viernes, 8 de julio de 2022

Para hablar en el ascensor

Va de olas: la octava ola del coronavirus, las olas de calor, los que puedan hablarán de las olas que “cogieron” surfeando en Tarifa o en Cantabria; las celebraciones recuperadas, las fiestas que se tenían que haber hecho en invierno o primavera y que se han pasado al verano que han movido oleadas de gente, multitudes que saltan al compás de la música primitiva que hacer mover los cuerpos como si de un ritual salvaje se tratase. Somos tan modernos y tan primitivos al mismo tiempo.

El ascensor era una encerrona donde estabas obligado a decir algo, al menos un escueto “buenos días” si querías mostrar tus buenos modales de vecindad. Y hablo en pasado porque con las normas que hemos adoptado a causa del virus ahora no lo compartimos, prudentemente nos quedamos esperando el siguiente viaje ya que el habitáculo nos hace viajar demasiado cerca del otro pasajero y nunca se sabe si te van a traspasar algún okupa invisible o no. He ido en algún ascensor con un cajón tan pequeño que, aunque no quieras, puedes llegar a cambiar de olor corporal sin proponértelo, solo por simpatía de cercanía.

Este mes el parte meteorológico es un tema muy socorrido para el ascensor, la sala de espera del dentista o la peluquería; julio ha empezado con muchos grados; y se puede decir eso de que ahora sí corresponde que haya calor porque ya estamos en julio y también puedo informar a mi sufrido interlocutor de que en mi caso aguanto mejor el calor que el frío, aún a riesgo de saber que su contestación va a ser que él no, que el prefiere el frío al calor con mucha diferencia; debería de grabar esa afirmación para cuando llegue enero, seguro que va a ser muy ilustrativa la comparación con la opinión de esa fecha.

No sabemos si es producto del famoso “cambio climático” o qué, pero incluso a los que nos gusta el calor estamos empezando a estar cansados porque llevamos con calor abrasante desde mayo por lo menos y seguimos con unas temperaturas propias del Sahara, imagino, porque nunca he estado allí. Ayer han dicho en el espacio del tiempo que lo bueno es que este calor que nos toca ahora no viene con calima, o sea, que ya podemos añadir a nuestra conversación de ascensor, este dato tan interesante: ya no hay polvo en suspensión, no hay calima, por tanto no hay ola de calor, hay calor propia de verano aunque por Galicia están teniendo unas temperaturas que no recuerdan los más viejos del lugar de haber padecido nunca en verano tal sofoco con la combinación de mucho calor y mucha humedad que allí tampoco nunca falta.

Estos meses son propicios para cambiar de auditorio por las vacaciones; nuevos viejos vecinos del lugar a donde vamos de vacaciones dan pie a retomar muchos temas ya gastados en el ascensor de casa ya que con ellos no hemos tenido la oportunidad de usarlos. Dependiendo de dónde estemos, no es necesario estrujar la mollera para sacar ‘tema’ ya que la curiosidad del nuevo viejo vecino nos va a guiar a rebuscar en nuestros recuerdos o anécdotas recientes para aplacar dicha curiosidad de la manera más saludable y prudente. Es una de las ventajas de los que pueden salir de la rutina en estos meses vacacionales.

Dicen que este año todavía se va a poder salir de vacaciones, especialmente como en una especie de testarudez rebelde en oposición a lo de tener que quedarse obligado por las circunstancias y las autoridades sanitarias. También dicen que para el año va a estar más difícil debido a como se va poniendo de roja la inflación y el coste de la vida. Pero eso solo Dios lo sabe. Por eso aconseja que cuando hablemos de planes futuros digamos: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.” Alguna vez me han contestado: “Y si no quiere, también.” Eso es arrogancia, a la que somos muy dados, como si fuésemos dueños de nuestra vida y de las circunstancias. Bueno, hay gente que cree que es así porque no cuentan con que Dios es Señor de todo y sobre todo y, a pesar de su arrogancia, no son dueños del minuto siguiente de su vida y de que todo el futuro esta solo bajo el control y la soberanía de Dios.

Pero eso son palabras mayores y el orgullo y la arrogancia del hombre ha conseguido ir dando pasos hacia la independencia de Dios con las consiguientes trágicas consecuencias: “¿Queréis ser independientes? Vosotros mismos…” El pastor Samuel Pérez escribió: “Depender de la voluntad de Dios no es pasividad, sino acción bajo los recursos de Su poder.”

Creo que Dios tiene el control, por eso no me preocupan las olas sean del matiz que sean. Hay un texto que ya he mencionado en algunas ocasiones y que me da paz y tranquilidad respecto a esto: “Mientras la tierra permanezca, habrá cultivos y cosechas, frío y calor, veranos e invierno, día y noche.” (Génesis 8:22). “Mientras la tierra permanezca…”; eso puede ser tema para otro viaje en nuestro ascensor.