sábado, 10 de noviembre de 2012

La fragancia

¿Qué nos viene a la mente si pensamos en una fragancia? Flores, una colonia, un olor agradable, frescura, relajación, provoca una sonrisa de bienestar, un comentario bonito, nos predispone positivamente ante el siguiente minuto… es aire puro con un ligero toque de dulzura bienhechora. Se agradece.
Hoy he leído algo que Ray Stedman escribió: “Cuando el amor de Dios brilla en nuestro corazón, nos volvemos más receptivos con los demás. Esto permite que la fragancia de su amor fluya y atraiga a quienes nos rodean.”
Automáticamente me sentí señalado: ¿fluye la fragancia del amor de Dios del interior de mi corazón? ¿Atrae esa fragancia a los que me rodean? Sinceramente, creo que en muy pocas ocasiones. Como para corroborar este remordimiento, fui llevado a la amonestación de Colosenses 3:8 “Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia y palabras groseras de vuestra boca.”
A nuestro alrededor, no están solamente los hermanos con los que coincidimos los domingos en la iglesia o los amigos o familiares con los que nos reunimos en ocasiones especiales. Hay personas que viven con nosotros el día a día, en nuestro trabajo, en nuestro hogar, personas que son las que pueden percibir la fragancia que fluye de nuestro corazón y que también perciben el olor amargo que desprende la ira repentina, el enojo incontrolado o la malicia ponzoñosa en la respuesta impropia de un “escogido de Dios”. ¡Dejad también vosotros todas estas cosas! “Como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia” (Colosenses 3:9). Dios conoce nuestra debilidad y por eso nos corrige y, si observáis, todo con lo que nos dice que nos “vistamos” es justamente lo contrario de lo que tenemos que dejar si queremos que “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones”, como creyentes en Cristo, como hijos de Dios, haga fluir la fragancia de Su Amor: En lugar de ira, mansedumbre, humildad; en lugar de enojo, profunda compasión, paciencia; en lugar de malicia, benignidad.

jueves, 1 de noviembre de 2012

MIEDOS

Huimos del miedo, no queremos tenerlo, pero en estos días, mucha gente se divierte haciendo fiesta al miedo, a la muerte y a los muertos, a lo relacionado con la sangre, las brujas, la magia negra… ¿una disculpa para hacer fiesta de disfraces tétricos? Halloween, la fiesta también conocida como “Noche de Brujas” o “Noche de Difuntos”, una tradición en Estados Unidos y en el Reino Unido y que se ha introducido en nuestro país en donde no tiene arraigo ninguno, pero ya se sabe, como tenemos fama de que apreciamos lo que viene de fuera como algo bueno, y si eso permite fiesta y diversión y tapar lo que se venía haciendo por estas fechas que no era otra cosa que hablar de visitas a los cementerios, recordar a nuestros muertos y cosas más bien tristes y algo religiosas, pues se acepta más rápidamente, aunque da cierta cosa ver con que impunidad se introduce en los colegios y “mentaliza” a los más pequeños, mientras que por otro lado se hace mucho hincapié en eliminar cualquier vestigio religioso que pueda molestar a sus laicos padres.
Halloween es una fiesta secular, aunque hay quien afirma que tiene un trasfondo religioso, relacionándola con la festividad de Todos los Santos. Para nuestra época, lo interesante es que se asocia a fiestas de disfraces, bromas relacionadas con el miedo, lectura de historias terroríficas o visionado de películas sobre este género… en conjunto, provocar una especie de miedo festivo que es en realidad lo que se busca cuando se va a ver una película de terror, buscar sensaciones fuertes, pasar miedo gratis.