Hace unos años leí la historia siguiente en la hoja del
calendario de La Buena Semilla: “Un juez
jubilado, cuyos escritos modificaron
las decisiones de la Corte Suprema de su país, hizo el siguiente comentario:
Hoy, la mayoría de la gente quiere que “lo que es anormal sea normalizado” y “lo
que es normal se vuelva anormal””.
La Biblia predijo esta situación en palabras del profeta
Isaías de esta manera: “¡Ay de los que a
lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las
tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías
5:20).
“¡Ay de los que…!” Ya estamos viviendo es esa situación y la
palabra de Dios pronuncia un ¡Ay! de aviso, una advertencia divina para
aquellos que a lo malo llaman bueno y a lo bueno llaman malo. Es una forma
clara y rotunda de ir contra lo que Dios creó o estableció en una oposición
frontal contra todo lo que suene a divino, en una actitud egocéntrica y
autosuficiente, en una posición que aboca al abismo del caos en el que se está
cayendo la sociedad por darle la espalda al Dios santísimo. Por ejemplo, el
matrimonio: “Así que Dios creó a los
seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los
creó. Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: Sean fructíferos y
multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces
del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo…
Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!... El
hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se
convierten en uno solo.” Muchos siglos después, Jesús corroboró esas
palabras contestando a unos fariseos una pregunta relativa al divorcio: “Jesús respondió: ¿No han leído las
Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los hizo hombre y
mujer”. Y agregó: Esto explica porque el hombre deja a su padre y a su madre, y
se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo. Como ya no son dos
sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido”. Es en ese marco del
matrimonio instituido por Dios “en el principio” de todo, en donde se puede
vivir la plenitud de la sexualidad sin embargo, la sociedad actual ha llegado a
la conclusión de que la institución del matrimonio se ha convertido en una
atadura sofocante y anticuada y por tanto, se inventa muchas posibilidades de
matrimonios, diferentes al establecido por Dios, con el único y egoísta
objetivo de que “lo importante es que UNO sea feliz”. De nuevo vuelvo a leer la
profecía de Isaías, escrita unos 700 años antes de Cristo, por medio de la cual
Dios advierte que nuestra sociedad enfermaría desde la cabeza hasta los pies.
Alguien me puede reprochar que estas palabras van dirigidas al pueblo rebelde
de Judá, y es verdad, pero pueden analizar las palabras de este mensaje y ver
en qué se diferencia ese pueblo de la sociedad actual, y donde pone ‘pueblo de
Judá’, pongan ‘sociedad actual’ y verán a quién van dirigidas: “¡Escuchen oh cielos! ¡Presta atención, oh
tierra! Esto dice el SEÑOR: Los hijos que crié y cuidé se han rebelado contra
mí. Hasta un buey conoce a su dueño, y un burro reconoce los cuidados de su
amo, pero Israel no conoce a su amo. Mi pueblo no reconoce mis cuidados a su
favor. ¡Qué nación tan pecadora, pueblo cargado con el peso de su culpa! Está
lleno de gente malvada, hijos corruptos que han rechazado al SEÑOR. Han
despreciado al Santo de Israel y le han dado la espalda. ¿Por qué buscar más
castigo? ¿Se rebelarán para siempre? Tienen la cabeza herida y el corazón
angustiado. Desde los pies hasta la cabeza, están llenos de golpes, cubiertos
de moratones, contusiones y heridas infectadas, sin vendajes ni ungüentos que
los alivien. Su país yace en ruinas y sus ciudades han sido incendiadas. Los
extranjeros saquean sus campos frente a sus propios ojos y destruyen todo lo
que ven a su paso. La hermosa Jerusalén está abandonada como el refugio del
cuidador en un viñedo, como la choza en un campo de pepinos después de la
cosecha, como una ciudad indefensa y sitiada. Si el Señor de los Ejércitos
Celestiales no hubiera perdonado la vida a unos cuantos entre nosotros,
habríamos sido exterminados como Sodoma y destruidos como Gomorra. Escuchen al
Señor, líderes de “Sodoma”. Escuchen la ley de nuestro Dios, pueblo de “Gomorra””.
(Isaías 1:2-10).
La sociedad con todas sus herramientas se ha encargado de
orientar a todo el mundo hacia la perversión sexual, la violencia y la anarquía,
de manera que las relaciones normales, el respeto a la ley y el valor de la
vida son atacados por todas partes.
Vivir opuestos a Dios es una constante desde la entrada del
pecado en el mundo (Génesis 3), sin tener en cuenta la soberanía, la sabiduría
y la perfección del Dios de los cielos. Pero hay un pueblo diferente, apartado
(santificado) por Dios mismo, “un pueblo
elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios.
Por eso pueden mostrara otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir
de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. Antes no tenían identidad como
pueblo, ahora son pueblo de Dios. Antes no recibieron misericordia, ahora han
recibido la misericordia de Dios”. Los cristianos obedecen la palabra de
Dios y deben separarse de todo lo que signifique desobedecer las leyes divinas.
Cuando la palabra de Dios dice: “No amen
a este mundo ni las cosas que les ofrece” (1 Juan 2:15), no está poniendo sobre
aviso respecto a lo que haya en el mundo que nos pueda atraer y embaucar en sus
redes porque en muchas ocasiones, estas cosas se oponen al amor, la paz y el
gozo que hayamos junto a Dios, hoy y por toda la eternidad.
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