martes, 26 de diciembre de 2017

Salmo 139

el Salmo 139 nos revela a Dios de una manera exaltada
En contraste con la opinión generalizada de la gente sobre Dios, a quien tratan de reducir cada vez más en un intento vano, inútil, de limitarlo a una especie de papá Noel con algún que otro poder mágico, el Salmo 139 nos revela a Dios de una manera exaltada pero a la vez de una manera personal, o personalizada, intentando compartir las percepciones del escritor desde el punto de vista de la experiencia. Charles H. Spurgeon dice de él:“Uno de los himnos sagrados más notables. Canta la omnisciencia y omnipresencia de Dios, infiriendo de ellas el derrocamiento de los poderes de maldad, puesto que Él ve y oye los hechos y palabras abominables de los rebeldes y, sin duda, los tratará en conformidad con su justicia.”
Los primeros versículos del salmo nos enseñan que Dios lo ve y lo conoce todo. Y lo explica de una manera personal, como algo que ha comprendido a través de su relación con Dios, apreciando y al mismo tiempo asombrándose de su descubrimiento, ya que es impresionante pensar que el Dios Creador del universo pueda conocer a un simple mortal, tan profundamente, detallando cada movimiento de su cuerpo, cada costumbre de su vida, llegando a su interior y conociendo cada uno de sus pensamientos, cada palabra que está a punto de pronunciar antes de que se emita el sonido. El escritor de Hebreos lo expresa así: “No existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Más bien, todas están desnudas y expuestas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Infunde respeto conocer que ante Dios todas nuestras imperfecciones personales están accesibles ante Su vista y que no hay nada que le podamos esconder. Este es el Dios que nos revela la Biblia, el Dios todopoderoso cuya mirada descubre todo lo que hay en cada uno. El poeta inglés Henry Kirke White dice a propósito de estos textos: “Así Dios, sin confusión, contempla de modo claro las acciones de cada hombre, como si este hombre fuera el único ser creado, y la Deidad se ocupará solamente de observarle. Que este pensamiento llene tu mente de temor y arrepentimiento.”
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmo 139:7). La Biblia nos revela que la omnipresencia es uno de los atributos divinos, por tanto, no hay escapatoria posible como reconoce aquí David el autor del salmo. Es evidente que ante el reconocimiento de su pecado, ante la realidad de las faltas que descubre en su propia debilidad, hay momentos en el que quisiera ocultarse de la presencia Santa de Dios, como en su día quisieron hacer Adán y Eva después de haber desobedecido, pero esto es imposible. Él escribe que si pudiese volar hasta los cielos o, en su caso, descendiese hasta el Seol (nombre como se conoce al lugar donde van los muertos); si viajase hasta el occidente o al extremo del oriente, en ningún lugar estaría oculto de la mirada escudriñadora del Dios Altísimo, de tal manera que al final del Salmo, David reconoce que ya no quiere escaparse de la mirada escrutadora de Dios.
John Arrowsmith narra la anécdota de un filósofo pagano que en una ocasión preguntó: “¿Dónde está Dios?” a lo que un cristiano contestó: “Permíteme que te pregunte antes: ¿Dónde no está Dios?”. El filólogo William Jones nos hace una importante aclaración sobre esto: “El Salmo no fue escrito por un panteísta. El salmista habla de Dios como una persona presente en todas partes, pero distinta, de la creación. En estos versículos dice: “Tu Espíritu… Tu presencia… Tú estás allí… Tu mano… y Tu mano derecha… la oscuridad no me esconde de Ti”. Dios está en todas partes, pero no lo es todo, ni todo es Dios.”
El tercer grupo de textos (13-18) nos hablan de Dios Creador y Gobernante providencial, porque David, inspirado por el Espíritu Santo (como todos los escritores bíblicos), describe su propia formación en el vientre de su madre, reconociendo su impresionante complejidad. Como comenta  el profesor Donald A. Carson a propósito de estos textos: “En las Escrituras, esta verdad no niega la responsabilidad humana, sino que aumenta nuestra fe”.
“¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumerara, serían más que la arena.” (Sl.139:17-18). ¡Qué contraste tan grande entre esta forma de pensar y la de aquellos que minimizan y ridiculizan a Dios! Como decía Charles Spurgeon, “un Dios que está pensando siempre en nosotros hace un mundo feliz, una vida rica y un cielo después”.
Nuestra mente no tiene ni la más mínima capacidad de contar ni siquiera algunos de los pensamientos de Dios, ya que sus pensamientos son infinitos y en la infinitud nos marea si intentamos calcular su medida. Cuánto mejor no nos es dejar reposar nuestra mente y todo nuestro ser en el tierno abrazo de nuestro Creador y Redentor, que descanso empezar y terminar el día, y seguir en la quietud de la noche, al amparo de Su poder y poder decir como David: “Despierto, y aún estoy contigo”. Contrasta, por esto, el frío que se filtra en el Salmo cuando a partir del vs.19 menciona a los que no están con Él. David ve su negrura oponiéndose a toda la luz y belleza que nos ha traído hasta aquí y reacciona mostrando su faceta de lealtad a Dios y dispuesto a confrontar todo el mal que haya hecho en su propia vida. Justamente acaba de decir que Dios todo lo ve y ha visto y sigue viendo la maldad de los que le dan la espalda, de los que no lo quieren reconocer, inconscientemente temerarios deseando ignorar que Dios va a juzgar todo y exterminara toda la maldad. No va a permitir que su nueva creación sea contaminada por el pecado y barrerá de su presencia a todos sus adversarios. Por eso el salmista elige, y elige bien: “Guíame por el camino eterno”. Es la mejor oración porque Él pone Su providencia, Su Palabra, Su gracia, Su Espíritu a nuestra disposición para ayudarnos y guiarnos siempre que sinceramente y responsablemente se lo pidamos. Amén.

martes, 19 de diciembre de 2017

El motivo de la Navidad

Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros
Cuando faltan dos meses más o menos para la Navidad, enseguida lo sabemos porque las ciudades adornan con luces brillantes sus calles, los escaparates de los comercios brillan con decoraciones navideñas llamativas, se montan árboles de Navidad, se instalan belenes… y a medida que se van acercando las fechas todo brilla de manera inusitada, se oyen villancicos, todo el mundo se vuelve generoso y se gastan un montón de dinero en comida y en regalos… todo para celebrar estas fiestas… la fiesta del cumpleaños del nacimiento de Jesús. ¿Se celebra que Jesús ha venido al mundo? Pues, cuando Dios se hizo hombre para venir al mundo en la persona de Jesús, las cosas no fueron tan bonitas. Es verdad que hubo un momento glorioso cuando los ángeles anunciaron a los pastores que Jesús, el salvador del mundo, había nacido. Pero desde antes de su nacimiento, la historia de Jesús que nos narra la Biblia, estuvo llena de dificultades…
"Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:6-8)
La cruda realidad de la historia de Jesús en su llegada al mundo lo resume magistralmente el apóstol Juan en dos frases: "En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Desde bebé, no tuvo ni una pequeña habitación que lo recogiera. Prácticamente recién nacido, ya estaban detrás de él para matarle. Sus padres tuvieron que estar huyendo para un sitio y para otro, para que no le hiciesen mal. Y ya de adulto, a pesar de que curó enfermos, sanó leprosos, resucitó muertos, dio de comer a las multitudes, siempre estuvo perseguido y acosado hasta que llegó el momento de entregarse para morir de la forma más violenta y cruel que había.
¿Qué necesidad tenía de pasar por todo esto? Filipenses 2:6 nos dice que era Dios; el ángel que anunció a la virgen María el nacimiento de Jesús, le dijo: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35); es un misterio: “Dios fue manifestado en carne” (1 Ti.3:16); pero no se aprovechó de eso para evitar el sufrimiento. Cuando es arrestado en el huerto de Getsemaní dijo: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" (más de 50.000).  Pero se hizo siervo, se hizo obediente hasta la muerte, por amor a ti y a mí. Él pagó el precio de nuestro pecado en la cruz para librarnos de la muerte eterna. Más la historia no terminó ahí. 
"Por lo cual, también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre;  para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor." (Filipenses 2:9-11) 
Jesucristo pasó del descenso más profundo a la posición más elevada. Ahora Dios, el Padre, lo exalta por haber entregado su vida. Ahora es coronado de gloria y de honra y revestido, en su humanidad, de inmortalidad. Cristo vendrá otra vez y ante Él toda rodilla se doblará reconociendo que Jesucristo es el Señor, el Rey sobre toda autoridad, ahora y por siempre. En ese momento, ya no habrá tiempo para arrepentirse: el tiempo es ahora, y quiero que cuando Él venga, tu seas uno de los salvos por creer que Jesucristo vino al mundo en la persona débil de un bebé para ir a la cruz y pagar lo que tú tenías que pagar. Ese es el mensaje del evangelio. Ese es el motivo de la Navidad. El nos invita: “Venid a mi todos los que estáis cansados de vuestros trabajos y de vuestras cargas, y yo os daré descanso”. Él asegura: “Los que vienen a mí no los echaré fuera”. Antes he mencionado que cuando vino al mundo, “los suyos no lo recibieron. Sin embargo, algunos lo recibieron y creyeron en él; a éstos les dio el derecho de ser hijos de Dios.” Ese es el anuncio del evangelio. En tus manos está que lo aceptes o lo rechaces. Que Dios te guíe para que más pronto que tarde des el paso de pedirle a Jesús que sea tu Señor y Salvador, en Navidad y para toda la eternidad. Amén.