viernes, 21 de septiembre de 2012

La realidad de Su Presencia

La Biblia insiste una y otra vez en la misma idea: suceda lo que suceda, Dios está ahí. Por eso no temeremos aunque la tierra tiemble, aunque los montes se derrumben en el corazón del mar, aunque sus aguas rujan y echen espuma, y se estremezcan los montes por su braveza.
Y si sucediera algo de esto ¿no temeríamos?
La clave está en creer a las promesas de Dios o en no creer.
Y sobre la fidelidad de Dios hay mucho escrito, hasta el punto de que nos asegura que es para siempre. Es como si afirmase que no podemos concebir la naturaleza de Dios aparte de su fidelidad, su lealtad, su rectitud. Podemos contar con Él siempre, porque es fiel con los que le aman. Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo. El que anda en camino de integridad, ese me servirá.

Cuando copio Sus palabras, siento su presencia. Su Palabra destila santidad, autenticidad, luz, pureza. Como el salmista, me gozo y me recreo en Ella. Leyendo Su Palabra descubrimos la Fe.
Es curioso: La fe es creer en lo que no vemos, pero, sin embargo, se va afianzando en lo que experimentamos. Y siento que Dios está más cerca de lo que pensamos. A veces, le pedimos ayuda, o un favor, un socorro… y llega la ayuda, la respuesta… Con todo pensamos ¿será posible? ¿Habría llegado igual si no lo hubiésemos pedido? Creo que no. Pero no puedo analizar la mente de Dios porque Sus Pensamientos no son nuestros pensamientos, ni Sus Caminos son los nuestros. Los planes y métodos de Dios son mejores que los que nosotros podemos idear.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Señales y Prodigios

(Adaptación de la predicación que hice el 19 de Agosto sobre Hechos 14)
El miércoles de la semana pasada, la hojita del calendario empezaba así: “Hay una frase que a veces oímos y que nos deja pensativos: “¿No sería más sencillo si Dios se revelase de una vez a todo el mundo?” La Biblia nos enseña que Dios lo puede todo. Podría imponer su presencia, pero no lo hace hoy, pues desea hablarnos de otra manera.”
Los creyentes en Cristo estamos deseando que Jesús aparezca con toda su gloria y ponga punto final a esta “carrera de despropósitos”. Cuando tenemos la oportunidad de asomarnos al estado del mundo por medio de algún documental serio, literalmente quedamos aterrados, paralizados al comprobar hasta donde alcanza la maldad del hombre y rápidamente oramos: “Señor, haz que pronto termine esto, ven pronto.”
Pero al momento también nos damos cuenta que Él también quiere finalizar con los efectos del pecado en el hombre, Él más que nadie como así nos lo demostró entregando a Su único Hijo, a Su Amado, a la muerte para que nosotros pudiésemos optar a ser salvos y así librarnos del castigo que merecemos por nuestras injusticias.

Pero, pensamos, mientras no regresa el Señor, si hiciésemos algún milagro que dejase a la gente con la boca abierta ¿no sería más sencillo que la gente creyese? Como cuando la Iglesia comenzó su andadura, Dios acompañaba el testimonio de la Palabra de su gracia concediendo que se hiciesen señales y prodigios avalando esta Palabra. Era una forma de indicarles a los judíos que aquello que los apóstoles estaban predicando era lo que Dios quería que predicasen, ahí tenían la prueba, ¡Fijaros!, ¡otra señal, otro prodigio! Dios está detrás de esto… “Y hablaron de tal manera que creyó un gran número, tanto de judíos como de griegos.”  
¿Has visto? ¡Es mucho más sencillo! Han visto las señales y los prodigios que ha concedido Dios y ya han creído. ¿Todos? ¡Muchos no creyeron! Dios estaba respaldando su mensaje del inicio de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, el Nuevo Pueblo para Dios con señales y prodigios y ¿es tan sencillo? ¡No es nada sencillo! Porque los apóstoles seguían encontrando oposición, y por eso el escritor nos apunta que tenían que hablar con valentía, confiados en el Señor, ¡no era nada sencillo!
El hombre está tan ciego, tan atrofiado en su conciencia por la contaminación del pecado que aunque vea, ¡ya no ve! Tiene su mente entenebrecida y ¿sabéis cómo reacciona? Violentamente: “Como surgió un intento de parte de los gentiles y los judíos, junto con sus gobernantes, para afrentarlos y apedrearlos… huyeron…”