miércoles, 10 de diciembre de 2014

¡Comunicados!

más comunicados que antes pero ¿más aislados?
Nos ha cogido el invierno por sorpresa… ha venido sin llamar, tan fresco como es él, pelín descarado. Entra con fuerza de la mano del viento otoñal que transforma el paisaje urbano por el que me muevo, de manera que simula como que han esparcido una alfombra ocre por algunas partes de la calle, una alfombra cambiante, resbaladiza, juguetona… un esfuerzo extra para los amigos barrenderos.
Yo soy del verano; el otoño intenta deprimirme y, a veces, un poco, lo consigue: más oscuridad, más frío, lluvia… la lluvia, en cambio, me gusta, especialmente si diluye el frío. Pero el conjunto me influye a la baja, como que me quita las ganas, el humor, en fin, no descubro nada porque de todos es sabido que esta época del año deprime un poco, excepto a los que se identifican con ella que, o ya están deprimidos todo el año o, por el contrario huyen contentos del calor reencontrándose con el clima que les satisface.

Comentarios sobre el tiempo, comentarios de ascensor, para salir de esa situación comprometida aunque no tanto; depende del carácter de uno… extrovertido, introvertido, la llegada del invierno da mucho juego a los comentarios de ascensor… ¡cómo pasa el tiempo! ¡ya tenemos aquí la Navidad! ¡hay que volver a los abrigos! ¡operación “cebolla”, y venga capas! Tantas cosas intrascendentes a la par que resultonas… es bueno comunicarse aunque sea con comentarios sencillos, breves…. Si se tercia, se pueden complicar: política, deporte, salud, ¿religión? Mmm, más difícil; no es sencillo “introducir la cuña”, hay que tener don, habilidad; el pastor de la iglesia a la que asisto tiene esa habilidad y siempre me dice: hay que aprovechar sus comentarios para darles La Palabra… ¡qué bendición! Yo pido eso: ¡Señor, dame palabra!

A Dios le agrada la comunicación, quiere hablarnos y que le hablemos. Para eso nos ha dado la útil y no tan bien aprovechada herramienta de la oración. Su revelación está en la Biblia, Su Palabra, guía y alimento espiritual para nosotros. Su trabajo por comunicarse con nosotros es constante, su deseo de comunión con sus criaturas se manifiesta desde el principio de la Creación, su amor, su paciencia y su misericordia hacen el resto porque los humanos le huyen en un tanto por ciento excesivamente alto… Me entristece pensar eso pero es a lo que hemos llegado. Y sin embargo, irónicamente, estamos en la era de las comunicaciones. Tenemos aparatitos para estar comunicados siempre, estemos donde estemos, siempre en contacto con quien queramos estarlo. Antes, que no teníamos esos aparatitos, teníamos un punto de libertad y, desde luego, mucha menos ansiedad. Aún no se había enraizado en nosotros esa necesidad inquietante de estar siempre “online” ¿Qué no encontrabas un teléfono a mano? Bueno, dependiendo de la urgencia lo buscabas o no, aunque cuando la cosa era urgente dejaba de serlo si la urgencia dependía de una llamada telefónica.
Hoy en día entras en crisis si te dejas olvidado el teléfono móvil en casa ¡Cuánto han cambiado las cosas! No te das cuenta de ello a menos que te pares a pensarlo detenidamente. Estamos mejor comunicados pero ¿es mejor? Para las urgencias, desde luego que si ¡Cuántas vidas se han salvado gracias a tener un móvil cercano! Pero de ahí a sufrir la “necesidad de él” que tenemos ahora, media un abismo.
En la iglesia hemos aprovechado el invento del WhatsApp para estar al tanto de todo lo que sucede entre los hermanos: reuniones, cumpleaños, recados, fotos… Estamos más informados que antes y más al corriente de lo que viven, les pasa o disfrutan los demás. Es bueno porque nos deseamos bendiciones a diario, oramos por una necesidad, es una forma de mantenernos en comunión en la distancia, incluso en la mucha-distancia porque seguimos en contacto con hermanos que están “al otro lado del charco” y eso es un puntazo.

A nuestro Señor le agrada la comunicación y a nosotros también. Estos días, por ejemplo, con la llegada de los programas navideños, se incrementa el tráfico entre los “afanados” en procurar que todo salga lo más dignamente posible. Es una buena forma de recordar “responsabilidades”… “Hermanito ¿a qué hora es el ensayo? ¿ya está terminado el decorado? ¿cómo vas con los programas?... ¡Esta noche hay culto de oración!” Recordatorios de la comunicación al instante. Es bueno si no se llega al exceso, como todo. Es bueno si se leen los mensajes y… ¡se responden! Comunicación interactiva, hiperactiva, resolutiva. ¡Cuánto han cambiado las cosas!


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