sábado, 24 de agosto de 2019

¿Qué está haciendo Dios en tu vida?

Dios nos da eterno consuelo y buena esperanza
Hay un pasaje en la Biblia en el que podemos ver resumida la obra de Dios en nuestra vida: “Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y nuestro Padre Dios quien nos amó y por gracia nos dio eterno consuelo y buena esperanza, anime vuestros corazones y os confirme en toda obra y palabra buena.” (2 Tesalonicenses 2:16-17).
En primer lugar leemos que es el mismo Dios Padre quien nos da eterno consuelo a nuestros corazones. La frase en sí, ya nos “llena” simplemente al pensar que el Dios Creador, Omnipotente y Santo se preocupe de consolarnos; se llena el corazón de agradecimiento ante una bendición semejante, sin medida (eterna), personalizada en cada uno de sus hijos. Es una labor más de Su gracia que derrama Su consuelo de una manera efectiva y práctica a pesar de nuestro pecado, y gracias a la obra perfecta y completa de Jesucristo que se ofreció para redimirnos, pagando el precio de nuestro castigo merecido, que nos ha llevado de la mano a una relación eterna con Él, con el Dios infinito y supremo, nosotros criaturas débiles y pequeñas, le pertenecemos, somos suyos al precio de la sangre de Jesucristo, nunca, y digo nunca, nos dará la espalda ni tendremos que temer su ira escondiéndonos avergonzados ya que nunca nos recordará nuestro pecado, el cual impedía esa relación y hacía imposible que pudiésemos acceder a su presencia terrible y majestuosa. Es más, tenemos promesas suyas dirigidas a bendecirnos y todo gracias a que nuestra nueva posición de reconciliación en Él no está basada en nuestros logros, ni en nuestra conducta, sino en la conducta perfecta de Su Hijo.
¡Que hermosas palabras! Nos amó y nos dio eterno consuelo y buena esperanza. Nada menos que la esperanza de una vida terna en Su presencia, conociendo a Jesús y conviviendo con Él, teniendo toda la eternidad para hablar con Él, preguntarle, intimar, conocerle más y más hasta quedar saciados de tanta sabiduría, ternura, amor y belleza incomparable del eterno Hijo de Dios, nuestro salvador, redentor, amigo, hermano…
Siguiendo el texto de Tesalonicenses, vemos una segunda labor que Dios está haciendo en la vida de sus santos: “…os confirme en toda obra y palabra buena.” Es el resumen y la definición de las consecuencias de la obra de transformación que Dios efectúa en nuestras vidas por medio del Espíritu Santo, de manera que, en Su gracia, Dios transforma nuestros corazones para que en nuestras palabras y obras vivamos cada día como a Él le agrada, obedeciendo sus estatutos. De manera que somos transformados por gracia, la gracia de Dios de quien mana todo el proceso de elección, redención, salvación, reconciliación para aquellos que en otro tiempo vivimos de espaldas a Él. ¡Cómo no va a animar esto nuestros corazones! Es muchísimo más de lo que podíamos esperar y merecer, de manera que una vez más reconocemos que solo podemos saborear los bordes de la Gracia de Dios y que es mucho lo que en Su misericordia, nos queda por disfrutar por su bondad en base a la cruz de Cristo de donde sale el mensaje más consolador y las promesas más poderosas para transformar nuestra vida.
Gracias Señor.

lunes, 19 de agosto de 2019

Un regalo de Dios

fe
Ya he escrito otras veces sobre la fe; esto no dice nada porque la fe es un tema que llena miles de páginas según cómo se quiera enfocar, afrontar, estudiar, analizar.
Como ya he hecho en otras ocasiones, empiezo con la mejor definición sobre la fe que conozco que es la que se encuentra en la carta a los Hebreos en la Biblia, en el capítulo 11 llamado de “los héroes de la fe”: “La fe es la constancia de las cosas que se esperan, la comprobación de los hechos que no se ven.” La versión de la Biblia Reina Valera de 1960 la define así: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” El escritor define la fe como una conclusión de lo que ha hablado en los capítulos anteriores sobre Jesucristo, su revelación, como Autor de la salvación, como superior a Moisés representante de la Ley; como sumo sacerdote superior a todos los sumos sacerdotes que le precedieron y como valedor de un pacto superior a todos los pactos registrados; como Autor y víctima del sacrificio perfecto, completo, final y útil para poder tener acceso a Dios. Todas estas cosas sobre Jesucristo nos revelan una Obra suprema de Salvación que invitan al Autor de esta carta y a nosotros, lectores, a llegar a la puerta de las conclusiones y las decisiones sobre todo lo revelado y, en sus palabras, nos invita: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Retengamos firme la confesión de la esperanza sin vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido.” En otras palabras, creamos lo que Dios ha hecho por nosotros en la persona del Señor Jesucristo porque, Dice Dios: “Mi justo vivirá por fe”, o sea, la fe es necesaria para creer en lo que Dios ha hecho y ha prometido, de manera que podamos perseverar y seguir adelante confiando en Él hasta el final, como dice al final del capítulo 10: “Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.”
¿Somos así? ¿Tenemos la certidumbre de las promesas de Dios? ¿Tenemos confianza en el poder de Dios? Por eso el escritor dice a continuación: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera…”, porque el que tiene fe cree en todas las cosas de las que en la Biblia se habla sobre Dios, Jesucristo y la obra del Espíritu Santo en los corazones de las personas.
Pero, ¿es todo esto normal, fácil de asimilar o es que mi capacidad de comprensión es tan pequeña que no puedo por menos que poner en duda todas estas cosas y tener dolor de cabeza si trato de asimilarlas y digerirlas? Efectivamente, la fe no es normal para ti, para mí, para ninguno, por eso la fe es un regalo de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios;” (Efesios 2:8). Tiene que ser un regalo de Dios porque la fe no es algo normal que tengamos dentro de nuestras capacidades, es algo antinatural tener fe en Dios a quien no vemos ni oímos ¿cómo vamos a creer encima, en sus promesas que, desde nuestro pobre punto de vista, parecen increíbles? Hay muchas cosas que consideramos ‘normales’ porque las tenemos ahí, convivimos con ellas todos los días, como el miedo, nuestros pensamientos, deseos, anhelos, dudas, envidias manipulaciones… Es normal buscar trabajo y tenerlo, comprar, conseguir comida, sufrir, la enfermedad, la desmoralización, el optimismo y el pesimismo y todas las cosas con las que vivimos y luchamos diariamente que consideramos ‘normales’, pero ¿la fe en Dios? Es Dios mismo en su gracia y misericordia el que no da la fe y el poder para creer y no solo eso, Él actúa de manera que en nuestra relación con Él, vamos siendo transformados y moldeados de manera que podemos llegar a considerar totalmente normal que es Él un Dios activo, vivo, cercano y, encima, galardonador de los que le buscan, porque sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de los que le buscan (Hebreos 11:6).
Es verdad que nuestra fe es a veces muy pequeña, débil y frágil, no obstante, a través de la historia hemos conocido grandes hombre y héroes de la fe, ahí tenemos la relación de Hebreos 11, pero también Jesús reconoció que “si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este momento: “Pásate de aquí, allá; y se pasará. Nada os será imposible.” (Mateo 17:20). Por eso en los momentos más difíciles de nuestra vida, la fe nos ayuda a recordar que Dios siempre está a nuestro lado, aunque, por las circunstancias, lleguemos a dudar y a pensar que nos ha olvidado; en muchas ocasiones obra de esta manera para que aprendamos a depender de Él y no de nuestras fuerzas, conocimiento, experiencia y recursos. Él nos va a ir transformando en personas de fe, pero una fe radical en Dios, el Todopoderoso creador para quien no hay nada imposible o difícil de hacer, sabiendo que por Su bendita Gracia, nosotros somos su barro en manos del Alfarero (Romanos 9:20 ss.), de manera que no va a sacarnos de Su taller de alfarería hasta que nos haya transformado en personas que creen sin dudar.