lunes, 31 de agosto de 2015

Comienza un nuevo curso

viajero
Ya se han pasado las vacaciones de verano, ya estamos de regreso en el trabajo. No lo digo con tristeza porque reconozco que debo estar agradecido por tener trabajo y, además, un trabajo que me gusta. Lo que sucede es que de vacaciones se está muy bien y máxime cuando el lugar al que hayas ido es tal y como te lo habías imaginado y los momentos que has vivido superan, incluso, esa imaginación.
Hoy, cuando me cruzaba con las caras inexpresivas de los transeúntes de la gran ciudad, pensaba ¡que cambio más drástico en sólo un par de días!
He estado en un pueblo donde la gente te saluda dándote los buenos días cuando te cruzas con ellos por la mañana, donde la mujer que me vendía el pan me hacía comentarios sobre el tiempo, donde todo se mueve despacio, con tranquilidad, suavemente, donde no se sale de los sitios con dos horas de antelación para llegar a tiempo porque los atascos solo se dan en ocasiones muy especiales por causa de un accidente o otro tipo de obstáculo que se pueda producir en muy raras y contadas ocasiones. Perfecto para un tiempo de vacaciones. Desconectas, te relajas, miras las cosas con ensoñación, como percibiendo que son sólo por unos días. Disfrutas del momento.
Muy pronto, antes tal vez de lo que quisiera, volveré a la rutina, a las prisas, a mirar el reloj. Me olvidaré de esa sensación de frescura, de tranquilidad, de relajación que te da el saber que estas de vacaciones y no tienes prisa para nada. 
Sin embargo la rutina llega a hacerse agradable y máxime cuando dentro de esa rutina tienes esa maravillosa faceta de vivir para Dios, de tener un propósito, un propósito divino, una meta tan definida para tu vida ligada por entero al Eterno. No quita que cuando dispones de mucho tiempo libre y tienes una relación personal con Dios, finalmente acabas entregando ese tiempo a Su servicio que es como mejor empleado está. Dice la Escritura que TODO lo que hagamos lo hagamos para su gloria y a veces, los creyentes perdemos esto de vista cuando que todo es todo, sin excepción. Incluso en el tiempo de vacaciones, algunos de los mejores momentos tienen que ver con esta maravillosa relación con nuestro Señor. La vida para el Señor es una vida aprovechada, rica, edificante, generosa, llena de matices que  te dan un plus de alegría y de satisfacción.
Por desconectar, hasta he desconectado de este blog. Así que ahora hay que retomarlo y aprovechar todos los huecos que me de la vida rutinaria para acceder a él.
¡Ánimo a todos los que vuelven de esas merecidas vacaciones!