domingo, 28 de septiembre de 2025

Oiréis de guerras

En marzo del 2022 hablé de la guerra de Ucrania y mencioné las palabras de Jesús: “Oirán de guerras y 
de rumores de guerras. Miren que no los turben, porque es necesario que esto acontezca; pero todavía no es el fin.”
El pasado domingo mencioné este mismo texto en una breve meditación porque no me acostumbro a estar oyendo de guerras y de rumores de guerras, especialmente ese lacerante run-run sobre la posibilidad de que se inicie una tercera Guerra Mundial que se imagina devastadora por causa de las armas nucleares.
Comenté ese domingo y en otros artículos semejantes a éste, que las guerras ha sido lo habitual en la historia de la humanidad desde el principio y, de hecho, las guerras entre naciones son una de las señales más destacadas en el tiempo final de esta dispensación que estamos viviendo y la última guerra profetizada será la de Armagedón (Apocalipsis 16).
Como he escrito al principio, Jesús dijo que todo esto es necesario que ocurra, está profetizado, pero Él añade: “Aún no es el fin”. A los creyentes en Cristo todos estos acontecimientos no nos deben de sorprender ni producir alarma. Estamos avisados por la Biblia, la Palabra de Dios, pero, al menos en mi caso, no deja de producirme sorpresa y dolor la evidencia de tanto mal en el corazón de las personas. Santiago, el autor inspirado, dice en su carta: “¿De dónde vienen las guerras y de dónde los pleitos entre ustedes? ¿No surgen de sus mismas pasiones que combaten en sus miembros? Codician y no tienen; matan y arden de envidia pero no pueden obtener. Combaten y hacen guerra… Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Limpien sus manos, pecadores y purifiquen su corazón, ustedes de doble ánimo. Aflíjanse, lamenten y lloren. Su risa se convierta en llanto, y su gozo en tristeza. Humíllense delante del Señor, y Él los exaltará.” (Santiago 4:1-2, 7-10).
Las guerras surgen de nuestras mismas pasiones, dice Dios a través de su siervo. ¿Y esto qué significa? No hace falta ser un gran analista para verlo en las personas que lideran los Países que están en guerra: tal vez la palabra que lo condense todo es ‘hedonismo’, según la RAE: “Teoría que establece el placer como fin y fundamento de la vida.” En la Biblia lo define así: “situación propia del hombre perdido”, el hombre en general sin principios, alejado de Dios, satisfaciendo su orgullo, amor propio… La Palabra de Dios afirma que la causa de donde vienen los conflictos se apoya en las concupiscencias sensuales de quienes pretendiendo alcanzar lo que no tienen o lo que piensan que se puede perder, generan contiendas. En otras palabras y analizando el corazón del hombre desde nuestra ignorancia, las pasiones íntimas y los intereses ilegítimos, ficticios o fraudulentos, generan un estado de conflicto continuo.
Lo que está claro es que los miembros controlados por la situación de pecado del mundo rebelado y de espaldas a Dios, se ponen al servicio de la maldad y de la injusticia. De ahí que cualquier persona que vea las imágenes que diariamente ponen las guerras en pantalla como si estuviésemos asomados a través de una ventana a esas barbaridades, pronuncia desde lo más profundo de su ser: ¡injusticia! Porque es una injusticia que unos pocos poderosos puedan matar, herir y destrozar pueblos enteros por no bajar un poco de su soberbia, orgullo y ambición en una reunión ante sus potenciales ‘enemigos’.
Siguiendo el texto de Santiago antes expuesto, y ante el peligro de esa arrogancia y ambición, se anima al sometimiento a Dios. Esta actitud de humildad y reconocimiento solo la puede provocar Dios en nuestros corazones. Por eso clamamos a Dios para que cambie esos corazones de piedra en corazones de carne, para que caigan las escamas que cubren los ojos de los gobernantes y vean el producto de su ceguera: sangre, dolor, muerte.
Dios quiere producir este cambio en el hombre. Dice: “Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros.” ¿Con que propósito? Con el de purificar nuestros corazones.
Cuantas más confianza se tenga en Dios así disminuye la inquietud ante tanta guerra y rumores de guerras. “Aunque ande en valle de sombra, no temeré mal alguno..." (Sl.23:4), las promesas de Dios afirman la confianza de los suyos: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso. Diré yo al SEÑOR: “¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!”. Porque Él te librará de la trampa del cazador y de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas te refugiarás; escudo y defensa es su verdad. No tendrás temor de espanto nocturno ni de flecha que vuele de día ni de peste que ande en la oscuridad ni de plaga que en pleno día destruya. Caerán a tu lado mil y diez mil a tu mano derecha pero a ti no llegará. (Sl.91:1-7). “¿Qué pues diremos a esto? Si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros?” (Ro.8:31). 
Jesús aseguró: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero acerca de aquel día y aquella hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles de los cielos, ni aun el Hijo, sino solo el Padre.”