domingo, 30 de mayo de 2021

Cuando la enfermedad nos visita

Hace ya más de un mes que no me acerco a esta ventana. El motivo es que la enfermedad ha visitado a mi padre y eso me ha impedido disponer de mi tiempo como a mí me hubiera gustado porque he tenido que cuidar a mis padres ya que los dos son ancianos y la salud de mi madre tampoco es buena, de manera que de repente la vida nos ha dado un vuelco ya que como si de la noche a la mañana se tratara, hemos visto como mis padres pasaban de ser unas personas totalmente independientes a dependientes de la ayuda de sus hijos y de las personas que pueden estar ayudándoles diariamente.

Esta situación no ha traído cosas negativas solamente, sino también cosas muy positivas, como, por ejemplo, el ver la mano de Dios obrando de manera tal que siempre supera nuestra capacidad de asombro, hasta el punto de que solo nos queda postrarnos con reverencia ante su divina presencia y decir de todo corazón: “¡Gracias!”.

David, el autor de muchos de los salmos que podemos leer en la Biblia, dice en el Salmo 37: “Una vez fui joven, ahora soy anciano, sin embargo, nunca he visto abandonado al justo ni a sus hijos mendigando pan.” Y esto es lo que hemos visto estas semanas que hemos estado moviéndonos para ver cómo podíamos atender, cuidar y ayudar a nuestros padres para que los años que les queden de vivir en esta tierra sean lo más agradables posibles. Puedo afirmar que Dios nos cuida y nunca nos abandona. Me ha gustado mucho comprobar cómo, hablando con mis padres, he podido comprobar la fe y la confianza que tienen en Dios, a pesar de que en estos últimos tiempos hayan tenido que afrontar la enfermedad como una fiera que aparece de repente haciendo daño a los indefensos que encuentra a su paso. No es agradable por supuesto, llegar a este tipo de situaciones, pero encontramos consuelo escuchando a nuestro Salvador Jesucristo cuando dice: “Su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y Él les dará todo lo que necesiten.” (Mateo 6:32-33). Y eso es lo que ha sucedido, de lo cual soy testigo en primera persona. Es por esta razón que no me perdono que mi fe sea tan pequeña. Esto me hace recordar al pueblo judío de Dios que siendo también testigo presencial en primera persona de ver la gloria de Dios manifestada en la nube de día y la columna de fuego por la noche, así como de todos los milagros que pudieron presenciar (la salvación del ejercito egipcio, el cruce del Mar Rojo, el maná, el agua saliendo de la roca, las aves aterrizando en el campamento para tener carne que comer, la ropa y el calzado que no se gastaban…), llegaban en muchos momentos a renegar de Dios y desear volver a su posición de esclavos en Egipto. Comprobamos una y otra vez que no somos tan diferentes de ellos ya que a pesar de ver a Dios obrando en nuestras vidas y en las de nuestros seres queridos, dudamos, tenemos ansiedad, y miedo como si Dios estuviese ausente y no fuese capaz de cumplir con Sus promesas que llenan toda la Biblia para con aquellos que lo adoran, reverencian y obedecen.

Por eso le seguimos pidiendo que acepte nuestro arrepentimiento, tenga paciencia con nosotros y siga moldeándonos conforme a la imagen de Jesús para que podamos darle gloria con nuestras vidas y con nuestros actos. Amén.