lunes, 11 de abril de 2016

¿Dónde está tu Dios?

“Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?... Mientras mis huesos se quebrantan, mis enemigos me afrentan diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42:3 y 10)
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Es fácil caer en la duda cuando las cosas vienen mal dadas, cuando no salen como nos gustaría, cuando hay enfermedad, cuando la situación es complicada, cuando… cuando… ¿cuántas situaciones podríamos describir? La duda es un aguijón que picotea con insistencia “¿Dónde está la ayuda de Dios? ¿Por qué no responde ahora que necesitas Su socorro?” Es un ataque a nuestra fe pero también lo es a Dios mismo. El Salmo que cito en su versículo 10 parece que estuviese recordándonos la experiencia de Jesús en la cruz mientras sufría este mismo tipo de ataque: “Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si le quiere, porque dijo: Soy Hijo de Dios.” (Mateo 27:43). Salvando la distancia es similar al maltrato verbal que pueda sufrir cualquier cristiano que ha asegurado que es hijo de Dios (Juan 1:12), que de repente se ve sometido a una fuerte crisis y que sirve de pretexto para que lo que lo conocen le hagan la misma pregunta: “¿Dónde está tu Dios ahora? ¿No confías en Él? ¿No tiene poder para librarte de esa situación…?”
¿Qué se hace en esta situación? ¿Nos callamos? Es una buena ocasión para probar nuestra fe. De hecho, Dios permite las pruebas y las tentaciones para enseñarnos a no confiar en nosotros mismos sino para que confiemos exclusivamente en el Señor Jesucristo, para enseñarnos lo que Él tiene en mente para nosotros. Son los momentos para poner en práctica la teoría que tenemos acumulada. Lo hemos dicho, lo hemos repetido: Mi vida, lo que tengo, lo que soy, está en manos de mi Dios. ¿Sí? Pues muy bien, ¡ahora es el momento de demostrarlo! ¿Confío en Dios o confío en mis fuerzas, en mis recursos?
Los acosadores estarán observándonos. Aquellos que observaban a Jesús no tenían ni idea de lo que estaba pasando en aquella cruz. No sabían que si Dios venía a ayudar a Jesús y lo bajaba de la cruz, toda la obra de salvación se vendría abajo con Él. Jesús estaba pagando el castigo de nuestra salvación. Sólo Él podía hacerlo. Si Él descendía de la cruz ¿qué otra solución tendríamos para nuestra vida, para nuestro encuentro con Dios? Ninguna. Él es la única puerta. Estaríamos condenados en nuestros pecados. No habría esperanza. Jesús había venido a eso a esta tierra: A revelar a Su padre y a cumplir el plan de salvación elaborado desde la eternidad por amor a la humanidad. Dios no podía estar con Su Hijo en aquel terrible momento porque Su Hijo llevaba el pecado de todos, y Dios no puede tener relación con el pecado. Pero aquellos que se burlaban de Él no lo sabían, no habían ni siquiera querido saberlo, no le oían, le odiaban, le despreciaban, como han seguido despreciando a todos los que han querido seguir al crucificado… y después resucitado. “¿Cristiano? ¿Dónde está tu Cristo ahora que lo estás pasando mal?”
¿Qué hizo Jesús? Sencillamente oró por aquellos que se burlaban: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. ¿Parece sencillo? No lo es. Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos, pero a nosotros nos cuesta… y menos, perdonarlos, por eso, cuando se burlan, intentamos balbuceantes disculpas, o nos escondemos, o cualquier otra cosa… menos encomendarnos a Dios. ¡Es poner en práctica lo que ya sabemos! ¿Dónde está mi Dios? ¡Muy cerca! Y mucho más cerca cuando somos atacados, cuando soportamos el odio o la injusticia de los que se burlan… de los que se burlan por su propia inseguridad, porque necesitan saber si hay algo o no, y si nosotros parece que creemos en algo… “¡que lo demuestren!”
Y ahí está nuestra oportunidad. Si nos mantenemos firmes en la fe, seguros en las promesas divinas, si no cedemos bajo la presión, entonces les estaremos demostrando que Dios está vivo y nos sostiene porque siempre cumple sus promesas y nunca nos dejará solos… aunque a “ellos” les parezca que sí.
Una cosa es lo que a ellos les parezca y otra es la certeza de la realidad de Dios, Señor, Creador, Salvador y Padre.

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