sábado, 21 de julio de 2012

Lecturas de verano

Llevo bastantes días sin acercarme a este Blog por lo que consiguen las ansiadas vacaciones veraniegas: ¡desconectar!
Desconectas del ritmo del trabajo, de lo que sueles hacer en casa, en la iglesia, en tu rutina diaria. Eso lo consigue el estar en un lugar increíblemente tranquilo, sin ruido, sin apenas cobertura telefónica, sin un asomo de lo que suele ser “normal” en la vida el resto del año. Bueno, hay algo que debo mantener por mi salud espiritual: mi lectura diaria de una porción bíblica, lectura de la meditación correspondiente y oración. Eso, más que una rutina, en el caso de los cristianos es una necesidad.
Además, la afición que tengo por la lectura, hace que el disponer de tiempo libre de descanso y relajación, invite a leer y en ese ejercicio suelo disfrutar con alguna novela entretenida y también de lecturas más ‘serias’ que alimentan espiritualmente y edifican a los que anhelamos vivir como “hijos de luz”.
A propósito, sobre lo del vivir como hijos de luz, he estado leyendo a Dallas Willard en su libro “Renueva tu corazón (sé como Cristo)” uno de los apartados que quiero compartir, condensándolo adecuadamente porque me ha parecido muy interesante, instructivo y práctico para todo aquel creyente que ha sido regenerado desde su encuentro con Jesús y que anhela vivir una vida conforme a lo que Dios desea tal y como indica en Su Palabra.
Es importante resaltar que en lo que los hijos de luz verdaderamente nos diferenciamos del resto de las personas, es en la vida que late en las profundidades de nuestro ser, por ejemplo, en los pensamientos: Dios nunca debe estar lejos de nuestra mente, o sea, nuestros pensamientos giran en torno a Dios, disfrutamos reflexionando acerca de Dios tal y como podemos verlo en la persona de Jesucristo. Al tener nuestra mente centrada en nuestro Padre celestial, nos inclinamos a todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, (Filipenses 4:8), somos personas positivas de una forma realista ya que estamos apoyándonos en la naturaleza de Dios tal y como Él nos la revela y nosotros la entendemos. El mal está ahí, es cierto, pero no pensamos en él como algo que nos tenga que influir ni ocupar, sino como algo a evitar sabiendo que está derrotado y con el que, si nos tenemos que enfrentar, sabemos hacerlo con efectividad, porque nuestro Señor ya lo ha vencido en la cruz (Colosenses 2:15).

martes, 10 de julio de 2012

Tiene la Vida

Acabo de conocer a otro “Soldado-valiente de Dios” y una vez más, he aprendido de él. Dios nos presenta a “modelos” para que aprendamos. Pablo decía:”Sed imitadores de mi como yo lo soy de Cristo.” Y cuando el Señor permite que conozcamos a uno de sus “soldados-valientes” es para mostrarnos, con personas de carne y hueso, que el servicio para Él es cosa de hombres (y mujeres) de fe, entregados, dispuestos, sin importarles los obstáculos, parece como que ni los vieran, y mucho menos las críticas, opiniones, el “qué dirán” y todas esas banalidades a las que, tristemente, damos tanta importancia, pequeños dardos molestos a los que damos más valor del que tienen y que deberíamos esquivar con el escudo de la fe del que habla Efesios 6:16.
Jesús Manuel, que así se llama este Soldado de Cristo, tiene en su tarjeta de presentación lo que yo creo es una de las claves de su fe y de su confianza. Dice así: “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1ª Juan 5:12). El escribe ‘vida’ con minúscula, seguramente su razón tendrá, pero se refiere a la VIDA con mayúsculas que le da sentido a su persona, su testimonio y su ministerio de querer ayudar a salvar almas para Cristo sean de la parte del mundo que sean: personas.
Para poder coger el sentido a lo que he dado en llamar “su clave”, tengo que leer el texto en su contexto, dice así:
“El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.” (1 Juan 5:10-13).