Estamos viviendo un cambio político y percibimos que no sabemos muy
bien cuál va a ser el final de
este cambio. Los periodistas están disfrutando
publicando noticias de gente nueva, los nuevos políticos, carne nueva
noticiable.
Se busca en la historia de estos nuevos personajes u borrón, algún
trapo sucio que de que hablar a la corrala. Algún borrón de estos ya ha
generado consecuencias y golpes de timón sorprendentes por lo prematuros. No se
contaba con esto pero, escarbando, todos tenemos algo que nos va a poner en
evidencia y, para algunos, ese “algo” puede ser nefasto en la, hasta ahora,
intachable trayectoria político-ganadora.
No sé si es un problema de la cultura propia, de la cultura
mediterránea, de los países del sur europeo o qué, pero apenas nos da pie al
optimismo el entrar en una nueva andadura y volverse a encontrar con las mismas
suciedades y las mismas vidas manchadas, poco edificantes y, lo peor, poco
esperanzadoras con vistas a un hipotético cambio definitivo. Seguramente que es
pronto para opinar, a lo mejor hay que esperar que se serenen las aguas porque,
de momento, están turbias en la primera crecida.
El hombre está ávido de cambios, de novedades, de cosas nuevas.
Buscamos toda nuestra vida porque tenemos necesidad de llenar el vacío que nos
deja la propia vida. Buscamos y, a veces, encontramos o creemos encontrar lo
que va a dar un sentido, un propósito a nuestra vida. El Señor Jesús nos da
pistas cada vez que nos acercamos a Él como una opción de búsqueda. Por
ejemplo: “De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Interesante
¿verdad? Pero misterioso: “nacer de nuevo” viene de la palabra “regenerar”,
volver a generar, volver a nacer. Nicodemo, una persona culta de la época, se
sintió bastante perdido con la afirmación, se escapaba a su entendimiento, se
escaba de todas las respuestas humanas que hasta ese día había recibido. “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre
nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su
madre, y nacer?” Hay que subir un
nivel más amigo, es más que lo que vemos a nivel ‘tierra’, estas oyendo
palabras celestiales, espirituales, hablan al alma, al corazón, a la esencia de
la persona, Nicodemo. “¿Dónde está la sabiduría de los sabios?”. “Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que
es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer de nuevo.” ¡Tremendo ¿verdad?! Jesús tiene las respuestas
porque de Él emana todo, Él es el Creador, Dios mismo, por lo tanto sus
respuestas son profundas, completas, plenas.
Algo parecido le sucede en su encuentro con una mujer samaritana. Un
encuentro que podría ser sencillo, rutinario, incluso banal si no fuera porque
aquella mujer se encontraba con Aquel que todo lo llena en todo, el gran Yo
Soy. Podría ser un encuentro más en un oasis, donde había agua fresca, donde se
abrevaba al ganado, pero de aquel hombre salen palabras nuevas, diferentes…
(Ávidos de cambios, de novedades, de cosas nuevas…) ¿A quién ha encontrado
aquella mujer que le recibe con palabras que hablan de ¡vida eterna! “Cualquiera que bebiere de esta agua,
volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna.” Conversaciones clave con
personas, un interlocutor divino, afirmaciones rotundas, ¿qué me quiere decir? “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo
cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” El Cristo, el Mesías, el Rey
anunciado y esperado, el Rey de una nueva generación de hombres y mujeres
cambiados, regenerados, dispuestos y preparados para habitar una “nueva
creación”. ¿Quieres un cambio radical? Habla con Jesús, búscalo en la Biblia,
te encontrarás con quien tiene las respuestas y podrás experimentar ese nuevo
nacimiento, esa regeneración, podrás formar parte del “pueblo adquirido por
Dios”, “los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
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