sábado, 10 de agosto de 2024

La obediencia

Esta semana he leído una frase del pastor Tripp que me ha parecido muy impactante en lo que concierne a los creyentes cristianos y a los no creyentes: “Para el creyente, la obediencia no es algo doloroso, sino un motivo de gozo. Cada acto de obediencia celebra la gracia que lo alienta y capacita.”

Si tú que lees esto no eres un verdadero seguidor de Cristo, un cristiano,  encontrarás difícil entender esto porque habla de gracia: se refiere a la gracia de Dios, ese favor inmerecido que tiene con todos los que una vez hemos sido enemigos de Él y que hoy nos hemos reconciliado gracias a la Obra de Jesús en la cruz por medio de la cual somos perdonados y limpiados de nuestro pecado. La Biblia, la Palabra de Dios dice que somos salvos por Gracia, por medio de la fe, como un regalo de Dios. La Gracia nos sostiene y como dice la frase mencionada arriba nos anima y capacita para obedecer aquellas cosas que le agradan a Dios. Esas cosas suelen estar en frontal oposición con la “corriente” del mundo porque entre ellas se encuentran las instrucciones o estatutos que Dios nos da para que crezcamos espiritualmente de manera que nuestras vidas le den a Él la gloria, el único digno de recibirla. La gente no creyente, a los que la Palabra de Dios llama pecadores, precisamente porque desobedecen o no tienen ningún interés en Dios ni en sus cosas, prefieren tener sus propias reglas que atienden principalmente a sus propios intereses casi siempre egoístas e interesados. Sé que alguien puede decir que esto es muy genérico, que hay personas muy generosas, buenas y cariñosas con los demás, claro que eso es siempre desde “su” perspectiva. La Biblia dice que ante la santidad de Dios, no hay nadie bueno hasta el punto de que nuestras obras son como “trapos de inmundicia” a Su vista. Claro que los pecadores tienden a pensar que son más sabios de lo que realmente son y suelen convencerse muy fácilmente de que sus errores no son tan malos como parecen. Hay una sentencia impactante en la Biblia, en la carta de Pablo a los Romanos que ratifica lo que acabo de escribir: “Profesando ser sabios, se hicieron necios.” El hombre y la mujer que no conocen a Dios ponen a Dios a su altura y se consideran capaces de juzgarle y de opinar como si fuesen más sabios que Él; Dios, simplemente les llama necios. ¿Qué cómo se ha llegado a esto? En su alejamiento de Dios y de Su Palabra, los pecadores tienen un código moral formado por sus deseos en lugar de la ley de Dios que es sabia y perfecta. La Biblia trata de explicarnos con palabras que podamos entender lo que es inexplicable e incomprensible para nuestra capacidad: conocer a Dios. Veamos un ejemplo: “He aquí que las naciones son como una gota de agua que cae de un balde, y son estimadas como una capa de polvo sobre la balanza. Él pesa las islas como si fueran polvo menudo. El Líbano no bastaría para el fuego ni todos sus animales para un holocausto. Todas las naciones son como nada delante de él; son consideradas por él como cosa vana, y como lo que no es. ¿A qué, pues, harán semejante a Dios; o con qué imagen lo compararán?” (Isaías 40:15-18).

Ante estas verdades, los pecadores tienden a rebelarse en vez de someterse porque en su condición su orgullo y amor propio les lleva a no querer someterse a Alguien superior, Alguien que se anuncia como el Creador y Dueño de universo que como tal pone unas normas donde impera la bondad, la generosidad, la misericordia, el amor y el reconocimiento de que somo meras criaturas creadas por Dios, el que como dueño y Señor pedirá cuentas un día de lo que hemos hecho con Su creación y especialmente con Su Hijo al que envió para poder habilitar el Camino que nos lleve a la Reconciliación y a la Adoración de Su Santo Nombre.

Ante este contraste, los salvos por la gracia de Dios reconocemos que es un milagro de Su Gracia que seamos capaces y deseemos obedecerle, nosotros que en su momento hemos estado totalmente en contra de Sus estatutos, algo enteramente normal ya que el hombre natural no puede hacer las cosas que a Dios le agradan porque estas cosas solo se pueden descifrar espiritualmente. Pero el verdadero cristiano vive conforme al Espíritu porque el Espíritu de Dios vive en Él desde el momento en que acepta a Jesucristo como su único y suficiente Salvador.

Dios nos ha dado la bendita capacidad de ser felices y gozarnos profundamente cuando obedecemos a Dios a pesar de que sea Alguien al que no podemos ver ni tocar pero en cambio es Alguien a quien sí podemos escuchar a través de Su Palabra registrada en la Biblia. Es en ella dónde podemos encontrar la razón de nuestro gozo al obedecer a Dios ya que la obediencia celebra la Gracia, cada momento de sumisión a Su Voluntad celebra esta realidad: “Porque el pecado no se enseñoreará de ustedes, ya que no están bajo la ley sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14).

Por tanto es una realidad en el verdadero creyente que mientras obedecemos estamos experimentando las riquezas de la Gracia de Dios hasta el punto de que damos gracias sinceramente cuando nos sometemos a Dios porque sabemos que hemos sido rescatados por la Gracia.

 

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