Escucho en la radio muchos anuncios sobre la necesidad de poner una alarma en nuestras casas, por seguridad, por miedo a que entren en nuestra casa y nos roben o nos hagan alguna maldad. Escucho el anuncio con tanta asiduidad que casi llega a convencerme y me obliga a razonar sobre él, a pensar si realmente es tan efectiva esa seguridad, si en el caso de que alguien entrase en mi casa, esos guardias protectores estarían en segundos a nuestro alrededor protegiéndonos de esas bandas organizadas para robar o hacer daño.
La verdad es que echando una mirada a lo que nos rodea, las cosas no nos dan más pie que a sentirnos indefensos, desprotegidos, candidatos a vivir en una incertidumbre total. Bueno, hay la otra opción, la de no mirar; hay personas que no sé cómo lo hacen pero viven totalmente despreocupados, o dan esa apariencia; son personas que sólo cuando son víctimas de alguna tragedia, es como si se despertasen en ese momento a la realidad de la vida y se preguntan sorprendidos: “¿Es posible que me este sucediendo esto? ¿Estas cosas existen?” A veces se trata de gente que ha sido criada en un ambiente de protección tal que no son realistas, viven en una burbuja y se sorprenden cuando ésta estalla y los descubre desnudos ante la realidad de que existen sufrimientos, injusticias, inmoralidad, dificultades… y que, finalmente, todo acaba en la muerte. Sí, es una perspectiva triste y pesimista de la vida, pero lo menciono porque hay personas que viven en esa situación día tras día. Y no se trata sólo de aquellos que les ha tocado ser protagonistas de las peores condiciones: los refugiados que huyen de las guerras y del hambre; los que viven en auténticas ciudades de chabolas; los que nacen en países subdesarrollados, en medio de guerras fratricidas y de hambrunas fruto casi siempre de esas guerras, a veces alimentadas por países que se enriquecen vendiendo armas y negociando con los alimentos que podrían paliar esas hambrunas inhumanas. Hay personas que viven en esa incertidumbre y viven cerca de nosotros, pasan por nuestro lado, no sabemos quiénes son pero están convencidos que la vida es una carga demasiado pesada.
¿Sabes? La vida sin Dios es muy difícil. Él lo sabe y nos
comprende porque ha estado viviendo en medio de nosotros en la persona de Jesús
y no lo hizo en la zona rica, sino en la zona pobre, en donde estaban los
necesitados y los enfermos, los excluidos de la sociedad, los parias, los
pobres, las prostitutas, los leprosos declarados inmundos a los que nadie
tocaba y se les pedía que viviesen apartados de la gente, lejos, desechados,
despreciados… ¡fuera! Jesús estuvo aquí, comprobando los sufrimientos de la
vida, los sufrimientos producidos por el pecado, los sufrimientos derivados de
nuestro alejamiento de Dios y lloró con ellos, lloró por las personas, se
conmovió ante la presencia de la necesidad, la enfermedad y la muerte… ¿Por qué
lloró? Por amor. Y porque nos amó fue odiado, abandonado, escupido, aborrecido,
condenado. Él nos comprende bien y sabe que la vida sin Él no tiene propósito
ni sentido y por eso desea mostrarnos que nos ama, que quiere liberarnos de
nuestras preocupaciones, que ha prometido su compañía y su ayuda y nunca nos va
a dejar solos ante todo aquello que se nos presente como una barrera, un
obstáculo, para seguir.
Cuando escucho ese anuncio sobre la necesidad de poner una
alarma pienso: “Está bien, es una cosa que puede resultar disuasoria para los amigos
de lo ajeno, pero el Señor me ha prometido: “El
ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.” (Salmo
34:7).” Cuando veo venir de lejos un problema y automáticamente empieza a
agobiarme la ansiedad, recuerdo: “Echando
toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros.” (1
Pedro 5:7), y la echo sobre Él porque sé que tiene cuidado de mí y de mi
familia. ¿Te parece ilusorio? No lo es, no hay nada más real que Dios y además
nos lo demuestra cada día, sea un día de sol brillante o uno de esos días
oscuros, llenos de nubarrones y de tormentas. Descansando en Dios, al final
siempre veremos el arcoíris como la firma que certifica su presencia.
Jesús nos entiende y se interesa por cada uno personalmente,
quiere, con sinceridad, con transparencia, por amor, ayudarnos y sacarnos de
esa incertidumbre. Aún cuando a pesar de todo tememos, sus palabras resuenan
fuertemente en medio del viento y de la lluvia: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Yo puedo consolaros, deseo mostraros mi amor,
no te voy a abandonar nunca, y si vienes a mí, confiesas tus pecados y me pides
perdón, yo voy a perdonarte y a cambiar tu vida, porque precisamente para eso
he muerto en la cruz, para pagar por tus pecados, para que te vuelvas a mí y
para que tengas una vida con propósito ahora y por siempre.
Esas son las palabras de Dios que encontramos en la Biblia.
Yo las he creído y vivo una vida con propósito porque vivo en Él y para Él.
Esto no significa que se van a acabar los problemas porque en el mundo siempre
los encontraremos, pero lo que sí significa es que ahora los problemas no los
voy a afrontar solo: Dios, el creador y Señor de todo, va a estar
enfrentándolos conmigo y eso es grandioso, saber que lo hace porque me ama y
que por medio de Jesucristo, me ha hecho su hijo.
Tú puedes vivir lo mismo. Pídeselo con sinceridad. Él te va
a contestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Hola! anímate a dejar tu comentario ¡Bendiciones!
Toda opinión es respetada pero comentarios que difamen el nombre de Dios serán ELIMINADOS.