Hay un pasaje en la Biblia en el que podemos ver resumida la
obra de Dios en nuestra vida: “Y el mismo
Señor nuestro Jesucristo, y nuestro Padre Dios quien nos amó y por gracia nos
dio eterno consuelo y buena esperanza, anime vuestros corazones y os confirme
en toda obra y palabra buena.” (2 Tesalonicenses 2:16-17).
En primer lugar leemos que es el mismo Dios Padre quien nos
da eterno consuelo a nuestros corazones. La frase en sí, ya nos “llena”
simplemente al pensar que el Dios Creador, Omnipotente y Santo se preocupe de
consolarnos; se llena el corazón de agradecimiento ante una bendición semejante,
sin medida (eterna), personalizada en cada uno de sus hijos. Es una labor más
de Su gracia que derrama Su consuelo de una manera efectiva y práctica a pesar
de nuestro pecado, y gracias a la obra perfecta y completa de Jesucristo que se
ofreció para redimirnos, pagando el precio de nuestro castigo merecido, que nos
ha llevado de la mano a una relación eterna con Él, con el Dios infinito y
supremo, nosotros criaturas débiles y pequeñas, le pertenecemos, somos suyos al
precio de la sangre de Jesucristo, nunca, y digo nunca, nos dará la espalda ni
tendremos que temer su ira escondiéndonos avergonzados ya que nunca nos
recordará nuestro pecado, el cual impedía esa relación y hacía imposible que
pudiésemos acceder a su presencia terrible y majestuosa. Es más, tenemos
promesas suyas dirigidas a bendecirnos y todo gracias a que nuestra nueva
posición de reconciliación en Él no está basada en nuestros logros, ni en
nuestra conducta, sino en la conducta perfecta de Su Hijo.
¡Que hermosas palabras! Nos amó y nos dio eterno consuelo y
buena esperanza. Nada menos que la esperanza de una vida terna en Su presencia,
conociendo a Jesús y conviviendo con Él, teniendo toda la eternidad para hablar
con Él, preguntarle, intimar, conocerle más y más hasta quedar saciados de
tanta sabiduría, ternura, amor y belleza incomparable del eterno Hijo de Dios,
nuestro salvador, redentor, amigo, hermano…
Siguiendo el texto de Tesalonicenses, vemos una segunda
labor que Dios está haciendo en la vida de sus santos: “…os confirme en toda obra y palabra buena.” Es el resumen y la
definición de las consecuencias de la obra de transformación que Dios efectúa
en nuestras vidas por medio del Espíritu Santo, de manera que, en Su gracia,
Dios transforma nuestros corazones para que en nuestras palabras y obras
vivamos cada día como a Él le agrada, obedeciendo sus estatutos. De manera que
somos transformados por gracia, la gracia de Dios de quien mana todo el proceso
de elección, redención, salvación, reconciliación para aquellos que en otro
tiempo vivimos de espaldas a Él. ¡Cómo no va a animar esto nuestros corazones!
Es muchísimo más de lo que podíamos esperar y merecer, de manera que una vez
más reconocemos que solo podemos saborear los bordes de la Gracia de Dios y que
es mucho lo que en Su misericordia, nos queda por disfrutar por su bondad en
base a la cruz de Cristo de donde sale el mensaje más consolador y las promesas
más poderosas para transformar nuestra vida.
Gracias Señor.