sábado, 22 de junio de 2019

Tiempo de nacer

“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo
admiré su tremenda vitalidad incipiente
para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;…”
Las palabras del escritor del libro de Eclesiastés, dan siempre pie para meditar, para ponerse las gafas de filósofo y observar y rumiar con parsimonia los pensamientos que fluyen como si quisiesen ser plasmados en alguna hoja en blanco. El escritor de Eclesiastés, “el Predicador” como también se le llama, era un observador; cuando vas cumpliendo años, te vuelves observador; debe ser eso lo que me pasa porque cuando fluyen algunas pobres reflexiones fruto de esas sencillas observaciones,  más bien poco profundas, me digo: esto tengo que escribirlo. Y en esas estamos porque ayer me tocó ir a buscar a mi nieta a su colegio; como hacemos cuando hace buen tiempo, nos dirigimos andando hacia un parque cercano y, en ese breve paseo admiré su tremenda vitalidad incipiente en contraste con mi renqueante parsimonia abuelil: ¡qué fuerza en un cuerpo tan diminuto! ¡qué derroche de energía! ¡cuánta vida! Y entonces me acordé: todo tiene su momento oportuno y ¡qué rápido se pasa!
No sé cuánto tiempo de admiración me queda, pero cuando observo esa fuerza, esa vitalidad, esas ganas de conocer todo con esos ojos cargados de inocencia y de curiosidad, esa dependencia de la mano del abuelo, ese orgullo infantil de las cosas que ya se saben e incluso reciben la aprobación de los ‘mayores’, cuando observo, digo, todo ese germinar vital, me emociono pensando en el Creador de tanta belleza. El Predicador lo escribe así: “Sin embargo, Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado. Él sembró la eternidad en el corazón humano, pero aún así el ser humano no puede comprender todo el alcance de lo que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11). Dios lo hizo todo hermoso y nosotros, por nuestra inútil rebeldía, nos hemos encargado de estropearlo. Pero han quedado cosas que hay que buscar y que brotan, llenas de color, cuando tienes un corazón dispuesto a admirar y alabar Su Obra. No encuentro palabras para describir tanta belleza surgiendo de la nada, al azar, sin un diseño inteligente, porque los que niegan a Dios se amparan en esas teorías llenas de vacíos, nieblas, interrogantes y, sin más, generan evidencias que no existen para respaldar esas huecas teorías. A pesar de todo, ese texto de Eclesiastés 3:11, nos revela que Dios ha puesto en el corazón de cada persona la necesidad de conocerlo y la esperanza de vida eterna: “Él sembró la eternidad en el corazón humano…” Sin embargo, el ser humano en su empecinamiento, rehúsa escuchar la voz del corazón, y lo que hace es erróneo porque el vacío que hay en cada corazón, solo puede llenarlo Dios mismo. Él quiere tener una relación personal, íntima, sin barreras, con cada persona. Por eso vino Jesucristo, para que pudiéramos disfrutar de esa relación pura con Dios y de la vida eterna que nos ofrece: “Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento, para que podamos conocer al Dios verdadero” (1 Juan 5:20). Por tanto, hay una decisión sensata que tomar porque un día toda persona será juzgada, sea creyente o no y los que hayan rechazado a Dios porque han preferido interesarse solo por el mundo físico, por lo que el mundo nos da, esas personas serán condenadas por tomar la decisión equivocada. Sin embargo, el que responde a la invitación de salvación del Señor, tendrá vida eterna. “No se dejen engañar; nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. Los que viven solo para satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa, cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que viven para agradar al Espíritu, cosecharán vida eterna.” (Gálatas 6:7-8). Hoy es el día de tomar esa decisión.

domingo, 2 de junio de 2019

¿Para qué sirve mi vida?

Delante de cada persona hay un camino que parece correcto, pero termina en muerte
Esta meditación es producto del intento de contestar aquellas preguntas trascendentales que casi todo el mundo se hace en algún momento de su vida. Dentro de esta serie, ya hemos hablado de unas cuantas que puedes encontrar en este Blog. Recordemos: “¿Existe Dios?”, “¿Qué hay después de la muerte?”, “¿De dónde venimos?”, “¿A dónde vamos?”, “Si existe Dios ¿por qué permite las guerras, el hambre, el sufrimiento de los niños, etc.?”, “¿Qué sentido tiene la vida?”, “¿Estamos solos en el universo?” y “¿Por qué tengo que morir?”.
Algún día llegamos a una encrucijada: es un cruce de esos que tienen un indicador indicando a donde nos lleva cada dirección; tres de los indicadores tienen una dirección confusa; no sé si es que no la han escrito con claridad o si el que ha escrito la dirección, no lo tenía muy claro, pero son indicaciones que nos hacen dudar porque sus referencias y aclaraciones no acaban de cumplir su función: aclarar. Hay una cuarta indicación que es un poco larga pero se lee bien, ha sido escrita muy claramente y aparece firmada por Jesús. Dice así: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos porque les he contado todo lo que el Padre me dijo. Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre” (Jesús en Juan 15:14-16). Vaya, es un indicador misterioso que se resume en tres palabras: Dios te ama. Viene a decir que si le hacemos caso a Dios, le seguimos y le obedecemos, Él, el Creador del mundo, del universo, de todo lo visible e invisible, el Dios todopoderoso que vino a esta tierra encarnándose en la persona de Jesucristo por amor a nosotros, el único Dios nos acepta, nos llama amigos y nos escoge para bendecir la vida de otros. En otras palabras, el escoger esa dirección significa elegir el camino que nos lleva a seguir las pisadas del Maestro por excelencia, Jesucristo y, a aquellos que deciden seguir a Cristo, se les llama cristianos. Seguir el camino en pos de Cristo es tomar la dirección más adecuada para darle un nuevo significado a la vida, un propósito, una meta: la meta que Dios quiere y desea para todas las personas. Pero para eso, hay que elegir seguirle. En esa encrucijada que he mencionado al principio hay otras direcciones; no tienen mala pinta, parecen atractivas: “Delante de cada persona hay un camino que parece correcto, pero termina en muerte” (Proverbios 14:12). Hay un camino que solo tienen el propósito de andarse sin más objetivo, sin hacerse preguntas, con la sola idea de disfrutarlos sin más hasta que se acabe la salud o la vida: no hay propósito, la meta es la muerte, “vanidad de vanidades” dijo el Predicador de Eclesiastés, “todo es vanidad”.
El otro camino afirma tener una ruta super atractiva y estimulante, llena de emociones extremas, sorpresas y alegrías, pero nada de lo que ofrecen estos caminos llena el vacío espiritual que solo Dios puede llenar. Al final solo tenemos decepción; nada nos ha satisfecho del todo, deseamos buscar más y más en una búsqueda insaciable pero nula, porque nada que no sea Dios puede satisfacer ese vacío que es producto de no tener una relación fiable y estable con en Padre de la vida: Dios mismo. El camino que le parece derecho al hombre, según nos dice Proverbios 14:12, es el de la salvación por medio de las obras o de la buena conducta. Hay más personas yendo al infierno bajo este concepto que bajo cualquier otro. En un sentido más amplio, el camino que al hombre le parece derecho es siempre su propio camino, el camino de la voluntad propia que menosprecia la dirección divina o el consejo humano. Esto tan solo puede tener un fin desastroso y la muerte espiritual.
Jesús hizo grandes afirmaciones y una de ellas fue: “Yo soy el Camino” (Juan 14:6). Y en las palabras que hemos leído en Juan 15, Jesús está diciendo a los suyos, a los verdaderamente cristianos, que si le aman, guardarán, en el sentido de aceptarán y obedecerán, todo lo que Él nos manda: “Si me aman, obedezcan todos mis mandamientos” (Juan 14:15). La fidelidad a Él y el mantenimiento de una relación de amistad con Él, descansa en la obediencia. Los amigos de Jesús son aquellos que le obedecen.
Después Jesús habla de una nueva posición en nuestra relación con Él: la de amigos. Entre amigos no hay secretos, sino una perfecta de relación de camaradería dentro del amor que Dios derrama en el corazón de cada uno de sus hijos. En la comparación que hace con los siervos, el siervo tiene que hacer trabajo, muchas veces duro y difícil. Al amigo se le demanda obediencia al Maestro, Él es nuestro Señor; pero la carga de la responsabilidad que tenemos delante de Él, es ligera porque llevamos el yugo de Cristo, estamos compartiendo con Él el peso de esa obediencia: “Vengan a mi todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma” (Mateo 11: 28-29). “Descanso para el alma”; lo que no encontramos en las otras direcciones. El restablecimiento de nuestra relación con Dios da descanso a nuestra alma, paz, sentido, propósito a la vida: ¿Si Dios es por nosotros, quién contra nosotros? (Romanos 8:31).
Jesús nos escoge para bendecir la vida de otros. Leíamos: “Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos…” Jesús nos elige con un propósito definido: llevar fruto: buenas obras para bendición, no solo para nosotros sino para los que se relacionan con nosotros. Igual que Jesús anduvo por el mundo haciendo viene, el seguidor de Jesús tiene un hermoso propósito de hacer bienes que le den toda la gloria a Dios: no se trata solamente de acciones puntuales, sino de un estilo de vida que corresponde a discípulos de Jesús que siguen Sus pisadas.
¿Qué camino vas a escoger? ¿Ya lo has escogido? ¿No es el que sigue las pisadas del Maestro? Todavía estás a tiempo: arrepiéntete, cambia de rumbo, busca a Dios, sigue a Jesús y encontrarás la buena ruta que lleva a la vida eterna. Que así sea.