domingo, 21 de junio de 2015

Ávidos de Cambios

Estamos viviendo un cambio político y percibimos que no sabemos muy bien cuál va a ser el final de
El hombre está ávido de cambios, de novedades, de cosas nuevas. Buscamos toda nuestra vida porque tenemos necesidad de llenar el vacío que nos deja la propia vida. Buscamos y, a veces, encontramos o creemos encontrar lo que va a dar un sentido, un propósito a nuestra vida.
este cambio. Los periodistas están disfrutando publicando noticias de gente nueva, los nuevos políticos, carne nueva noticiable.
Se busca en la historia de estos nuevos personajes u borrón, algún trapo sucio que de que hablar a la corrala. Algún borrón de estos ya ha generado consecuencias y golpes de timón sorprendentes por lo prematuros. No se contaba con esto pero, escarbando, todos tenemos algo que nos va a poner en evidencia y, para algunos, ese “algo” puede ser nefasto en la, hasta ahora, intachable trayectoria político-ganadora.
No sé si es un problema de la cultura propia, de la cultura mediterránea, de los países del sur europeo o qué, pero apenas nos da pie al optimismo el entrar en una nueva andadura y volverse a encontrar con las mismas suciedades y las mismas vidas manchadas, poco edificantes y, lo peor, poco esperanzadoras con vistas a un hipotético cambio definitivo. Seguramente que es pronto para opinar, a lo mejor hay que esperar que se serenen las aguas porque, de momento, están turbias en la primera crecida.

El hombre está ávido de cambios, de novedades, de cosas nuevas. Buscamos toda nuestra vida porque tenemos necesidad de llenar el vacío que nos deja la propia vida. Buscamos y, a veces, encontramos o creemos encontrar lo que va a dar un sentido, un propósito a nuestra vida. El Señor Jesús nos da pistas cada vez que nos acercamos a Él como una opción de búsqueda. Por ejemplo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Interesante ¿verdad? Pero misterioso: “nacer de nuevo” viene de la palabra “regenerar”, volver a generar, volver a nacer. Nicodemo, una persona culta de la época, se sintió bastante perdido con la afirmación, se escapaba a su entendimiento, se escaba de todas las respuestas humanas que hasta ese día había recibido. “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”  Hay que subir un nivel más amigo, es más que lo que vemos a nivel ‘tierra’, estas oyendo palabras celestiales, espirituales, hablan al alma, al corazón, a la esencia de la persona, Nicodemo. “¿Dónde está la sabiduría de los sabios?”.  “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” ¡Tremendo ¿verdad?! Jesús tiene las respuestas porque de Él emana todo, Él es el Creador, Dios mismo, por lo tanto sus respuestas son profundas, completas, plenas.
Algo parecido le sucede en su encuentro con una mujer samaritana. Un encuentro que podría ser sencillo, rutinario, incluso banal si no fuera porque aquella mujer se encontraba con Aquel que todo lo llena en todo, el gran Yo Soy. Podría ser un encuentro más en un oasis, donde había agua fresca, donde se abrevaba al ganado, pero de aquel hombre salen palabras nuevas, diferentes… (Ávidos de cambios, de novedades, de cosas nuevas…) ¿A quién ha encontrado aquella mujer que le recibe con palabras que hablan de ¡vida eterna! “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” Conversaciones clave con personas, un interlocutor divino, afirmaciones rotundas, ¿qué me quiere decir? “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” El Cristo, el Mesías, el Rey anunciado y esperado, el Rey de una nueva generación de hombres y mujeres cambiados, regenerados, dispuestos y preparados para habitar una “nueva creación”. ¿Quieres un cambio radical? Habla con Jesús, búscalo en la Biblia, te encontrarás con quien tiene las respuestas y podrás experimentar ese nuevo nacimiento, esa regeneración, podrás formar parte del “pueblo adquirido por Dios”, “los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

Tal vez me he dejado llevar por la velocidad de la pluma (bueno, del teclado…), tal vez encierren doctrinas sublimes mis palabras, puedes preguntarme si no entiendes algo. Pero una cosa sé: he experimentado ese cambio y puedo decir como el ciego curado: “antes era ciego, pero ahora veo.”