viernes, 30 de diciembre de 2016

Ya es historia

libre del pecado
Estoy escribiendo el penúltimo día de este año que ya es historia... En Octubre he escrito el artículo "Matar la Verdad" en el que comentaba lo popular que es la mentira en el "reino" del "príncipe de la mentira". Hoy, cuando estamos a punto de finalizar otro retazo de la historia, contemplo otro artículo publicado en el País el 16 de Octubre de este año en el suplemento "ideas" y escrito por Javier Pérez Andújar con el triste título "La verdad es de mal gusto", que además comienza con la frase "La verdad es algo muy ligero." Es un inicio triste para los que seguimos la Verdad, pero no deja de ser una observación para ponerse alerta incluso con lo que nos llega de la historia, la cual, en muchas ocasiones, nos llega totalmente manipulada (otra vez la mentira campando a sus anchas...). 
Me ha parecido un artículo muy interesante porque hay algunas frases que dan pie al comentario siguiendo nuestra línea de observación de la sociedad actual y a lo que llega el sutil trabajo de Satanás, lento pero seguro.
Por ejemplo: "Se espera de lo escrito que sea cierto; pero eso era antes de que nos volviéramos unos descreídos." ¿Nos hemos vuelto descreídos? ¡Lógico! El bombardeo diario sobre la corrupción de algunos políticos, el descubrimiento de timos, engaños, incluso en personas que salen en las televisiones pidiendo ayuda para sus enfermedades o las de sus familiares, niños incluidos; los escándalos que se destapan en confesiones religiosas de todo tipo, el desengaño que recibimos de una persona de la que pensábamos que era totalmente diferente a como finalmente se descubre que es... ¿cómo no nos vamos a convertir en descreídos? Lo he escrito en otras ocasiones: el hombre, en general, no es fiable, precisamente por el efecto corrosivo que ha efectuado en su corazón el pecado, la separación de Dios y todas las terribles consecuencias: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5); "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9).
De manera ligera, el señor Pérez Andújar menciona una frase de Jesucristo: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Digo de manera ligera porque él está hablando de "la verdad" en general, ("la verdad humana, la verdad de la gente" dice el escritor),  y utiliza la frase de Jesús, del que dice: "el Hijo de Dios y a la vez Dios hecho hombre", algo que es verdad basada en la Biblia, para acompañar el desarrollo de su artículo respecto a la relación entre la verdad y la libertad; llega a decir un poco más adelante: "La verdad es ligera y nos hace libres. Eso es lo que nos enseñaron los dioses a orillas del desierto: que para ser libres no debemos atarnos a las verdades." Como podéis comprobar, no tiene nada que ver con lo que está hablando Jesús en el pasaje dónde encontramos ese texto en donde Jesucristo está hablando de Él. 
Las afirmaciones que Jesús hace sobre la Verdad son tremendas porque afirma que Él es la Verdad (Juan 14:6). ¿A que se refiere? Claramente está diciendo que Él es la Verdad personificada, Él es el Alfa y la Omega, principio y fin (Apocalipsis 22:13), de ahí que en Él tengamos todas las respuestas ciertas y exactas sobre todo lo creado, visible e invisible, sin errores, sin falsedad, así que si buscamos la auténtica Verdad, la encontramos en Jesucristo porque Él "nos ha sido hecho por Dios sabiduría" (1 Corintios 1:30).
Entonces, ¿que quiere decir que al conocer la Verdad, nos hará libres? En primer lugar "conocer" aquí significa tener la experiencia por tanto conocer la Verdad con mayúsculas implica que hemos conocido a Cristo, tenemos comunión con Él y con el Padre, tenemos la revelación divina y directa de la auténtica Verdad: "Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él." (1 Juan 4:15-16). Permanecer en Dios y Dios en nosotros. Así que ¡Gloria a Dios! tenemos acceso directo con la sabiduría de Dios, guiados por Él, enseñados por Él. Cuando el Sabio escribió toda su experiencia de la vida en el libro de Eclesiastés, finalmente llegó a la conclusión: "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre" (Eclesiastés 12:13). Dios es Todo a lo que podemos aspirar que le da sentido y propósito a la vida; Él es Verdad y teniendo comunión con Él tenemos todo el conocimiento necesario para entender por qué estamos aquí, qué nos ha llevado a esta situación y a dónde vamos, con Dios tenemos las respuestas suficientes, por tanto, conociendo eso, somos enteramente libres del príncipe del mundo que solo nos controla con mentiras y engaños, con luces de feria que por delante son muy bonitas y brillantes pero que vistas por detrás descubren parches, apariencias, suciedad y oscuridad. "Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios." (Juan 3:21). El que está con Dios practica la verdad, su vida está en la luz, es visible, no tiene nada que ocultar, tiene una conciencia transparente ¡Eso también nos da libertad! "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad." (Juan 17:17). En la oración intercesora de Jesús al Padre pidiendo por sus discípulos, pidiendo por nosotros, le pide que nos santifique, que nos aparte para la auténtica verdad, y a continuación dice que Su Palabra es Verdad. No hay engaño, no hay mentira, no hay nada que ocultar: el que quiera hallar la verdad y ser verdaderamente libre, tiene que acercarse a Dios y oír lo que Él tiene para nosotros; será la forma de que la esclavitud a la que nos tiene sometidos el pecado y la muerte (aunque lo neguemos o lo ignoremos), sea rota y seamos verdaderamente libres. Ese conocimiento nos dará la perspectiva adecuada de Dios, del mundo e incluso de uno mismo.
¡Que el Señor nos bendiga en este nuevo año que empieza!

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Tiempo de amar

Bendiciones del Altísimo para esta Navidad
Leo en el libro de Eclesiastés: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado... tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar... tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar... tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer..." (Eclesiastés 3:1-2, 4-5b, 7b-8).
Cuando llega la Navidad pienso: "A la Navidad se le ha "asignado" su tiempo" y ha llegado y yo no he escrito nada sobre ello. Pues vamos a ver que escribo que no haya escrito ya en las mismas fechas en años anteriores, porque siento esa repetición de tiempos asignados para cada cosa marcado tercamente por la publicidad de los comercios que aprovechan los "tiempos asignados" para insistir en que para esa fecha tenemos, siempre, que comprar algo. Es como si no pudiésemos disfrutar de cada momento sin comprar... ¡Qué manera de hacer sufrir a los que no pueden comprar, por el crudo hecho de que, sencillamente, no pueden! ¿Lo habrán pensado? Creo que no. Los que buscan vender piensan en los que pueden comprar, no en los que no pueden. Yo lo he comprobado cuando he formado parte de la cifra abusiva del paro. Alguien que quiere vender te llama, muy jovialmente, con mucho entusiasmo comercial, artificial empuje y, de repente, baja la voz, tartamudea, reduce su impulso y su empuje y finalmente con un 'comprendo' se despide muy rápidamente... ¿Que ha pasado? Le he dicho que estoy sin trabajo y cuando estas sin trabajo cambia la imagen que ellos se hacen del comprador potencial, automáticamente te conviertes en un indigente, en alguien que no les vales, y no se puede perder el tiempo con un parado.
A mi siempre me ha gustado el tiempo de Navidad, ya lo he dicho en otras ocasiones, pero comprendo a aquellos que aseguran que no les gusta, a veces porque les recuerda problemas familiares, otras porque están hartos de tanto anuncio y tanta compra y otros, tal vez los menos, porque les parece un tiempo cruel, un tiempo que se emplea para tapar con papel de colores las injusticias, tristeza y pobreza que se esconde en las zonas oscuras de los soportales. Pero ¿acaso la historia que origina la Navidad, no es una historia similar que encierra injusticia, tristeza, pobreza...? ¿O cómo la queremos ver? O tal vez ni la queremos ver, ni nos interesa salir de la maraña en lo que se ha convertido la historia original.
Cuando leemos la historia en la Biblia, y lo hacemos sencillamente, quitando prejuicios, desenmarañándonos de la parafernalia que se vende hoy, es cuando entendemos qué es realmente lo que pasó y qué diferente es de lo que nos cuentan. Fíjate, unos 700 años antes de que naciera Jesús, el profeta Isaías escribió: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel" (Isaías 7:14) (Emanuel significa "Dios con nosotros"). Este anuncio inusitado, sorprendente y milagroso, el que una virgen conciba y de a luz un hijo, se corrobora en la historia de Jesús registrada en los cuatro Evangelios y, más concretamente, en Mateo 1:18-23, se nos relata como José, el futuro marido de María, se entera del cumplimiento de esta profecía por la explicación que le da un ángel. Nosotros, que hemos oído la historia muchas veces, ya no nos sorprendemos de nada, pero imaginaros José que llega al punto de pensar en abandonar a María al ver que está embarazada. No creo que fuese una historia muy fácil para él (no era nada sencillo tampoco para ella), hasta que las huestes celestiales empiezan a tomar protagonismo para ir explicándoles y preparándoles para todo lo que iban a tener el privilegio de vivir.
Así que podemos pensar que el inicio no fue tan tranquilo. Si seguimos el relato en el capítulo 2 de Lucas vemos que la historia todavía se complica más: el César Augusto proclama un edicto para que la gente se registre en un censo en la ciudad donde han nacido y José, ya como esposo de María (Lucas 2:5), se embarca en un duro viaje de unos 115 kms. de distancia, posiblemente a pie, posiblemente llevando a María en algún medio de transporte, un animal, una carreta, y, posiblemente haciendo el viaje en compañía de otros viajeros para protegerse mutuamente de los ladrones, o de los posibles animales salvajes que buscasen a quien atacar para alimentarse; total, de 4 a 6 días de viaje en unas condiciones muy duras. José era del linaje del rey David, de la ciudad de Belén y allí tenía que inscribirse con su esposa para cumplir con la ley del censo promulgado; todo era complicado pero se estaban cumpliendo las profecías que muchos siglos antes se habían pronunciado sobre el Mesías, el Cristo prometido: descendiente de David (Isaías 9:7 con Lucas 1:32-33); nacido en Belén (Miqueas 5:2); nacido de una virgen (Isaías 7:14).