martes, 29 de octubre de 2024

Don't worry!

 Don't worry, be happy! decía la canción, ¡no te preocupes, sé feliz! Sin embargo vivimos en un tiempo en
el que se habla mucho de preocupación, de ansiedad, de temor a cosas... Se hace una encuesta que destaca lo que preocupa a las personas: la carestía de la vivienda, de los alimentos, de la vida; la política, el paro, las guerras tan amenazadoras con esos tambores de guerra nuclear o tercera guerra mundial... La preocupación es fuerte, desestabiliza, deja frustración, nos desconcierta, algunos hasta enferman de preocupación... oímos la expresión: enfermo de ansiedad, de depresión, de tristeza, de pena. Cualquier persona que experimenta algunas de estas enfermedades saben que son situaciones muy difíciles y se puede llegar a estar literalmente enfermo de preocupación.

Hay un texto en la Biblia que ya he mencionado en otras ocasiones pero que me gusta recordar cuando se habla de estos temas porque su escritor Pablo es contundente y por ende es el mismo Dios el que lo inspira. Según las diferentes versiones se utilizan distintos nombres para la preocupación, veamos: "Por nada os inquietéis, sino que sean presentadas vuestras peticiones delante de Dios mediante oración y ruego con acción de gracias." (Filipenses 4:6). "Por nada estéis afanosos..."; "Por nada estéis angustiados..."; "No se preocupen por nada...". El mismo Jesús habla sobre el no preocuparse en el evangelio de Lucas: "...No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida; y el cuerpo, más que el vestido... Porque todas estas cosas las buscan con afán las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas" (Lucas 12:22-23, 30). "Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia inquietud. Le basta a cada día su propio mal... Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:34 y 33). 

La Biblia repite esta constante para los que creen: "¡No os preocupéis!" Pero ¿no se preocupa todo el mundo? Puede, pero el verdadero cristiano, el que ha creído en Jesucristo como su Salvador, Rey y Señor, tiene que dejar de preocuparse porque el siguiente paso que Pablo señala es que en cada situación "sean presentadas vuestras peticiones delante de Dios mediante oración y ruego con acción de gracias." ¡En cada situación tenemos que orar! No hay nada lo bastante pequeño que no le podamos presentar a Dios. Sean del tamaño que sean nuestros obstáculos, todo se lo debemos presentar a Dios a través de la oración. No son necesarias oraciones largas, no es necesario esperar a estar a solas en nuestra habitación o de buscar el culto de oración en la Iglesia. Se trata de esa oración silenciosa en nuestro corazón que reconoce nuestra necesidad de apoyarnos en Su Gracia y Su Fuerza en todo, continuamente relacionándonos con la vida del Hijo de Dios que vive en nosotros. Dios nos dice en Su Palabra que nuestras oraciones pueden cambiar cosas. Insisto, no tienen que ser oraciones largas, sino breves y afectuosas, dichas en cualquier momento del día. En el trabajo, en la calle, conduciendo, en el transporte, como dice la Biblia, podemos orar sin cesar. A Dios le gusta oírnos orar durante el día. "Que sean presentadas vuestras peticiones". Y ahí van incluidas nuestros problemas e intereses, problemas e intereses que cuando surgen debemos atajarlos orando a Aquel que es capaz y competente en nosotros por medio de Su Vida que mora en nuestro interior.

"Con acción de gracias" surge de nuestro corazón sabiendo que Él va a responder de la manera que más nos conviene, aunque nosotros no entendamos a veces esa respuesta que no concuerda con la que teníamos planeada. Conociendo Su carácter por medio de la Biblia, sabemos que la respuesta será apropiada y será hecha conforme a Su Santa y Perfecta Voluntad. No se trata de pedir todo lo que queramos sino lo que necesitemos y siempre buscando Su Voluntad, como oró Jesús cuando estaba en el huerto de Getsemaní: "...hágase tu voluntad."  (Mateo 26:42). Cuando nos apoyamos en Él por medio de esa dependencia interna de fe que es la oración, podemos también dar gracias por la contestación y como consecuencia tendremos paz: Y la paz de Dios, que sobrepasa a todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:7).

Que Dios nos enseñe a recordar que nos invita todos los días a echar nuestras ansiedades sobre Él pero haciéndolo con un corazón de continua acción de gracias.