domingo, 7 de octubre de 2018

Opuestos a Dios

lo normal lo anormal malo bueno
Hace unos años leí la historia siguiente en la hoja del calendario de La Buena Semilla: “Un juez
jubilado, cuyos escritos modificaron las decisiones de la Corte Suprema de su país, hizo el siguiente comentario: Hoy, la mayoría de la gente quiere que “lo que es anormal sea normalizado” y “lo que es normal se vuelva anormal””.
La Biblia predijo esta situación en palabras del profeta Isaías de esta manera: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20).
“¡Ay de los que…!” Ya estamos viviendo es esa situación y la palabra de Dios pronuncia un ¡Ay! de aviso, una advertencia divina para aquellos que a lo malo llaman bueno y a lo bueno llaman malo. Es una forma clara y rotunda de ir contra lo que Dios creó o estableció en una oposición frontal contra todo lo que suene a divino, en una actitud egocéntrica y autosuficiente, en una posición que aboca al abismo del caos en el que se está cayendo la sociedad por darle la espalda al Dios santísimo. Por ejemplo, el matrimonio: “Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo… Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!... El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.” Muchos siglos después, Jesús corroboró esas palabras contestando a unos fariseos una pregunta relativa al divorcio: “Jesús respondió: ¿No han leído las Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los hizo hombre y mujer”. Y agregó: Esto explica porque el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo. Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido”. Es en ese marco del matrimonio instituido por Dios “en el principio” de todo, en donde se puede vivir la plenitud de la sexualidad sin embargo, la sociedad actual ha llegado a la conclusión de que la institución del matrimonio se ha convertido en una atadura sofocante y anticuada y por tanto, se inventa muchas posibilidades de matrimonios, diferentes al establecido por Dios, con el único y egoísta objetivo de que “lo importante es que UNO sea feliz”. De nuevo vuelvo a leer la profecía de Isaías, escrita unos 700 años antes de Cristo, por medio de la cual Dios advierte que nuestra sociedad enfermaría desde la cabeza hasta los pies. Alguien me puede reprochar que estas palabras van dirigidas al pueblo rebelde de Judá, y es verdad, pero pueden analizar las palabras de este mensaje y ver en qué se diferencia ese pueblo de la sociedad actual, y donde pone ‘pueblo de Judá’, pongan ‘sociedad actual’ y verán a quién van dirigidas: “¡Escuchen oh cielos! ¡Presta atención, oh tierra! Esto dice el SEÑOR: Los hijos que crié y cuidé se han rebelado contra mí. Hasta un buey conoce a su dueño, y un burro reconoce los cuidados de su amo, pero Israel no conoce a su amo. Mi pueblo no reconoce mis cuidados a su favor. ¡Qué nación tan pecadora, pueblo cargado con el peso de su culpa! Está lleno de gente malvada, hijos corruptos que han rechazado al SEÑOR. Han despreciado al Santo de Israel y le han dado la espalda. ¿Por qué buscar más castigo? ¿Se rebelarán para siempre? Tienen la cabeza herida y el corazón angustiado. Desde los pies hasta la cabeza, están llenos de golpes, cubiertos de moratones, contusiones y heridas infectadas, sin vendajes ni ungüentos que los alivien. Su país yace en ruinas y sus ciudades han sido incendiadas. Los extranjeros saquean sus campos frente a sus propios ojos y destruyen todo lo que ven a su paso. La hermosa Jerusalén está abandonada como el refugio del cuidador en un viñedo, como la choza en un campo de pepinos después de la cosecha, como una ciudad indefensa y sitiada. Si el Señor de los Ejércitos Celestiales no hubiera perdonado la vida a unos cuantos entre nosotros, habríamos sido exterminados como Sodoma y destruidos como Gomorra. Escuchen al Señor, líderes de “Sodoma”. Escuchen la ley de nuestro Dios, pueblo de “Gomorra””. (Isaías 1:2-10).
La sociedad con todas sus herramientas se ha encargado de orientar a todo el mundo hacia la perversión sexual, la violencia y la anarquía, de manera que las relaciones normales, el respeto a la ley y el valor de la vida son atacados por todas partes.
Vivir opuestos a Dios es una constante desde la entrada del pecado en el mundo (Génesis 3), sin tener en cuenta la soberanía, la sabiduría y la perfección del Dios de los cielos. Pero hay un pueblo diferente, apartado (santificado) por Dios mismo, “un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrara otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. Antes no tenían identidad como pueblo, ahora son pueblo de Dios. Antes no recibieron misericordia, ahora han recibido la misericordia de Dios”. Los cristianos obedecen la palabra de Dios y deben separarse de todo lo que signifique desobedecer las leyes divinas. Cuando la palabra de Dios dice: “No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece” (1 Juan 2:15), no está poniendo sobre aviso respecto a lo que haya en el mundo que nos pueda atraer y embaucar en sus redes porque en muchas ocasiones, estas cosas se oponen al amor, la paz y el gozo que hayamos junto a Dios, hoy y por toda la eternidad.

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