jueves, 27 de diciembre de 2018

Ángeles

ángel
Son protagonistas en muchos momentos de la historia y no deja de ser interesante comprobar que los admitimos de forma natural como si formasen parte del paisaje; se llega a dudar más de otros personajes históricos que de los ángeles, aunque tal vez en el subconsciente de las personas se pueda pensar en ellos como se piensa en Papa Noel, los elfos o los duendes del bosque.
Sin embargo, la Palabra de Dios nos da mucha información sobre los ángeles, seres espirituales creados por Dios para servirle. Hay algún texto que nos dice que se cuentan por millones de millones (Apocalipsis 5:11), algo que aumenta mucho las probabilidades de que en algún momento tengamos a alguno cerca sin saberlo, como sucede en algunos de los relatos bíblicos. Este texto de Hebreos es muy revelador: “Los ángeles son sirvientes, espíritus enviados para cuidar a quienes heredarán la salvación” (Hebreos 1:14). Hay otra promesa que también nos infunde ánimo pensando que están al lado de los creyentes para protegerles y servirles: “El ángel del Señor es un guardián; rodea y defiende a todos los que le temen” (Salmo 34:7). Es evidente que una de sus labores más comunes es la de proteger, no sabemos cómo, suponemos que recibirán órdenes directas de Dios, pero sí los vemos protegiendo, por ejemplo a los niños: “Cuidado con despreciar a cualquiera de estos pequeños. Les digo que, en el cielo, sus ángeles siempre están en la presencia de mi Padre celestial” (Mateo 18:10). (El calificativo “pequeños”, se puede aplicar aquí también a los ‘pequeños en edad espiritual’ en la congregación o a los ‘recién convertidos).
Se da por hecho su presencia en las cercanías de Belén, allí donde nació Jesús, el Salvador del mundo, de manera que cuando se celebra la Navidad con todos sus detalles, los ángeles forman parte del atrezo como unas figuras humanas, con alas, jóvenes, de buen parecer, confundiéndose con el paisaje, pero, si lo meditamos un momento, deberían de ser objeto de nuestra atención por lo que de celestial tienen. No son divinos, ni independientes, no están sometidos a las limitaciones del cuerpo humano, obedecen a Dios, obtienen su poder y su fuerza de Él. Hebreos nos da algunos detalles interesantes sobre los ángeles: “El Hijo es muy superior a los ángeles, de hecho la orden es: que lo adoren todos los ángeles de Dios” Hebreos 1:4, 6. Más detalles: “Pero con respecto a los ángeles, Dios dice: Él envía a sus ángeles como los vientos y a sus sirvientes como llamas de fuego” (Hebreos 1:7). Sus ángeles, sus sirvientes, la Biblia da por hecho su existencia, y aparecen desempeñando papeles muy importantes en el desarrollo de la historia y, muy especialmente, en los acontecimientos que rodean la llegada de Dios a la tierra en la persona de Jesucristo. La traducción de ángel es ‘mensajero’, labor que desempeñan en muchas ocasiones para llevar recados importantes a muchas de las personas implicadas o con relación en el Plan de la Salvación. A algunos incluso se los destaca por su nombre: Gabriel es enviado a Nazaret para anunciarle a María el milagroso nacimiento de Jesús; otro ángel del que no conocemos el nombre, entrega otro mensaje a José, el prometido de María, para que entienda los motivos de su embarazo y para que empiece a comprender que detrás de ese milagros y de otras cosas maravillosas e increíbles que va a ver, está Dios mismo, intercediendo por su criatura para abrir una puerta a la salvación, el escape a la condenación Más tarde será otro ángel el que volverá a decirle a José que huyan a Egipto cuando Herodes pretendía asesinar al “Rey de los Judíos”.
Es en los campos cercanos a Belén donde los ángeles protagonizan una de las escenas más impresionantes y gloriosas cuando, esa misma noche, una multitud de ellos canta y alaba a Dios con un cántico que los pastores del lugar pudieron oír totalmente asombrados, temerosos, sorprendidos y a punto de entrar en shock ¿qué era aquello que estaban viendo? ¿quién es ese niño que anunciaban estos ejércitos celestiales? Sí, podemos hablar de ejércitos celestiales porque el texto sigue diciendo: “Cuando los ángeles regresaron al cielo…” ¡Qué impresionante poder haber formado parte de este grupo de testigos de semejante aparición! Seguramente muy poca gente les hizo caso, tal vez en alguna ocasión los trataron de locos, pero dentro de aquellas gentes humildes que habían tenido el privilegio de ser testigos directos de estas manifestaciones, había una persona ‘que guardaba todas estas cosas en el corazón y pensaba en ellas con frecuencia’: la virgen María.
A lo largo de la vida de Jesús en la tierra, aparecen ángeles sirviendo y fortaleciendo al Hijo de Dios, en una muestra del cuidado y protección que Dios tiene con Jesús y con sus siervos. Cuando Jesús está orando en el Monte de los Olivos “…apareció un ángel del cielo y lo fortaleció” (Lucas 22:43); en la resurrección, fue un ángel del Señor el que con el poder de un terremoto, descendió del cielo, corrió la piedra que tapaba la tumba precintada a un lado y luego se sentó sobre ella ¿Por qué 
sabían los testigos que se trataba de un ángel? “Su rostro brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve”, lo describe el evangelista (Mateo 28:2-3). Los guardias que habían puesto allí temblaron de miedo cuando lo vieron y cayeron desmayados por completo.
Además de las mencionadas, hay muchas apariciones de los ángeles en el relato bíblico, ya que además de obedecer a Dios como mensajeros, también son enviados para alentar o socorrer a los hijos de Dios: “¡Pero anímense! Ninguno de ustedes perderá la vida, aunque el barco se hundirá. Pues anoche un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo estuvo a mi lado y dijo: “¡Pablo, no temas, porque ciertamente serás juzgado ante el César! Además, Dios, en su bondad, ha concedido protección a todos los que navegan contigo”.” (Hechos de los Apóstoles 27:23-24). Las palabras de Pablo atestiguan la presencia real de un ángel animándolo en momentos de gran dificultad; esto es porque cuando los siervos de Dios se hallan en peligro o dificultad, en ocasiones, según el propósito divino, los ángeles son enviados para protegerlos: “Pues él ordenará a sus ángeles que te protejan por donde vayas.” y “…y llegaron ángeles a cuidar de Jesús.” (Salmo 91:11; Mateo 4:11). En el Antiguo Testamento, aparecen en algunos momentos en forma humana, como cuando visitaron a Abraham para darle la buena noticia de que iba a tener un hijo de Sara (Génesis 18:2; 19:1); o en los encuentro proféticos que vivió Ezequiel (Ezequiel 9:2). Pero hay un relato que me gusta especialmente y se encuentra en 2 Reyes 6:15-18 cuando el sirviente del profeta Eliseo tiene miedo a causa del gran ejército arameo: “-¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? – gritó el joven a Eliseo. - ¡No tengas miedo! – le dijo Eliseo-. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos! Entonces Eliseo oró: “Oh Señor, ¡abre los ojos de este joven para que vea!”. Así que el Señor abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego.”
En la Biblia se nos revela de la existencia de dos clases de ángeles: los que sirven a Dios y le obedecen, y los que no lo hacen, los que se rebelaron contra Dios: “Dios ni siquiera perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno, dentro de fosas tenebrosas, donde están encerrados hasta el día del juicio.” (2 Pedro 2:4). Judas 6 nos amplía esta terrible información: “Y les recuerdo de los ángeles que no se mantuvieron dentro de los límites de autoridad que Dios les puso, sino que abandonaron el lugar al que pertenecían. Dios los ha tenido firmemente encadenados en prisiones de oscuridad, en espera del gran día del juicio.” Algunos ángeles, a pesar de haber sido creados perfectos, se llenaron de rebeldía y orgullo y rechazaron la posición que Dios les había otorgado, de manera que esa fue la causa de su caída y por eso están confinados a las tinieblas hasta el día del juicio.
Termino esta pequeña meditación con un ejemplo de los verdaderos ángeles santos de Dios: “Yo, Juan, soy el que vio y oyó todas estas cosas. Cuando las oí y las ví, me postré para adorar a los pies del ángel que me las mostró. Pero él dijo: “no, no me adores a mí. Yo soy un siervo de Dios tal como tú y tus hermanos los profetas, al igual que todos los que obedecen lo que está escrito en este libro. ¡Adora únicamente a Dios!”. (Apocalipsis 22:8-9). ¡Que grande vernos incluidos, juntos con los ángeles, en el grupo de los que adoramos solamente al único Dios y Salvador!

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