miércoles, 18 de julio de 2018

¿Estamos solos en el universo?

solos en el universo
A punto de salir de vacaciones y por tanto entrar en ese exclusivo grupo de aquellos pocos y privilegiados que no tienen medios técnicos para escribir y publicar, afronto una pregunta más de lo que he dado en llamar la serie sobre las clásicas preguntas que todo el mundo se hace: “¿Estamos solos en el universo?”; “¿hay vida en otros planetas?”.
Teniendo en cuenta los miles de millones de planetas que se calcula que hay en el espacio se supone que sí, que debería haber vida en otros lugares, aunque hasta el momento no se haya encontrado. Por supuesto los evolucionistas aseguran que igual que en la Tierra se ha desarrollado la vida a través de un organismo microscópico, puede haber ese tipo de organismos latentes en otros planetas a la espera de otra hipotética evolución. Científicamente no hay nada probado, que yo sepa, por lo que la pregunta sigue ahí latente, más como una curiosidad ya que una respuesta negativa abriría las puertas a la imaginación y al suspense por saber cómo se desarrolla la vida en otros planetas por ahí perdidos.
Los astrónomos que se dedican a enviar y a rastrear señales procedentes del espacio exterior, cada vez están más desanimados y pesimistas en “contactar” con alguien ya que llevan más de 50 años haciéndolo y no hay respuesta; seguro que habrá optimistas que aún la esperen pero las distancias son tan grandes en esa “ventana silenciosa” a la que nos asomamos que, aunque le pongamos mucha ilusión, da la sensación de que recibir algún tipo de señal procedente de otra hipotética civilización, parece más que improbable.
Los cristianos buscamos respuestas en la Biblia: ¿hay algo sobre esto en la revelación dada por Dios a los hombres? No… ¿o sí? Con claridad, no, pero es evidente que la revelación divina va dirigida a nosotros, centro de la creación de Dios y que el plan de salvación elaborado desde antes del principio de los tiempos (2 Timoteo 1:9) es para nosotros a causa de que nos rebelamos contra el Creador queriendo ser independientes y autosuficientes. Si además pensamos que Jesucristo es el unigénito Hijo de Dios, Dios encarnado para habitar entre sus criaturas, ¿qué sucede en el resto de las civilizaciones? ¿ellos no se han rebelado? ¿se ha encarnado Dios en otro tipo de criaturas para vivir entre ellos? ¿no ha sido necesario? Temo entrar en algún tipo de blasfemia haciéndome este tipo de preguntas, así que me voy a centrar en la Escritura. ¿Qué dice? “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra.” Aquí tenemos la primera pista. La tierra protagonista exclusiva de esta maravillosa creación. El resto… ¡los cielos! Y aquí entran los miles de millones de estrellas, planetas, galaxias, etc., una inmensa cantidad de materia en el universo de cuyas dimensiones nuestra mente es incapaz de plasmar en cifras. La sencillez del relato bíblico lo plasma así: “Dios hizo dos grandes luces: la más grande para que gobernara el día, y la más pequeña para que gobernara la noche. También hizo las estrellas.” (Génesis 1:16). Si nos fijamos, el relato está centrado en la tierra, en cómo iba a ser alumbrada, en cómo iban a entrar y salir las estaciones, en qué distancia exacta tendría que haber entre ella y el sol para que la creación fuese posible y las plantas y los animales no se abrasasen. Y lo más importante: “Dios creó a los seres humanos a su propia imagen…, hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27). ¡Sublime! El Creador prepara el sitio, lo llena de plantas y animales y luego, como broche final, crea al hombre y a la mujer y luego, como Creador y Señor de toda la creación, los bendice y les da instrucciones: “Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo.” (Génesis 1:28). Esto es solo el inicio. Después la historia nos cuenta en que desencadenó el deseo del hombre y la mujer de ser “dioses” hasta el punto de que supimos que “Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16). 
¡Dios amó al mundo! A mí no me cuadra que si hubiese otros mundos no lo supiésemos a través de la Biblia porque Dios desarrolla su inmenso plan de salvación por el mundo, este mundo que Él ha creado y al que ama tanto. No se atisban otros en estas palabras y menos pensando que el Hijo de Dios murió crucificado por los pecados de todo el mundo. Este mundo. El mundo en el que Dios nos ha puesto para que lo gobernemos. ¿Y qué hacemos, lo gobernamos o lo gastamos mal-usándolo? En nuestra soberbia, preferimos gastar miles de millones en buscar si hay agua en Marte o algún tipo de microbio que nos dé pie a pensar que la creación tal y como se relata en la Biblia es un mito, que realmente todo ha sido fruto del azar, mientras que en nuestro planeta hay millones de personas que se mueren de sed y de hambre ¿hay algo más sin sentido? Dicen que si encontramos agua en otro planeta por ahí fuera, tenemos más posibilidades de cambiarnos a él cuando la Tierra termine sus recursos. O sea, millones gastados en buscar una solución a un problema futuro que aún no se ha dado, solución que supongo sería para unos pocos escogidos, privilegiados y ricos, mientras aquí, ahora, se están ya muriendo por inanición.
A la luz de la Palabra de Dios, y dejando claro que en Ella no se dice nada al respecto, creo que sí estamos solos en el universo como civilización, como planeta habitado. Aunque hay un lugar en donde está Dios y miles de millones de criaturas suyas, ángeles, serafines, arcángeles, etc., que sí se mencionan en la Biblia, que en ocasiones están entre nosotros, y que más pronto que tarde conoceremos, cuando el fin de los tiempos se cumpla, según el reloj del Creador, Soberano, Rey y Señor.