano internacional: guerra, terror, fundamentalismos religiosos, Irán, Arabia Saudí, Siria, Israel, Palestina, refugiados, ríos de personas huyendo de todo esto y buscando refugio… ¿en qué va a desencadenar todo esto?
Incertidumbres a todos los niveles. Muchas cosas se arreglarían si no fuésemos tan egoístas y avariciosos, si las naciones se volviesen más generosas, si los líderes políticos dejasen a un lado sus ambiciones de poder y de todo tipo, si las personas mirasen al prójimo con ojos solidarios. No se vislumbra esperanza. Solo hay unos días para esto y ya han pasado: el corazón se ablanda un poco por Navidad pero ahora, la nueva etiqueta que brilla dice: “cuesta de enero” y, nuevamente, volvemos la mirada hacia nosotros mismos, primero yo, mi YO y sus circunstancias, egoístas circunstancias casi siempre y la conciencia se endurece por mucho que vivamos las guerras, los muertos, los ahogados, los perseguidos… en directo televisivo. Más de 60 millones de desplazados forzosos que hay en el mundo, por la guerra, la violencia o la persecución se han convertido en cifras para las estadísticas. Dicen que no nos movemos ya por nada a menos que nos afecte directamente, como si nos hubiésemos hastiado de todo, hasta de ayudar o reivindicar. Conciencias, corazones, mentes endurecidas. “A todo se acostumbra uno”. Escribo esto y me acuerdo del libro de Eclesiastés, parece que estoy en esa línea, “no hay nada nuevo debajo del sol”. Lo nuevo se ha quedado viejo. El hombre ha despreciado a Dios, ha desviado su vista para el YO, mi actualidad, mi día a día, mis problemas y mis soluciones, yo soy mi propio dios y no me interesa para nada el mensajero. ¿Jesucristo? Un buen líder… de su época. No somos conscientes que mucha gente repite frases que Jesucristo dijo como si se tratase de “dichos del pueblo” y una de ellas habla de amar al prójimo como a uno mismo. ¿Qué ‘poder’ especial se necesita para llegar a eso? El suyo. No hay otra forma. Él es el único que puede cambiar la conciencia, el corazón y la mente de las personas. El mensaje de Salvación de Jesús transforma vidas, regenera. Pero, como anunciaba Juan el evangelista, aquella luz que venía a este mundo fue rechazado por los habitantes del mismo porque aquellos habitantes amaron más las tinieblas que la luz. La luz saca a relucir los defectos, las mentiras, las vilezas, el orgullo, la avaricia, los deseos, la injusticia flagrante de cada día y eso no interesa. Top secret. Confidencial. Hay muchas personas implicadas. No toquéis nada.
¿Solución? Matemos al mensajero, matemos al enviado, matemos al Hijo, matemos a Dios y nos quitamos un “problema” de en medio. ¿Nos quitamos un problema o nos metemos en un problema? Solo hay que analizar un poco la historia y ver a qué y a dónde están llegando las naciones que han quitado a Dios de sus leyes, de sus gobiernos y de sus planes de futuro. Solo analicemos y comparemos los resultados. Están ahí. Son evidencias. Son la historia. Al final nosotros archivaremos esos datos para acumular las cifras de las estadísticas y poco más. El interés ajeno se ha convertido en un número de estadística. ¿Y a quién le interesan las estadísticas? Si se trata del prójimo, a nadie.

¡Que Dios nos bendiga en este nuevo año!