viernes, 28 de diciembre de 2018

Jesucristo es supremo

Jesucristo es supremo
En estas fechas se habla mucho del Belén, del nacimiento de Jesús, en definitiva de la Navidad, sin pensar, tal vez que la Navidad viene de la palabra natividad que viene a significar el nacimiento de la divinidad. En otras palabras, ¿quién es Jesús y qué ha hecho para que se le recuerde todos los años en la fecha de su nacimiento aproximado? Y digo aproximado porque desde que se usa este calendario, las fechas se han “acomodado” en cierto modo para que coincidan con estas fiestas, pero no es la fecha exacta del nacimiento de Jesús, aunque ese no es el tema que nos ocupa ahora sino contestar a la pregunta: ¿Quién es Jesús y qué ha hecho?
Pablo contestó a esa pregunta en su carta a los Colosenses, en el capítulo 1, con una revelación asombrosa que nos lleva a unas descripciones de la persona de Jesucristo que superan toda inteligencia humana y cualquier otra demostración de saber que no sea la propia del Único que puede revelárnosla: Dios mismo.
Primeramente afirma que Cristo es la imagen visible del Dios invisible. Esto es impresionante porque la misma Palabra de dios nos dice que a dios nadie le vió jamás, sin embargo Jesús ha venido a este pequeño planeta para reflejarlo y revelarlo (Colosenses 1:15). Esta afirmación corrobora otra verdad que recorre la Escritura y deja constancia, muy especialmente, en el evangelio de Juan: que Jesús, además de hombre, también es Dios, porque solo siendo Dios puede manifestar Su imagen, por eso un poco más adelante puede decir que “en Cristo habita corporalmente la plenitud de la deidad” (Colosenses 1:19). El mismo Jesús dijo: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”  y también: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 14:9; 10:30).
Seguramente algún lector se estará haciendo mil preguntas ¿cómo es posible? Evidentemente la palabra “imagen” aquí no se está refiriendo a una fotografía repetida de Dios, Jesús no puede mostrar la imagen perfectísima de Dios, pero en su dimensión divina – humana, Cristo es la misma imagen del Padre o como escribió Gregorio Nacianceno, un arzobispo cristiano de Constantinopla del siglo IV, “se le llama ‘imagen’ porque es consubstancial y porque, en cuanto tal, procede del Padre, sin que el Padre proceda de Él. La naturaleza de una imagen consiste, en efecto, en ser una imitación del arquetipo del que se dice imagen… en el caso del Hijo tenemos la imagen de un ser vivo, una imagen que tiene más semejanza que la que tiene cualquier ser engendrado con su progenitor…”
Sé que cuando surge el misterio de la Trinidad, nuestro cerebro se colapsa y no da para más porque es muy difícil poner en palabras estos misterios divinos que, sin embargo, surgen y constan en la Palabra de Dios constantemente y por lo cual siempre vamos a parar a ellos, solamente para demostrar a Jesucristo, como Hijo de Dios, el Verbo de Dios hecho hombre, descrito en estos textos de Colosenses con la maestría que solo la inspiración del Espíritu Santo de Dios puede demostrar.
En segundo lugar, Pablo escribe que Cristo ya existía antes de que las cosas fueran creadas y es supremo sobre toda la creación. Otras versiones dicen que “es primogénito de toda creación”. Efectivamente Cristo es Dios, ya existía como dice Juan 1:1: “En el principio era el Verbo…” No en el principio de Génesis 1:1, sino antes de que existiese nada ya era: “Yo soy”. Jesús es el primogénito en el sentido de la relación que marca la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, así que primogénito no se refiere en nuestro sentido al heredero en el orden de sucesión, sino al único de esa manera, porque siendo el Hijo de Dios, ambos, en unidad con el Espíritu, tienen una existencia eterna y Cristo, en cuanto es Verbo eterno de Dios, es el primogénito de toda creación, no porque haya sido creado, ni porque deba ser tenido en cuenta como una criatura más, sino porque Él tiene la excelencia de ser el Único Dios verdadero y la causa y el motivo de toda la creación de Dios. Así afirma el texto a continuación: “Porque, por medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra. Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Todo fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses 1:16). ¡Jesucristo es Dios! y por esa razón puede ser presentado como el Creador de todo, visible e invisible. Quisiera destacar la frase “todo fue creado por medio de él y para él”. De nuevo Cristo es mostrado como el supremo Autor, y también como el Sustentador de todo lo creado, como dice Hebreos 1:3, “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. No hay duda que la Palabra de Dios nos está diciendo claramente que todo lo creado está siendo sustentado por la autoridad de Jesucristo, manteniendo un orden, poniendo reglas, límites, órdenes divinas para que toda se sostenga bajo el mandato y las directrices de un Dios Creador. De manera que Colosenses 1:16 nos confirma que tanto la creación como su sostenimiento actual son consecuencia de la Palabra del Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, el humilde carpintero. ¡Que grande es nuestro bendito Salvador!
“Cristo también es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo. Él es el principio, supremo sobre todos los que se levantan de los muertos. Así que él es el primero en todo.” (Colosenses 1:18). Al igual que es el origen y la causa de la creación, Cristo es el origen y la causa del reino espiritual de los creyentes, Él es quien da vida y crecimiento a Su iglesia. La iglesia es un organismo vivo formado por todos los que hemos creído en Jesús como el Autor de la vida y la salvación, y, como Cabeza de este organismo, su vida depende de Él, controla a todos sus miembros, nos controla a ti y a mí, dependemos de esa comunión y vivimos en ella. La iglesia no puede existir por gracia sin la comunicación de vida que procede de Cristo mismo.
Cristo es supremo en todo, y en Su iglesia por supuesto, también. Cristo merece el primer lugar en la honra porque además conquistó la muerte, ganó nuestros corazones con su gran amor y con su sacrificio perfecto por lo que Él lo es todo para nosotros: supremo y Rey, Salvador y Señor, eternamente, por tanto debemos darle la mejor posición honorífica en nuestra vida. ¡Que así sea!

jueves, 27 de diciembre de 2018

Ángeles

ángel
Son protagonistas en muchos momentos de la historia y no deja de ser interesante comprobar que los admitimos de forma natural como si formasen parte del paisaje; se llega a dudar más de otros personajes históricos que de los ángeles, aunque tal vez en el subconsciente de las personas se pueda pensar en ellos como se piensa en Papa Noel, los elfos o los duendes del bosque.
Sin embargo, la Palabra de Dios nos da mucha información sobre los ángeles, seres espirituales creados por Dios para servirle. Hay algún texto que nos dice que se cuentan por millones de millones (Apocalipsis 5:11), algo que aumenta mucho las probabilidades de que en algún momento tengamos a alguno cerca sin saberlo, como sucede en algunos de los relatos bíblicos. Este texto de Hebreos es muy revelador: “Los ángeles son sirvientes, espíritus enviados para cuidar a quienes heredarán la salvación” (Hebreos 1:14). Hay otra promesa que también nos infunde ánimo pensando que están al lado de los creyentes para protegerles y servirles: “El ángel del Señor es un guardián; rodea y defiende a todos los que le temen” (Salmo 34:7). Es evidente que una de sus labores más comunes es la de proteger, no sabemos cómo, suponemos que recibirán órdenes directas de Dios, pero sí los vemos protegiendo, por ejemplo a los niños: “Cuidado con despreciar a cualquiera de estos pequeños. Les digo que, en el cielo, sus ángeles siempre están en la presencia de mi Padre celestial” (Mateo 18:10). (El calificativo “pequeños”, se puede aplicar aquí también a los ‘pequeños en edad espiritual’ en la congregación o a los ‘recién convertidos).
Se da por hecho su presencia en las cercanías de Belén, allí donde nació Jesús, el Salvador del mundo, de manera que cuando se celebra la Navidad con todos sus detalles, los ángeles forman parte del atrezo como unas figuras humanas, con alas, jóvenes, de buen parecer, confundiéndose con el paisaje, pero, si lo meditamos un momento, deberían de ser objeto de nuestra atención por lo que de celestial tienen. No son divinos, ni independientes, no están sometidos a las limitaciones del cuerpo humano, obedecen a Dios, obtienen su poder y su fuerza de Él. Hebreos nos da algunos detalles interesantes sobre los ángeles: “El Hijo es muy superior a los ángeles, de hecho la orden es: que lo adoren todos los ángeles de Dios” Hebreos 1:4, 6. Más detalles: “Pero con respecto a los ángeles, Dios dice: Él envía a sus ángeles como los vientos y a sus sirvientes como llamas de fuego” (Hebreos 1:7). Sus ángeles, sus sirvientes, la Biblia da por hecho su existencia, y aparecen desempeñando papeles muy importantes en el desarrollo de la historia y, muy especialmente, en los acontecimientos que rodean la llegada de Dios a la tierra en la persona de Jesucristo. La traducción de ángel es ‘mensajero’, labor que desempeñan en muchas ocasiones para llevar recados importantes a muchas de las personas implicadas o con relación en el Plan de la Salvación. A algunos incluso se los destaca por su nombre: Gabriel es enviado a Nazaret para anunciarle a María el milagroso nacimiento de Jesús; otro ángel del que no conocemos el nombre, entrega otro mensaje a José, el prometido de María, para que entienda los motivos de su embarazo y para que empiece a comprender que detrás de ese milagros y de otras cosas maravillosas e increíbles que va a ver, está Dios mismo, intercediendo por su criatura para abrir una puerta a la salvación, el escape a la condenación Más tarde será otro ángel el que volverá a decirle a José que huyan a Egipto cuando Herodes pretendía asesinar al “Rey de los Judíos”.
Es en los campos cercanos a Belén donde los ángeles protagonizan una de las escenas más impresionantes y gloriosas cuando, esa misma noche, una multitud de ellos canta y alaba a Dios con un cántico que los pastores del lugar pudieron oír totalmente asombrados, temerosos, sorprendidos y a punto de entrar en shock ¿qué era aquello que estaban viendo? ¿quién es ese niño que anunciaban estos ejércitos celestiales? Sí, podemos hablar de ejércitos celestiales porque el texto sigue diciendo: “Cuando los ángeles regresaron al cielo…” ¡Qué impresionante poder haber formado parte de este grupo de testigos de semejante aparición! Seguramente muy poca gente les hizo caso, tal vez en alguna ocasión los trataron de locos, pero dentro de aquellas gentes humildes que habían tenido el privilegio de ser testigos directos de estas manifestaciones, había una persona ‘que guardaba todas estas cosas en el corazón y pensaba en ellas con frecuencia’: la virgen María.
A lo largo de la vida de Jesús en la tierra, aparecen ángeles sirviendo y fortaleciendo al Hijo de Dios, en una muestra del cuidado y protección que Dios tiene con Jesús y con sus siervos. Cuando Jesús está orando en el Monte de los Olivos “…apareció un ángel del cielo y lo fortaleció” (Lucas 22:43); en la resurrección, fue un ángel del Señor el que con el poder de un terremoto, descendió del cielo, corrió la piedra que tapaba la tumba precintada a un lado y luego se sentó sobre ella ¿Por qué 
sabían los testigos que se trataba de un ángel? “Su rostro brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve”, lo describe el evangelista (Mateo 28:2-3). Los guardias que habían puesto allí temblaron de miedo cuando lo vieron y cayeron desmayados por completo.
Además de las mencionadas, hay muchas apariciones de los ángeles en el relato bíblico, ya que además de obedecer a Dios como mensajeros, también son enviados para alentar o socorrer a los hijos de Dios: “¡Pero anímense! Ninguno de ustedes perderá la vida, aunque el barco se hundirá. Pues anoche un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo estuvo a mi lado y dijo: “¡Pablo, no temas, porque ciertamente serás juzgado ante el César! Además, Dios, en su bondad, ha concedido protección a todos los que navegan contigo”.” (Hechos de los Apóstoles 27:23-24). Las palabras de Pablo atestiguan la presencia real de un ángel animándolo en momentos de gran dificultad; esto es porque cuando los siervos de Dios se hallan en peligro o dificultad, en ocasiones, según el propósito divino, los ángeles son enviados para protegerlos: “Pues él ordenará a sus ángeles que te protejan por donde vayas.” y “…y llegaron ángeles a cuidar de Jesús.” (Salmo 91:11; Mateo 4:11). En el Antiguo Testamento, aparecen en algunos momentos en forma humana, como cuando visitaron a Abraham para darle la buena noticia de que iba a tener un hijo de Sara (Génesis 18:2; 19:1); o en los encuentro proféticos que vivió Ezequiel (Ezequiel 9:2). Pero hay un relato que me gusta especialmente y se encuentra en 2 Reyes 6:15-18 cuando el sirviente del profeta Eliseo tiene miedo a causa del gran ejército arameo: “-¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? – gritó el joven a Eliseo. - ¡No tengas miedo! – le dijo Eliseo-. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos! Entonces Eliseo oró: “Oh Señor, ¡abre los ojos de este joven para que vea!”. Así que el Señor abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego.”
En la Biblia se nos revela de la existencia de dos clases de ángeles: los que sirven a Dios y le obedecen, y los que no lo hacen, los que se rebelaron contra Dios: “Dios ni siquiera perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno, dentro de fosas tenebrosas, donde están encerrados hasta el día del juicio.” (2 Pedro 2:4). Judas 6 nos amplía esta terrible información: “Y les recuerdo de los ángeles que no se mantuvieron dentro de los límites de autoridad que Dios les puso, sino que abandonaron el lugar al que pertenecían. Dios los ha tenido firmemente encadenados en prisiones de oscuridad, en espera del gran día del juicio.” Algunos ángeles, a pesar de haber sido creados perfectos, se llenaron de rebeldía y orgullo y rechazaron la posición que Dios les había otorgado, de manera que esa fue la causa de su caída y por eso están confinados a las tinieblas hasta el día del juicio.
Termino esta pequeña meditación con un ejemplo de los verdaderos ángeles santos de Dios: “Yo, Juan, soy el que vio y oyó todas estas cosas. Cuando las oí y las ví, me postré para adorar a los pies del ángel que me las mostró. Pero él dijo: “no, no me adores a mí. Yo soy un siervo de Dios tal como tú y tus hermanos los profetas, al igual que todos los que obedecen lo que está escrito en este libro. ¡Adora únicamente a Dios!”. (Apocalipsis 22:8-9). ¡Que grande vernos incluidos, juntos con los ángeles, en el grupo de los que adoramos solamente al único Dios y Salvador!