sábado, 17 de febrero de 2024

La vejez

Mis padres ya pasan de los 90 años. Viendo su dependencia y degeneración me preguntaba por qué Dios
los deja vivir tantos años. Pero al momento recuerdo que ante Dios Nuestro Señor no debo de preguntar "¿por qué?" sino "¿para qué?" porque no conozco Sus propósitos; cuando normalmente permite algo es con un objetivo y a lo mejor es fortalecer mi fe, o mi confianza en Él, o mi paciencia o mi generosidad con mis padres, no lo sé pero me da tranquilidad saber que Él si sabe y que debemos de confiar en Él.

Me llama la atención la cantidad de versículos que hablan sobre la vejez: algunos son educativos fomentando el respeto de los más jóvenes ante la imponente imagen de las personas mayores: "Ponte de pie en la presencia de los ancianos y muestra respeto por las personas de edad. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor." (Levítico 19:32). En la época en la que se escribió este libro, los mayores eran los líderes, los sabios, los que tenían el conocimiento sobre las cosas, las experiencias, las plantas que servían para curar o para hacer remedios; ellos eran los jueces, eran el clan de los ancianos respetados y reverenciados y no levantarse o mostrar respeto ante ellos era un desafío a la autoridad que representaban: "La sabiduría pertenece a los ancianos, y el entendimiento a los mayores." (Job 12:12). 

No debemos olvidar que el respeto a los mayores y especialmente a nuestros padres forma parte de los Diez Mandamientos y es un mandamiento con bendición: "Honra a tu padre y a tu madre tal como el Señor tu Dios te lo ordenó. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el Señor tu Dios te da." (Deuteronomio 5:16). Sobre este mandamiento habla Pablo después en su carta a los Efesios recordándonos que es un mandamiento con promesa ("tendrás una vida larga y plena en la tierra") aunque se entiende que aquí a Pablo no le interesa recalcar esa promesa para motivar, parece que su intención es recalcar que por medio de esa promesa Dios mismo le ha dado a ese mandamiento un vigor singular.

Es emocionante ver como Dios se preocupa muy especialmente de los mayores y de su cuidado, algo a tener en cuenta especialmente cuando, como yo, vemos a nuestros mayores muy mermados físicamente y, en algunos casos, entrando en la llamada "demencia senil", un concepto que según los entendidos no corresponde a ningún diagnóstico aceptado, ni por la comunidad médica ni por la científica, ya que ese nombre se suele emplear haciendo referencia a un deterioro cognitivo progresivo normal por la edad muy avanzada, aunque, el hecho del envejecimiento conlleva pérdidas, nunca, por sí mismo, es causa de demencia. La demencia no es una consecuencia inevitable del hecho de envejecer. 

Pero volviendo a lo que nos ocupa, voy a hacer referencia a esos textos que hablan del amor y de la preocupación de Dios por Sus mayores: "Yo seré su Dios durante toda su vida; hasta que tengan canas por la edad. Yo los hice y cuidaré de ustedes; yo los sostendré y los salvaré." (Isaías 46:4). Es conveniente aclarar que en el contexto Dios está hablando del cuidado especial de Su pueblo ("Yo los hice y cuidaré de ustedes; yo los sostendré y los salvaré"). Dios cuida de su pueblo desde la cuna hasta la tumba. Y a nosotros nos aplica al entender que los cuidados divinos nunca terminarán y que siempre estarán disponibles y muy especialmente en los años de nuestra vejez. Algo que me anima porque viendo cómo nuestros mayores se van haciendo tan mayores con los problemas físicos y de dependencia que ésto supone, podría pecar pensando que Dios no los está cuidando, cuando que, como he dicho al principio, Dios se ha comprometido a cuidarlos y si permite este tipo de cosas es algo que Él sabe para qué lo permite, siempre hay un propósito divino y soberano. El mismo David oraba sobre ésto: "Y ahora en mi vejez, no me hagas a un lado; no me abandones cuando me faltan las fuerzas." (Salmo 71:9). John Wesley, el gran predicador y teólogo anglicano británico, escribió en su vejez: "Hoy cumplo ochenta y seis años. Veo que soy un viejo: 1) Mi vista ha decaído y apenas puedo leer letra impresa y esto con mucha luz. 2) Mi fuerza ha decaído de modo que ando mucho más lento que hace algunos años. 3) Mi memoria para nombres, personas o lugares ha decaído, y tengo que esforzarme para recordarlos. Lo que tendría que temer, si pienso en el día de mañana, es que mi cuerpo se negara a servir a la mente y me hiciera obstinado, por mengua de mi comprensión, o difícil, por aumento de mis debilidades corporales; pero Tú respondes por mí, Señor mío y Dios mío." ¡Que confianza, que descanso en el Señor, que ánimo para los que vamos detrás y muy pronto llegaremos, si Dios no nos lleva antes, a esos temidos momentos! El gran predicador Charles Spurgeon escribía a raíz de este salmo: "La vejez nos quita la hermosura personal y nos deja sin fuerzas para el servicio activo, pero esto no disminuye nuestro amor y el favor de Dios."

Moisés, en el Salmo 90, hace esta reflexión sobre la vejez: "¡Setenta son los años que se nos conceden! Algunos incluso llegan a ochenta. Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas; pronto desaparecen y volamos." (Salmo 90:10). Como decía alguien, la expresión "volamos" sugiere más una liberación que una derrota. Esto es lo que veo en mis mayores: molestia, trabajos... se llega a una edad en la que la vida es cansancio y molestia. Como dice el escritor de Eclesiastés: "Han llegado los días malos, no tengo placer en ellos." Un día el anciano cae dormido para despertar en la región de la perenne juventud. Aunque Moisés tenía ciento veinte años cuando murió, no se habían apagado sus ojos, ni había perdido su vigor.

La Biblia nos recuerda constantemente que la vida es breve. Hace unos días he visto a una anciana que tiene 100 años y me quedé impresionado de su vitalidad pero ella no podría resistir fácilmente si no tuviese el cuidado de las personas que tiene a su alrededor. Pero aún cien años, que a nosotros nos parecen una barbaridad, son pocos a la velocidad que pasa la vida: "Señor, recuérdame lo breve que será mi tiempo sobre la tierra. Recuérdame que mis días están contados, ¡y cuan fugaz es mi vida! La vida que me has dado no es más larga que el ancho de mi mano. Toda mi vida es apenas un instante para ti; cuando mucho, cada uno de nosotros es apenas un suspiro." (Salmo 39:4-5). Termino con las palabras de Charles Spurgeon sobre estos versos: "El Salmista quiere saber más de la brevedad de su vida... Dios es el mejor maestro de la filosofía divina que mira hacia un fin esperado. Los que ven la muerte a través del cristal del Señor ven una vista hermosa, que les hace olvidar el mal de la vida al prever el fin de su vida."