viernes, 17 de febrero de 2023

¿Cómo resucitarán los muertos?

Ya he visto un almendro en flor. Estamos a mediados de febrero y los primeros indicios de la primavera son siempre esperanzadores, al menos para mí que como sabéis no me gusta el frío. Este año no me puedo quejar, no ha hecho demasiado. No opinarán igual los que lo están pasando en la calle y pienso en los turcos y los sirios que han empezado el año con tantísimo sufrimiento. Pensando así, nosotros no nos podemos quejar de nada.

El almendro ya está en flor en muchos lugares de España, pero los otros árboles están como desnudos, inertes, casi parece como si clamasen por la llegada del sol; no están muertos aunque lo pareciese, están muy vivos pero su actividad no se ve hasta que explosiona la primavera mostrando un sinfín de colores, de actividad, de brotes verdes, de hojas, de flores.

Además los días empiezan a ser más largos, lo vamos notando en la tarde como poco a poco la claridad le va comiendo tiempo a la noche. Es otra de las cosas que no me gusta del invierno: los días cortos, la noche a las seis de la tarde. Me gusta la luz más que la oscuridad. Me gusta cuando leo en la Biblia que nosotros “somos hijos de la luz y del día; no pertenecemos a la oscuridad y a la noche.” (1 Tesalonicenses 5:5). En referencia a los creyentes en Cristo, el libro de Proverbios tienen un texto muy bonito sobre esto: “El camino de los justos es como la primera luz del amanecer, que brilla cada vez más hasta que el día alcanza todo su esplendor.” (Proverbios 4:18). Creo que se podría aplicar a muchas lecciones espirituales y es un ejemplo gráfico de este cambio del letargo invernal a la actividad vibrante primaveral.
Pero cuando hablamos de “alcanzar todo su esplendor”, recuerdo otros ejemplos que hablan de esperanza en el futuro del que cree en Jesús como su único y suficiente Salvador; leamos uno: “Ya somos hijos de Dios, pero Él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como Él, porque lo veremos tal como Él es.” (1 Juan 3:2). ¿Podemos ver la analogía? La frialdad y oscuridad del invierno, transformándose hasta alcanzar todo su esplendor en el surgir de la primavera. La Creación nos habla en sus vivas imágenes de realidades espirituales que todavía no nos han sido mostradas pero que llegarán cuando llegue el tiempo. La Biblia nos habla de que vamos a ser transformados hasta alcanzar el esplendor de la imagen de Cristo, algo que se nos antoja tan sublime que no queremos imaginárnoslo por temor a que no sea así, pero es un error no querer creer por los ojos de la fe lo que la Palabra de Dios nos asegura que va a suceder más pronto que tarde.
El apóstol Pablo nos va describiendo los pasos que se han ido dando empezando por el precursor, “las primicias” como dice: “Lo cierto es que Cristo sí resucitó de los muertos. Él es el primer fruto de una gran cosecha, el primero de todos los que murieron.” (1 Corintios 15:20). La naturaleza nos muestra al invierno como si todo estuviese muerto, pero en la primavera resucita. La Biblia cuando habla de la muerte de los creyentes en Cristo dice que están durmiendo, como si estuviesen en el letargo invernal. Pero la Biblia profetiza el despertar primaveral hasta alcanzar “todo su esplendor”. Igual que Cristo ha resucitado, nosotros también lo vamos a hacer y en la resurrección, nosotros seremos transformados.
Lógicamente surge la pregunta: “¿Cómo resucitarán los muertos?”. La Biblia también se la hace y nos da la respuesta: “Pero alguien podría preguntar: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Qué clase de cuerpo tendrán?”. ¡Qué pregunta tan tonta! Cuando pones una semilla en la tierra, ésta no crece y llega a ser una planta a menos que muera primero; y lo que pones en el suelo no es la planta que crecerá sino tan solo una simple semilla de trigo o de lo que estés sembrando. Luego Dios le da el cuerpo nuevo que Él quiere que tenga. De cada clase de semilla crece una planta diferente.” (1 Corintios 15:35-38). ¡Qué respuesta más impresionante utilizando las clases gráficas de la naturaleza que nos rodea! Sin embargo, es así, porque así nos dice que será en la resurrección de los muertos:
“Lo mismo sucede con la resurrección de los muertos. Cuando morimos, nuestros cuerpos terrenales son plantados en la tierra, pero serán resucitados para que vivan por siempre. Nuestros cuerpos son enterrados en deshonra, pero serán resucitados en gloria. Son enterrados en debilidad, pero serán resucitados en fuerza.  Son enterrados como cuerpos humanos naturales, pero serán resucitados como cuerpos espirituales. Pues, así como hay cuerpos naturales, también hay cuerpos espirituales.” (1 Corintios 15:42-44). ¿Qué significa todo esto de que seremos enterrados en deshonra y resucitados en gloria? Más o menos todos sabemos qué sucede cuando una persona muere y es enterrada: parecido a la semilla plantada, el cuerpo enterrado comienza su proceso natural de descomposición. Pero lo que dice la Biblia es que el cuerpo del creyente se va a levantar en la resurrección allí donde se encuentren sus restos. Ser enterrados en deshonra se traduce por “ser sembrados en corrupción” debido a la naturaleza y consecuencias del pecado. Pero “seremos resucitados en gloria” porque en el momento de la resurrección seremos liberados de esa corrupción. El apóstol Pablo en su carta revelada sigue diciendo que “es necesario”. Veamos: “Pues nuestros cuerpos mortales tienen que ser transformados en cuerpos que nunca morirán; nuestros cuerpos mortales deben ser transformados en cuerpos inmortales. Entonces, cuando nuestros cuerpos mortales hayan sido transformados en cuerpos que nunca morirán, se cumplirá la siguiente Escritura: “La muerte es devorada en victoria.” (1 Corintios 15:53-54). ¡Nuestros cuerpos tienen que ser transformados! De esa manera nuestros nuevos cuerpos van a ser librados de esa corrupción que teníamos cuando fuimos enterrados. ¡Es necesario! ¿Por qué? Porque va a haber un cambio de cuerpo, de un cuerpo mortal a uno inmortal, semejante al cuerpo inmortal con el que Jesucristo resucitó. Los creyentes que durmieron en Cristo experimentarán esa transformación maravillosa después de vivir el “letargo invernal” que es la muerte.
Es necesario porque nuestros cuerpos físicos no pueden entrar en el reino de Dios donde no puede entrar corrupción, por eso es necesaria esa transformación gloriosa y maravillosa.
Puedes buscar las respuestas en la Biblia y sobre la resurrección, todo esto que hemos leído en 1ª Corintios capítulo 15 y más detalles en 1ª Tesalonicenses capítulo 4 a partir del versículo 13.
¡Que el Señor bendiga su lectura!