lunes, 18 de julio de 2016

La iniciativa y la prudencia

confianza“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la iniciativa y la prudencia, y serán vida para tu alma y gracia para tu cuello.” (Proverbios 3:21-22)

“…guarda la ley y el consejo…” se lee en la versión Reina-Valera del 60 que coincide con la versión más antigua de 1909.
“…conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción”, leo en la Nueva Versión Internacional.
“aprende a tomar buenas decisiones y piensa bien lo que haces.”, se traduce en el lenguaje actual

Iniciativa: Proposición o idea que sirve para iniciar alguna cosa. Capacidad para idear, inventar o emprender cosas.
Es curioso como las versiones más recientes de la Biblia parece como si le “quitasen contenido” al texto. La Iniciativa, tal y como la encuentro en el diccionario sugiere algo que sale de la persona ‘proposición’, ‘idea’, ‘capacidad’; el ‘buen juicio’ y la discreción parece que van en la misma línea, salen de nosotros. Sin embargo, en las versiones más antiguas dice: “guarda la ley y el consejo”, ¿la ley y el consejo de quien? Si leo el versículo 1 de este capítulo dice: “…no te olvides de mi ley… guarda mis mandamientos;” ¡Que diferencia! ¿Verdad? Para mí no tienen el mismo valor mis decisiones y mi prudencia que la Ley y los mandamientos (instrucciones) de la Sabiduría que es la protagonista en estos primeros andares del libro de Proverbios.
“¿Sabiduría o insensatez?”, escribía Derek Kidner. En otro comentario leo: “Proverbios es la colección más exquisita del mundo en cuanto a sentido común sano y santificado, y escrito con el propósito de que los jóvenes no tengan que repetir algunos de los vergonzosos errores que sus antecesores han cometido.” (William MacDonald). “Vergonzosos errores…”, de ahí la insistencia para que no perdamos de vista, jóvenes y no jóvenes, estos consejos y guías que nos traerán la bendición de Dios, un privilegio demasiado grande que producen vitalidad interior (“vida para tu alma”), y belleza exterior (“gracia para tu cuello”). ¡Qué hermosa descripción! Puede parecer antiguo, pero es la descripción de la vivencia de la piedad sincera, de la pureza de la relación con el Señor del universo, con nuestro Dios de donde mana toda la sabiduría y el conocimiento. Esta relación íntima y segura nos provee de cosas que parecen increíbles e imaginarias, pero que son una realidad en la vida del creyente de tal modo que la certeza y la seguridad nos llevan de la mano:
“Entonces andarás confiadamente por tu camino, y tu pie no tropezará.” (Pr.3:23). Toda la Biblia insiste en esta promesa; un ejemplo: “En sus manos (se refiere a los ángeles de Dios), te llevarán, de modo que tu pie no tropiece en piedra” (Salmo 91:12). Un paso tras otro paso, firmes, no refiriéndose a accidentes o pruebas de los cuales nadie estamos libres, si refiriéndose a la rectitud y firmeza del destino, a la seguridad de que estamos con el Sabio Rey, el Todopoderoso, el Señor de nuestras vidas. No es lo mismo caminar por la vida con mis pobres argumentos y débiles seguridades, que bajo la protección de la gracia divina, guiados por el Rey, “puestos los ojos en Jesús” (He.12:2), Jesús, “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn.14:6). Si estamos en ese Camino estamos en el de la seguridad, andaremos confiadamente, veamos lo que veamos a nuestro alrededor, si no nos desviamos, si no “picamos” con los cebos que pongan a nuestro alcance para que desviemos la mirada a la meta de la Puerta Celestial y nos expongamos al peligro, llegaremos a la meta gozosos, porque “el que venza será vestido con vestidura blanca; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.” (Ap.3:5).
“Andarás confiadamente por tu camino” El camino del deber es el camino de la seguridad. La compañía del Señor no da esa confianza. Fíjate lo que dice a continuación: “Cuando te acuestes, no tendrás temor; más bien, te acostarás, y tu sueño será dulce. No tendrás temor del espanto repentino, ni de la ruina de los impíos, cuando llegue, porque Jehová será tu confianza y Él guardará tu pie de caer en la trampa.” (vs.24-26). No es lo mismo vivir enfrentando sólo cada día con lo que pueda traer que con la certeza de que Dios está de mi parte (Romanos 8:31). La intervención divina siempre está ahí, aunque nosotros muchas veces creamos que no. Gracias a Dios pocas veces he perdido el sueño, casi siempre por la ansiedad de tener que enfrentarme a un problema que después Dios me demostró no era tal. El no poder dormir es un problema no saludable. El hombre sabio puede esperar un sueño dulce y reparador, no así el que tiene mala conciencia. Preguntadles a las personas cuánto dinero se gastan en medicinas para poder dormir, muchas veces porque están preocupadas por las cosas de la vida. Claro, se están enfrentando solos al futuro, al mañana, a lo que va a suceder, a la inseguridad, a la muerte… Terapias de relajación, toda una industria pensada para ayudarnos a dormir, es la consecuencia de querer vivir la vida solos, sin Dios.
El escritor del proverbio describe una escena de la que nadie estamos libres: “espanto repentino”, una situación que produce auténtico temor, pánico, porque está describiendo la destrucción de los hombres que, en el lado opuesto, no siguen a Dios ni obedecen sus mandamientos: lo contrario a la piedad es la impiedad y eso es lo que anuncia: “cuando llegue la ruina de los impíos; más tarde, más temprano, el hombre tendrá que dar cuenta de lo que ha sembrado y recoger el fruto, fruto amargo que tendrá que tragar; por el contrario, el sabio fiel puede tener confianza en Su Dios protector, “será tu confianza, guardará tu pie de caer…”.

lunes, 4 de julio de 2016

No me averguenzo

nadie te arrebatará de Mi mano
Hace unos días leí esto en la hoja del calendario de La Buena Semilla:
Aprovechar la ocasión
En una consulta, el médico me hacía preguntas sobre mi forma de ver el futuro. Ese día le dije sencillamente que era cristiana y que mi confianza estaba en Dios. Esas palabras provocaron un efecto que nunca imaginé. Desde hacía tiempo, el Señor Jesús había despertado su corazón y su conciencia a la fe, de modo que al final fue él quien me animó.
¡Esta experiencia fue toda una lección para mí! A veces somos complicados e incluso tenemos vergüenza de dar testimonio de nuestra fe. Esperamos grandes ocasiones, preparamos argumentos, deseamos tanto que llegue el momento oportuno... y ese momento nunca llega, pues simplemente no supimos discernirlo.
Creyentes, quizá tengamos la mala tendencia a fijarnos solo en nosotros mismos, incluso en cuanto a nuestro testimonio cristiano. ¿No nos ha sucedido, para vergüenza nuestra, que después de haber sido negligentes para hablar de nuestra fe a una persona, nos tranquilizamos diciéndonos que tal vez habrá otra ocasión? Para un cristiano, dar testimonio de su vida con Dios debería ser algo natural y primordial. Mostrar mediante nuestros actos, palabras y comportamiento en la vida cotidiana que Jesús es nuestro Maestro, que es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, es el privilegio y la responsabilidad de aquellos que dicen ser cristianos. ¡No nos avergoncemos del Evangelio! Estemos siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 Pedro 3:15).”
Creo que ya he comentado esto en otras ocasiones, es una lucha continua para aprender a aprovechar las ocasiones de testimonio, como dice en el texto “de decir sencillamente”, de no avergonzarse que “mi confianza está en Dios”. Porque mi problema, y a lo mejor el de mucha gente, es que cuando queremos hablar de nuestra “religión”, de lo que creemos, de lo que decimos “vivir diariamente” (vivir a Cristo ¡nada menos!), dejo de hablar ‘sencillamente’, con naturalidad para pasar a un tono más serio, tenso, no natural, ¿forzado?... Como dice Rebecca Manley, una escritora que admiro por lo natural que es hablando de estas cosas que nos preocupan a tantos creyentes, dice hablando de sus propias problemas: “Me importaba más cómo me veía la gente que cómo me veía Dios.” O como podemos leer en el texto: “A veces somos complicados e incluso tenemos vergüenza de dar testimonio de nuestra fe”. Rebecca sigue diciendo: “No podía hablar de Dios de una manera natural… pensaba que necesitaba sonar “espiritual” y en vez de escuchar, me entraba el pánico porque no podía recordar ningún versículo. Me sudaban las manos. Miraba de un lado a otro, esperando que nadie estuviera escuchando. Cambiaba el tono de voz y empezaba a hablar “religiosamente”… Yo no tenía una visión del mundo cristiana e integral: había metido a Dios en el cajón de “lo religioso”, separado de la “vida normal”… Luego todo cambió.” Qué bueno ¿no? ¡Hay razones para la esperanza!, siempre parece surgir la esperanza en todo lo que escribo. Las experiencias que Rebecca fue viviendo la hicieron cambiar. Yo creo que Dios permite que vivamos esas experiencias para mejorar esa faceta de nuestra vida que tanto nos preocupa a algunos. En el caso de Rebecca su vida cambio cuando escuchó contar su experiencia a una amiga atea que se hizo cristiana. Lo que más le impactó a esta amiga fue comprobar que Rebecca también cometía errores, que a pesar de ser cristiana no era perfecta y que era lo suficientemente sencilla y humilde como para reconocerlo. A propósito de esto Rebecca escribió: “Siempre había pensado que debía ocultar mis dudas y problemas, creía que si ella me conocía de verdad no se convertiría. Sin embargo, cuanto más real y transparente fui (incluso con mis debilidades) más real fue Jesucristo para ella… no estoy disculpando el pecado. Dios nos llama a la pureza moral y a la integridad. No estoy sugiriendo que compartamos nuestras debilidades como si ser auténtico fuera un concurso de “a ver quien ha hecho el pecado más gordo”. El pecado no es lo que Dios quiere de la humanidad, sino obediencia y una confesión humilde cuando fallamos. Nuestra meta debe ser buscar el equilibrio entre la obediencia absoluta y la necesidad también de ser vulnerables.” (Del libro “Cómo hablar de Jesús sin sonar religioso” de Rebecca Manley Pippert, Publicaciones Andamio).
Como leemos, creamos “miedos” que generan barreras absurdas que impiden que nos portemos con naturalidad de nuestro día a día con el Señor. Al igual que se hacen celebraciones de ‘orgullo’ por la tendencia sexual que tienen algunas personas, nosotros debería celebrar diariamente nuestro orgullo de ser hijos de Dios, creyentes evangélicos, protestantes, cristianos. Porque lo curioso es que todos esos miedos desaparecen cuando conseguimos hablar sencillamente, con naturalidad, sin complicarnos, sin “sonar religiosos”; nos complicamos, como comenta la hoja de la Buena Semilla, buscando grandes ocasiones, nos ponemos tensos (y hablo por mí), analizando el momento oportuno para decir el texto o la palabra adecuada… y ese momento ¡es verdad!, nunca llega, porque con tanta ansiedad y tanto nervio, al final no vemos ‘el hueco’, pasa el momento y luego nos lamentamos de “no haber aprovechado la oportunidad”.
Mi deseo es lo que se expresa en ese artículo: “Para un cristiano, dar testimonio de su vida con Dios debería ser algo natural y primordial.” Hay una frase que me mandaron por WhatsApp que la he tomado casi como una norma para mi vida: “Alimenta tu Fe y tus miedos morirán de hambre”. En eso estoy, en alimentar mi pequeña Fe para que crezca al mismo tiempo que mis miedos se debiliten y así pueda servir con mi vida y mis palabras para la gloria de Dios. Amén.