Leyendo a Javier Cercas en su artículo del País Semanal, me llevó a una frase muy conocida: “Si olvidamos el pasado estamos condenados a repetirlo” que es una adaptación de la que se le atribuye a George Santayana, filósofo hispano norteamericano: “Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Cercas la utiliza en su argumento para decir que “estamos repitiendo los errores de los treinta”.
Y puestos a usar frases, lo anterior podría ligarse a la que dice: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, algo que no se si está verificado pero que viene a decir que tenemos facilidad para cometer los mismos errores repitiéndolos y cuando se trata de repetir la historia o el pasado, da un poco de repelús…
Pero hay una afirmación de Cercas razonando sobre la historia reciente de España, los hechos del 36, la República, etc., que me ha llamado la atención por lo acertada y sincera, en donde afirma que él no se considera mejor persona que un tío abuelo del que habla en su última novela. O lo que es lo mismo, han pasado más de 80 años, vivimos otras circunstancias, en otra sociedad muy cambiada y cambiante, pero, si somos honrados, reconocemos que no somos mejores personas que los que vivían en los años 30, o en los veinte, o en los que quieras poner… Y eso es uno de los argumentos que más nos empujan a repetir y cometer los errores que se han cometido en el pasado histórico: nuestra naturaleza, nuestra forma egoísta de actuar y pensar.
¿Qué puede cambiar esto? ¿O quién? El único capaz de cambiar el corazón del hombre y de la mujer, sigue siendo Dios. Hay un texto en la Biblia que me gusta en especial porque habla de que nuestro corazón es un corazón de piedra, insensible, duro, falto de amor y de misericordia. Un corazón así ve a los demás como competidores, contrincantes, enemigos y eso hace que no tengamos remordimientos ni escrúpulos para enviar aviones a bombardear una ciudad sin tener en cuenta a las personas que viven allí, solamente se mira por el interés bélico inmediato sin querer saber del horror que se genera. Finalmente a esas muertes se les denomina “daños colaterales” o lo que es lo mismo, es preferible que mueran esas personas, sean niños o adultos, antes de que siga adelante tal o cual ejército y conquiste aquello que no nos interesa que conquiste.
El miedo a repetir los errores de la historia es el miedo a que se vuelvan a cometer genocidios tan salvajes y mastodónticos como los cometidos en el siglo XX. Solamente un corazón lleno de amor puede evitar esas barbaridades. Y Dios lo promete así: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos, y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios.” (Ezequiel 11:19-20).
Tal vez digas que esto no tiene valor porque lo he sacado de la Biblia y para las mentes pensantes y sabias de este siglo, la Biblia es un libro viejo y obsoleto. Pero, la Biblia contiene la Palabra de Dios y “la Palabra de Dios permanece para siempre” porque es dicha por Dios, porque Dios no es hombre para que mienta, porque podrá desaparecer la humanidad y la tierra y aún el universo pero “la Palabra de Dios nunca pasará”. En el contexto de estas palabras Dios está hablando de lo que hace con Su pueblo, el formado por personas que creen y obedecen sus mandamientos, que lo tienen a Él por su Dios y se trata de una transformación radical para empezar a ser cambiado para formar parte de la ciudadanía del lugar dónde está Dios; no se trata de un logro humano, se trata de una obra divina y de ahí su eficacia porque va dirigido al centro de la persona, su corazón, el lugar donde alberga su yo metafóricamente hablando, un cambio que produce un corazón lleno del amor de Dios y de Su sabiduría, de ahí que el escritor de los Proverbios afirme: “El corazón entendido busca la sabiduría” (Proverbios 15:14). Dios nos dará ese corazón si se lo pedimos. Para que cambiase el mundo cada persona debería anhelar ese cambio. Mientras tanto, la humanidad seguirá repitiendo “errores” que solo producirán dolor y llanto porque se trata de algo más que errores, se trata de vivir de espaldas a Dios con todo lo que eso supone.