lunes, 29 de octubre de 2018

Respuestas bíblicas

de Editorial La Buena Semilla www.labuenasemilla.net
escudriñar las Escrituras

¿Cómo saber más sobre la vida eterna?

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).

¿Qué dice la Biblia acerca del más allá?

“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).

¿Qué se debe hacer para escapar del juicio?

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).

¿Bastan las buenas obras para obtener la vida eterna?

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia...” (Tito 3:5).

¿Se puede estar seguro de tener la vida eterna?

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).

¿Acepta Dios a cualquiera, sin tener en cuenta su pasado?

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
“Al que a mí viene, no le hecho fuera” (Juan 6:37).

¿Es posible tener la certeza de que nuestros pecados son completamente perdonados?

“Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
“Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo (Dios) alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmo 103:12).

¿Qué sucede con los que aceptan a Jesucristo en su vida?

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7).

¿Cómo saber que Dios nos escucha?

“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13).
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).
“He aquí no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (Isaías 59:1).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

sábado, 20 de octubre de 2018

La violencia

violencia, odio, ira, maldad, muerte
Ya desde bien pequeñitos se adivina el germen de violencia en las personas. Observo los juegos de los niños cuando acompaño a mi nieta al parque: rondan los 4 años de vida y ya tienen el mal gesto dispuesto, incluso la bofetada o el empujón cuando las cosas no les vienen dadas a su antojo y si, en un intento de mediar para que reine la paz, les preguntas que ha sucedido, la reacción es unánime: “¡Él me pegó!”. Es el reflejo de la violencia mucho más seria que se vive en el mundo de los adultos.
He leído recientemente el libro “Fariña” y una de las cosas que me ha impresionado es ver como gente humilde, descendientes de pescadores, artesanos, gente ‘corriente’, pueden convertirse en ‘profesionales del contrabando’, narcos, e incluso asesinos por la influencia ambiciosa del poder del dinero y del poder que da el manejar vidas al antojo, sin escrúpulos, sin, por supuesto, pensar ni por un minuto el daño que podemos ocasionar al prójimo. “¡Él me pegó!” sería la reacción unánime a la pregunta: “¿Qué está sucediendo?”.
Un simple repaso a la historia de la humanidad nos deja sin respiración si intentamos calcular cuanta violencia ha habido en el mundo. Desde el terrible día en que Caín mató a su hermano Abel, comprobamos que el corazón humano es egoísta y está prontamente dispuesto para actuar con mal y violentamente ante su prójimo. “Pues del corazón salen los malos pensamientos, el asesinato, el adulterio, toda inmoralidad sexual, el robo, la mentira y la calumnia” (Mateo 15:19, Nueva Traducción Viviente). ¿Del corazón humano? ¿Y se puede erradicar esta enfermedad? Preguntémosle al Médico por excelencia: La Biblia dice: “El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es? Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas.” (Jeremías 17:9-10, NTV). Desde aquel fatídico día en que la humanidad prefirió emanciparse de la compañía divina, Dios se preocupó de su criatura y de su corazón. A través de sus profetas anunció: “Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo.” (Ezequiel 36:26, NTV). ¡Entones sí se puede erradicar esa enfermedad! El Creador ha provisto un cambio. ¿Cómo, si vemos que por generaciones el mundo parece que va enfilado hacia su propia destrucción por no ser capaz de controlar esa ira loca que lo controla? La única solución que hay para cambiar un corazón endurecido es la que Dios da por amor, mediante su Hijo Jesucristo, dando una vida nueva a aquellos que lo aceptan como Salvador, una vida nueva con un corazón nuevo, limpio, renovado, en el que Dios derrama su amor mediante su Espíritu: “Pues sabemos con cuanta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor” (Romanos 5:5, NTV). Sí, con Jesús se puede cambiar, se puede tener una vida nueva marcada por la pureza y el amor. ¡Qué contraste de palabras! Pureza, amor… odio, venganza, violencia, muerte.
“Sí, Señor, quiero ese cambio. Renuévame Señor, no quiero seguir así, deseo ese corazón tierno y receptivo para ver a los que me rodean como personas necesitadas de cariño y de atención; para fomentar la solidaridad, el compañerismo, las buenas formas, el servicio, el civismo. Pero sobre todo, deseo ese cambio para agradecerte lo que has hecho por mí y conocerte cada día un poquito más, mi Dios, mi Rey, mi Señor y Salvador.” Amén.

domingo, 7 de octubre de 2018

Opuestos a Dios

lo normal lo anormal malo bueno
Hace unos años leí la historia siguiente en la hoja del calendario de La Buena Semilla: “Un juez
jubilado, cuyos escritos modificaron las decisiones de la Corte Suprema de su país, hizo el siguiente comentario: Hoy, la mayoría de la gente quiere que “lo que es anormal sea normalizado” y “lo que es normal se vuelva anormal””.
La Biblia predijo esta situación en palabras del profeta Isaías de esta manera: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20).
“¡Ay de los que…!” Ya estamos viviendo es esa situación y la palabra de Dios pronuncia un ¡Ay! de aviso, una advertencia divina para aquellos que a lo malo llaman bueno y a lo bueno llaman malo. Es una forma clara y rotunda de ir contra lo que Dios creó o estableció en una oposición frontal contra todo lo que suene a divino, en una actitud egocéntrica y autosuficiente, en una posición que aboca al abismo del caos en el que se está cayendo la sociedad por darle la espalda al Dios santísimo. Por ejemplo, el matrimonio: “Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo… Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!... El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.” Muchos siglos después, Jesús corroboró esas palabras contestando a unos fariseos una pregunta relativa al divorcio: “Jesús respondió: ¿No han leído las Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los hizo hombre y mujer”. Y agregó: Esto explica porque el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo. Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido”. Es en ese marco del matrimonio instituido por Dios “en el principio” de todo, en donde se puede vivir la plenitud de la sexualidad sin embargo, la sociedad actual ha llegado a la conclusión de que la institución del matrimonio se ha convertido en una atadura sofocante y anticuada y por tanto, se inventa muchas posibilidades de matrimonios, diferentes al establecido por Dios, con el único y egoísta objetivo de que “lo importante es que UNO sea feliz”. De nuevo vuelvo a leer la profecía de Isaías, escrita unos 700 años antes de Cristo, por medio de la cual Dios advierte que nuestra sociedad enfermaría desde la cabeza hasta los pies. Alguien me puede reprochar que estas palabras van dirigidas al pueblo rebelde de Judá, y es verdad, pero pueden analizar las palabras de este mensaje y ver en qué se diferencia ese pueblo de la sociedad actual, y donde pone ‘pueblo de Judá’, pongan ‘sociedad actual’ y verán a quién van dirigidas: “¡Escuchen oh cielos! ¡Presta atención, oh tierra! Esto dice el SEÑOR: Los hijos que crié y cuidé se han rebelado contra mí. Hasta un buey conoce a su dueño, y un burro reconoce los cuidados de su amo, pero Israel no conoce a su amo. Mi pueblo no reconoce mis cuidados a su favor. ¡Qué nación tan pecadora, pueblo cargado con el peso de su culpa! Está lleno de gente malvada, hijos corruptos que han rechazado al SEÑOR. Han despreciado al Santo de Israel y le han dado la espalda. ¿Por qué buscar más castigo? ¿Se rebelarán para siempre? Tienen la cabeza herida y el corazón angustiado. Desde los pies hasta la cabeza, están llenos de golpes, cubiertos de moratones, contusiones y heridas infectadas, sin vendajes ni ungüentos que los alivien. Su país yace en ruinas y sus ciudades han sido incendiadas. Los extranjeros saquean sus campos frente a sus propios ojos y destruyen todo lo que ven a su paso. La hermosa Jerusalén está abandonada como el refugio del cuidador en un viñedo, como la choza en un campo de pepinos después de la cosecha, como una ciudad indefensa y sitiada. Si el Señor de los Ejércitos Celestiales no hubiera perdonado la vida a unos cuantos entre nosotros, habríamos sido exterminados como Sodoma y destruidos como Gomorra. Escuchen al Señor, líderes de “Sodoma”. Escuchen la ley de nuestro Dios, pueblo de “Gomorra””. (Isaías 1:2-10).
La sociedad con todas sus herramientas se ha encargado de orientar a todo el mundo hacia la perversión sexual, la violencia y la anarquía, de manera que las relaciones normales, el respeto a la ley y el valor de la vida son atacados por todas partes.
Vivir opuestos a Dios es una constante desde la entrada del pecado en el mundo (Génesis 3), sin tener en cuenta la soberanía, la sabiduría y la perfección del Dios de los cielos. Pero hay un pueblo diferente, apartado (santificado) por Dios mismo, “un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrara otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. Antes no tenían identidad como pueblo, ahora son pueblo de Dios. Antes no recibieron misericordia, ahora han recibido la misericordia de Dios”. Los cristianos obedecen la palabra de Dios y deben separarse de todo lo que signifique desobedecer las leyes divinas. Cuando la palabra de Dios dice: “No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece” (1 Juan 2:15), no está poniendo sobre aviso respecto a lo que haya en el mundo que nos pueda atraer y embaucar en sus redes porque en muchas ocasiones, estas cosas se oponen al amor, la paz y el gozo que hayamos junto a Dios, hoy y por toda la eternidad.