Cuando faltan dos meses más o menos para la Navidad, enseguida lo sabemos porque las ciudades adornan con luces brillantes sus calles, los escaparates de los comercios brillan con decoraciones navideñas llamativas, se montan árboles de Navidad, se instalan belenes… y a medida que se van acercando las fechas todo brilla de manera inusitada, se oyen villancicos, todo el mundo se vuelve generoso y se gastan un montón de dinero en comida y en regalos… todo para celebrar estas fiestas… la fiesta del cumpleaños del nacimiento de Jesús. ¿Se celebra que Jesús ha venido al mundo? Pues, cuando Dios se hizo hombre para venir al mundo en la persona de Jesús, las cosas no fueron tan bonitas. Es verdad que hubo un momento glorioso cuando los ángeles anunciaron a los pastores que Jesús, el salvador del mundo, había nacido. Pero desde antes de su nacimiento, la historia de Jesús que nos narra la Biblia, estuvo llena de dificultades…
"Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:6-8)
La cruda realidad de la historia de Jesús en su llegada al mundo lo resume magistralmente el apóstol Juan en dos frases: "En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Desde bebé, no tuvo ni una pequeña habitación que lo recogiera. Prácticamente recién nacido, ya estaban detrás de él para matarle. Sus padres tuvieron que estar huyendo para un sitio y para otro, para que no le hiciesen mal. Y ya de adulto, a pesar de que curó enfermos, sanó leprosos, resucitó muertos, dio de comer a las multitudes, siempre estuvo perseguido y acosado hasta que llegó el momento de entregarse para morir de la forma más violenta y cruel que había.
¿Qué necesidad tenía de pasar por todo esto? Filipenses 2:6 nos dice que era Dios; el ángel que anunció a la virgen María el nacimiento de Jesús, le dijo: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35); es un misterio: “Dios fue manifestado en carne” (1 Ti.3:16); pero no se aprovechó de eso para evitar el sufrimiento. Cuando es arrestado en el huerto de Getsemaní dijo: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" (más de 50.000). Pero se hizo siervo, se hizo obediente hasta la muerte, por amor a ti y a mí. Él pagó el precio de nuestro pecado en la cruz para librarnos de la muerte eterna. Más la historia no terminó ahí.
"Por lo cual, también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor." (Filipenses 2:9-11)
Jesucristo pasó del descenso más profundo a la posición más elevada. Ahora Dios, el Padre, lo exalta por haber entregado su vida. Ahora es coronado de gloria y de honra y revestido, en su humanidad, de inmortalidad. Cristo vendrá otra vez y ante Él toda rodilla se doblará reconociendo que Jesucristo es el Señor, el Rey sobre toda autoridad, ahora y por siempre. En ese momento, ya no habrá tiempo para arrepentirse: el tiempo es ahora, y quiero que cuando Él venga, tu seas uno de los salvos por creer que Jesucristo vino al mundo en la persona débil de un bebé para ir a la cruz y pagar lo que tú tenías que pagar. Ese es el mensaje del evangelio. Ese es el motivo de la Navidad. El nos invita: “Venid a mi todos los que estáis cansados de vuestros trabajos y de vuestras cargas, y yo os daré descanso”. Él asegura: “Los que vienen a mí no los echaré fuera”. Antes he mencionado que cuando vino al mundo, “los suyos no lo recibieron. Sin embargo, algunos lo recibieron y creyeron en él; a éstos les dio el derecho de ser hijos de Dios.” Ese es el anuncio del evangelio. En tus manos está que lo aceptes o lo rechaces. Que Dios te guíe para que más pronto que tarde des el paso de pedirle a Jesús que sea tu Señor y Salvador, en Navidad y para toda la eternidad. Amén.
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