lunes, 19 de agosto de 2019

Un regalo de Dios

fe
Ya he escrito otras veces sobre la fe; esto no dice nada porque la fe es un tema que llena miles de páginas según cómo se quiera enfocar, afrontar, estudiar, analizar.
Como ya he hecho en otras ocasiones, empiezo con la mejor definición sobre la fe que conozco que es la que se encuentra en la carta a los Hebreos en la Biblia, en el capítulo 11 llamado de “los héroes de la fe”: “La fe es la constancia de las cosas que se esperan, la comprobación de los hechos que no se ven.” La versión de la Biblia Reina Valera de 1960 la define así: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” El escritor define la fe como una conclusión de lo que ha hablado en los capítulos anteriores sobre Jesucristo, su revelación, como Autor de la salvación, como superior a Moisés representante de la Ley; como sumo sacerdote superior a todos los sumos sacerdotes que le precedieron y como valedor de un pacto superior a todos los pactos registrados; como Autor y víctima del sacrificio perfecto, completo, final y útil para poder tener acceso a Dios. Todas estas cosas sobre Jesucristo nos revelan una Obra suprema de Salvación que invitan al Autor de esta carta y a nosotros, lectores, a llegar a la puerta de las conclusiones y las decisiones sobre todo lo revelado y, en sus palabras, nos invita: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Retengamos firme la confesión de la esperanza sin vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido.” En otras palabras, creamos lo que Dios ha hecho por nosotros en la persona del Señor Jesucristo porque, Dice Dios: “Mi justo vivirá por fe”, o sea, la fe es necesaria para creer en lo que Dios ha hecho y ha prometido, de manera que podamos perseverar y seguir adelante confiando en Él hasta el final, como dice al final del capítulo 10: “Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.”
¿Somos así? ¿Tenemos la certidumbre de las promesas de Dios? ¿Tenemos confianza en el poder de Dios? Por eso el escritor dice a continuación: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera…”, porque el que tiene fe cree en todas las cosas de las que en la Biblia se habla sobre Dios, Jesucristo y la obra del Espíritu Santo en los corazones de las personas.
Pero, ¿es todo esto normal, fácil de asimilar o es que mi capacidad de comprensión es tan pequeña que no puedo por menos que poner en duda todas estas cosas y tener dolor de cabeza si trato de asimilarlas y digerirlas? Efectivamente, la fe no es normal para ti, para mí, para ninguno, por eso la fe es un regalo de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios;” (Efesios 2:8). Tiene que ser un regalo de Dios porque la fe no es algo normal que tengamos dentro de nuestras capacidades, es algo antinatural tener fe en Dios a quien no vemos ni oímos ¿cómo vamos a creer encima, en sus promesas que, desde nuestro pobre punto de vista, parecen increíbles? Hay muchas cosas que consideramos ‘normales’ porque las tenemos ahí, convivimos con ellas todos los días, como el miedo, nuestros pensamientos, deseos, anhelos, dudas, envidias manipulaciones… Es normal buscar trabajo y tenerlo, comprar, conseguir comida, sufrir, la enfermedad, la desmoralización, el optimismo y el pesimismo y todas las cosas con las que vivimos y luchamos diariamente que consideramos ‘normales’, pero ¿la fe en Dios? Es Dios mismo en su gracia y misericordia el que no da la fe y el poder para creer y no solo eso, Él actúa de manera que en nuestra relación con Él, vamos siendo transformados y moldeados de manera que podemos llegar a considerar totalmente normal que es Él un Dios activo, vivo, cercano y, encima, galardonador de los que le buscan, porque sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de los que le buscan (Hebreos 11:6).
Es verdad que nuestra fe es a veces muy pequeña, débil y frágil, no obstante, a través de la historia hemos conocido grandes hombre y héroes de la fe, ahí tenemos la relación de Hebreos 11, pero también Jesús reconoció que “si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este momento: “Pásate de aquí, allá; y se pasará. Nada os será imposible.” (Mateo 17:20). Por eso en los momentos más difíciles de nuestra vida, la fe nos ayuda a recordar que Dios siempre está a nuestro lado, aunque, por las circunstancias, lleguemos a dudar y a pensar que nos ha olvidado; en muchas ocasiones obra de esta manera para que aprendamos a depender de Él y no de nuestras fuerzas, conocimiento, experiencia y recursos. Él nos va a ir transformando en personas de fe, pero una fe radical en Dios, el Todopoderoso creador para quien no hay nada imposible o difícil de hacer, sabiendo que por Su bendita Gracia, nosotros somos su barro en manos del Alfarero (Romanos 9:20 ss.), de manera que no va a sacarnos de Su taller de alfarería hasta que nos haya transformado en personas que creen sin dudar.

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