El invierno se ha presentado en toda su crudeza. Es lo que toca en los
primeros días de Febrero. Para
mí es un tema “sensible” porque no aguanto muy
bien el frío (seguro que ya lo he dicho antes), soy más de calor. Menos mal que
Febrero se acaba pronto y ya, entrados en Marzo, los fríos tienden a alejarse…
aunque algún que otro día se den una vuelta para despedirse definitivamente…, o
casi.
La percepción que tengo es que con el frío, con el mal tiempo en general,
las injusticias de la vida son más injustas, el dolor duele más, la
desesperanza es más palpable y más violenta, la soledad está más presente, la
tristeza dura más tiempo… En estas noches de frío, de viento, de heladas,
siempre me acuerdo del que no tiene con qué resguardarse, de los que duermen en
los cajeros de los bancos, de los que duermen, incluso, en los bancos de las
marquesinas de las paradas del autobús, cuando no tienen el puñal en medio del
banco tristemente llamado “antimendigos” (que pena señora Alcaldesa), en los
soportales de las plazas, en algún portal generoso con hueco para poner una
caja-de-cartón-cama…
En el verano se puede dormir en cualquier sitio. Ahora no. Hay una leyenda
urbana que dice que muchos mendigos no quieren ir a los refugios habilitados
para ellos por cosas de control, limpieza,… no lo sé, pero el caso es que sigue
habiendo personas durmiendo, o intentando dormir, a la intemperie.
Nuestra capacidad de reacción está tan atrofiada que no nos inmutamos ante
estas situaciones que llegamos a considerar “normales”. Parece que la humanidad
está repartida en dos grupos bien diferenciados: los que viven y los que
malviven. Y tanto unos como otros, se quejan de su suerte y envidian la del
vecino… “situaciones normales”.
La Biblia dice que este exceso de crudeza terminará cuando Cristo reine. No
tenemos fecha pero todo a nuestro alrededor parece indicar la llegada de las
lluvias y el inminente portazo en el arca. “Está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” nos dice la carta a los
Hebreos. El juicio está representado gráficamente por el diluvio y la salvación
por el arca. Es hora de entrar antes de que se cierre la puerta. “He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo.” La invitación del Señor sigue vigente… hasta
que se cierre la puerta.
El frío invierno dará paso a la deslumbrante primavera y las temperaturas
moderarán su rigor, brillará el sol en todo su esplendor, calor agradable,
sensación de tibieza… Llegará el tiempo del rey de reyes y Señor de señores: “Para que en el nombre de Jesús se doble
toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de
los que debajo de la tierra;” Será un tiempo de paz… “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se
acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño
los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se
echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el
niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá
su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni
dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del
conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.” Futuro de gloria,
futuro divino, futuro cercano.
¡Febrerillo el loco, un día peor que otro! Hay reuniones buscando encontrar
la paz en una nación que se mata entre sí en una especie de guerra civil, la
peor de las guerras entre paisanos… Hay noticias terribles de ejecuciones,
pobres demostraciones de vejación que corroboran la condición embrutecida del
hombre contra su prójimo… Corrupción, maltrato, niños tratados como objetos
sexuales, degradación a todos los niveles… ¡Febrero es loco, unas veces por mucho
y otras por poco!
Anhelo el sol, la luz, la vida, la paz, la misericordia, el compañerismo,
el civismo, las buenas relaciones, el amor, el cariño, la ternura.
Anhelo que nos deje la crudeza, anhelo al Rey de reyes, anhelo su reinado,
anhelo la salvación, el perdón, las lágrimas de alegría, el beso reconciliador.