Muchas de las imágenes las habremos visto, otras, las menos, eran inéditas (al
menos para mí), pero el resultado, en mi caso, siempre es el mismo: asombro. Estoy hablando de unos documentales que estás pasando los jueves en la 2 de TVE sobre la Segunda Guerra Mundial. La promoción reza así: “Apocalipsis – La Segunda Guerra Mundial”. La 2 nos brinda una nueva oportunidad de disfrutar de una serie documental que aborda la contienda desde una óptica diferente, la de quienes la vivieron, con imágenes inéditas filmadas durante el conflicto y coloreadas para ofrecer una visión más cercana.
Disfrutar no disfruté porque el cuerpo, y sobre todo la mente, quedan mal, pero si quedé enganchado a algo casi milagroso: vivir la mayor contienda de la historia del mundo como si de una “retransmisión” se tratase. Son seis capítulos y yo la he encontrado en el segundo día pero llegué a tiempo de vivir sobrecogido las terribles escenas de la guerra en el frente de Rusia, el ataque sorpresa de los japoneses a Pearl Harbor, el inicio de la “Solución final” de los alemanes para los judíos… La información desplegada te permitía ver una panorámica del mapa del mundo de hace poco más de sesenta años: Europa desangrándose entre ella, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, Grecia, Polonia, Dinamarca, Noruega, Yugoslavia, Rusia… Por otro lado Japón entrando en tierras inglesas y chinas y en las bases americanas en el Pacífico, Hong-Kong, Malasia, Singapur, Australia… África no se libró de la terrible contaminación, Egipto, Libia, toda la zona norte de este continente se vio involucrada en ese terrible frenesí… El balance aproximado nos revela en frías cifras unas cotas increíbles de terror: más de 200 ciudades devastadas, 50 países atacados y un saldo de más de 60.000.000 de muertos, diez millones por año de conflicto. Masacre indiscriminada de civiles y militares, personas asesinadas por el sable sangriento del hombre contra el hombre… ¿?
Ya he hablado en otras ocasiones del sentimiento que me asalta cuando veo estos retazos de la historia humana, pero mi capacidad de asombro sigue intacta ante la cruda foto de lo que somos y de lo que hemos sembrado a lo largo de los siglos, desde el inicio de esta triste historia. ¿La maravillosa y buena Creación del Dios de los ejércitos ha degenerado en un monstruo consigo mismo a causa del pecado? Sí, eso es lo que nos enseña la Biblia que ha sucedido y las consecuencias están ahí, para que las recordemos, para que las analicemos, para que las revivamos con terror ¿hasta cuándo Señor?
Sé que no somos nadie para pedirle explicaciones al Dios todopoderoso. Él es Soberano y sus pensamientos y sabiduría están a años luz de los nuestros, pero las dudas me asaltan ante lo incomprensible y… ¡te pido perdón Señor! Pero es que no lo puedo comprender desde mi pequeñez. ¿Cómo responderemos como humanidad cuando estemos presentes ante el Gran Trono Blanco del Juicio Final? ¿Qué podremos alegar? Nada, absolutamente nada porque, desde nuestra pequeña perspectiva podemos medio adivinar que las consecuencias del pecado, de la condición pecaminosa del hombre alejado de Dios, son devastadoras hasta límites insospechados. Sesenta millones de muertos son una pequeña muestra de seis años de vida; a esos hay que sumar… y empezaríamos a repasar la historia del mundo desde las primeras invasiones, imperios, ejércitos, bárbaros, “cristianos” recuperando la Tierra Santa, conquistadores “limpiando” y robando las nuevas civilizaciones del continente americano, guerras civiles, actos terroristas, etc., etc. Muerte, muerte y desolación por todas partes…
Sólo encuentro Vida cuando miro para la Luz que emana de Cristo. No puedo hundirme en las tinieblas generadas por el hombre contra el hombre porque encuentro que ese “valle de muerte” supera mi capacidad de asombro, esta vez sí; por eso trato de simplificar mi cansada mirada en solo dos paisajes: muerte, tinieblas, desolación, dolor… en uno de los lados. Vida, luz, amor, entrega, sentido, propósito… en el lado opuesto. Y una gran sima de separación entre ambos de manera que no puede haber contacto entre dos mundos tan opuestos. Sé que es muy simple, pero, es lo que entiendo que es. Mientras tanto esperamos cielos y tierra nuevos, nuestro corazón clama, como clama la creación: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” (Romanos 8:19-23)