Ya he escrito otras veces sobre la fe; esto no dice nada
porque la fe es un tema que llena miles de páginas según cómo se quiera
enfocar, afrontar, estudiar, analizar.
Como ya he hecho en otras ocasiones, empiezo con la mejor
definición sobre la fe que conozco que es la que se encuentra en la carta a los
Hebreos en la Biblia, en el capítulo 11 llamado de “los héroes de la fe”: “La fe es la constancia de las cosas que se esperan,
la comprobación de los hechos que no se ven.” La versión de la Biblia Reina
Valera de 1960 la define así: “Es, pues,
la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” El
escritor define la fe como una conclusión de lo que ha hablado en los capítulos
anteriores sobre Jesucristo, su revelación, como Autor de la salvación, como
superior a Moisés representante de la Ley; como sumo sacerdote superior a todos
los sumos sacerdotes que le precedieron y como valedor de un pacto superior a
todos los pactos registrados; como Autor y víctima del sacrificio perfecto,
completo, final y útil para poder tener acceso a Dios. Todas estas cosas sobre
Jesucristo nos revelan una Obra suprema de Salvación que invitan al Autor de
esta carta y a nosotros, lectores, a llegar a la puerta de las conclusiones y
las decisiones sobre todo lo revelado y, en sus palabras, nos invita: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Retengamos
firme la confesión de la esperanza sin
vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido.” En otras palabras,
creamos lo que Dios ha hecho por nosotros en la persona del Señor Jesucristo
porque, Dice Dios: “Mi justo vivirá por
fe”, o sea, la fe es necesaria para creer en lo que Dios ha hecho y ha
prometido, de manera que podamos perseverar y seguir adelante confiando en Él
hasta el final, como dice al final del capítulo 10: “Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición,
sino de los que tienen fe para la preservación del alma.”
¿Somos así? ¿Tenemos la certidumbre de las promesas de Dios?
¿Tenemos confianza en el poder de Dios? Por eso el escritor dice a
continuación: “Es, pues, la fe la certeza
de lo que se espera…”, porque el que tiene fe cree en todas las cosas de
las que en la Biblia se habla sobre Dios, Jesucristo y la obra del Espíritu
Santo en los corazones de las personas.
Pero, ¿es todo esto normal, fácil de asimilar o es que mi
capacidad de comprensión es tan pequeña que no puedo por menos que poner en
duda todas estas cosas y tener dolor de cabeza si trato de asimilarlas y
digerirlas? Efectivamente, la fe no es normal para ti, para mí, para ninguno,
por eso la fe es un regalo de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de
la fe; y esto no es de vosotros, pues es
don de Dios;” (Efesios 2:8). Tiene que ser un regalo de Dios porque la
fe no es algo normal que tengamos dentro de nuestras capacidades, es algo
antinatural tener fe en Dios a quien no vemos ni oímos ¿cómo vamos a creer
encima, en sus promesas que, desde nuestro pobre punto de vista, parecen
increíbles? Hay muchas cosas que consideramos ‘normales’ porque las tenemos
ahí, convivimos con ellas todos los días, como el miedo, nuestros pensamientos,
deseos, anhelos, dudas, envidias manipulaciones… Es normal buscar trabajo y
tenerlo, comprar, conseguir comida, sufrir, la enfermedad, la desmoralización,
el optimismo y el pesimismo y todas las cosas con las que vivimos y luchamos
diariamente que consideramos ‘normales’, pero ¿la fe en Dios? Es Dios mismo en
su gracia y misericordia el que no da la fe y el poder para creer y no solo
eso, Él actúa de manera que en nuestra relación con Él, vamos siendo
transformados y moldeados de manera que podemos llegar a considerar totalmente
normal que es Él un Dios activo, vivo, cercano y, encima, galardonador de los
que le buscan, porque sin fe es
imposible agradar a Dios, porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de
los que le buscan (Hebreos 11:6).
Es
verdad que nuestra fe es a veces muy pequeña, débil y frágil, no obstante, a
través de la historia hemos conocido grandes hombre y héroes de la fe, ahí
tenemos la relación de Hebreos 11, pero también Jesús reconoció que “si tenéis fe como un grano de mostaza,
diréis a este momento: “Pásate de aquí, allá; y se pasará. Nada os será
imposible.” (Mateo 17:20). Por eso en los momentos más difíciles de nuestra
vida, la fe nos ayuda a recordar que Dios siempre está a nuestro lado, aunque,
por las circunstancias, lleguemos a dudar y a pensar que nos ha olvidado; en
muchas ocasiones obra de esta manera para que aprendamos a depender de Él y no
de nuestras fuerzas, conocimiento, experiencia y recursos. Él nos va a ir
transformando en personas de fe, pero una fe radical en Dios, el Todopoderoso
creador para quien no hay nada imposible o difícil de hacer, sabiendo que por
Su bendita Gracia, nosotros somos su barro en manos del Alfarero (Romanos
9:20 ss.), de manera que no va a sacarnos de Su taller de alfarería hasta que
nos haya transformado en personas que creen sin dudar.
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