La gente rechaza de plano la expresión “la ira de Dios” porque se imagina la ira nuestra que se transforma en furia, en violencia, en arrebatos incontrolados de cólera. Pero la ira de Dios no pierde el control, es una ira como no nos la podemos imaginar porque es Santa con mayúscula, buena y justa; habla de su constante indignación contra el pecado y todo lo que el pecado provoca.
Como he empezado en el versículo 18 porque es donde se inicia el pasaje de “La ira de Dios contra el pecado”, es importante resaltar el contexto de donde parte este texto porque ese “Pero…” es la continuación de los versículos anteriores en donde está hablando del Evangelio, o como lo llama en la NTV (Nueva traducción Viviente), “la Buena Noticia”: “Pues no me avergüenzo de la Buena Noticia acerca de Cristo, porque es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen, a los judíos primero y también a los gentiles. Esa Buena Noticia nos revela cómo Dios nos hace justos ante sus ojos, lo cual se logra del principio al fin por medio de la fe. Como dicen las Escrituras: “Es por medio de la fe que el justo tiene vida.” (Vs.16-17). Una vez leído estos versículos anteriores, vemos la relación que tiene con lo que dice a continuación: por un lado no hay otra forma de salvarse que la de aceptar el Evangelio (la Buena Nueva) por la fe ya que el hombre es incapaz de salvarse a sí mismo, no puede cumplir la Ley porque falla no no hay otro medio que el que Dios ha dado: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.
A través de la historia escrita en la Biblia, vemos como Dios “muestra su ira desde el cielo”, por ejemplo por medio del diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, las plagas de Egipto, etc. Dios, en determinados momentos de la historia, muestra su ira contra los pecadores, los que se rebelan contra Dios mostrándose totalmente irreverentes contra Él, su Palabra, su santa Ley. Ha habido un constante intento por parte del hombre de detener la Verdad de Dios con su perversión y, no hemos cambiado, es una obstinación por parte de la humanidad el querer convencerse de que no hay Dios a pesar de que Dios se ha revelado a través de Sus Obras (la creación, la naturaleza…), Su Palabra (la Biblia) y Su Hijo: Jesucristo. Cuánto más advierte la conciencia, más se endurece el pecador.
“Ellos conocen la verdad acerca de Dios, porque Él se la ha hecho evidente.” (v.19).
Tal vez muchas de estas personas que aquí se mencionan, nunca han escuchado la Buena Noticia (el Evangelio), pero, eso no es justificación porque, como he dicho antes, Dios se ha dado a conocer y sigue haciéndolo: solo se trata de contemplar la naturaleza, la historia…, incluso de escuchar la conciencia que Él ha puesto en cada uno. Nosotros no hemos descubierto a Dios, Él se ha dado a conocer como aquí afirma: “Pues, desde la creación del mundo, todos han visto los cielos y la tierra. Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina. Así que no tienen ninguna excusa para no conocer a Dios.” (v.20). Esto es un hecho por más que nos pongamos vendas en los ojos y no lo queramos ver, eliminando a Dios e inventando y añadiendo siglos y siglos a la historia para que las cosas se generen evolutivamente de manera espontánea y al azar. La reacción del hombre y la mujer no tiene excusa de ahí que la ira de Dios se revele contra los impíos que tratan por todos los medios de ser independientes, de no querer reconocer ni dar cuentas al Creador, de buscarse formas de inventar su procedencia y su futuro basado en un sinsentido sin pies ni cabeza, cuando el relato de la Creación de Génesis responde a todas las preguntas que nos podamos hacer sobre nuestra procedencia y motivo de existencia. Así que no tienen ninguna excusa porque estamos rodeados de las evidencias, no solo de la existencia de Dios sino también de su poder infinito, bondad y sabiduría que se muestra en el Universo y la Naturaleza que nos lo muestra a poco que queramos observarlo. Hemos creado telescopios, hemos creado microscopios, herramientas que nos descubren maravillas preciosas, ordenadas efectivas, auténticas, que proclaman la mano y el orden de un Creador, no de una inteligencia anónima que maneja el azar a su antojo, un azar que produce organismos complejos, muchos de los cuales aún están por descubrir en su totalidad.
“Es cierto, ellos conocieron a Dios pero no quisieron adorarlo como Dios ni darle gracias. En cambio, comenzaron a inventar ideas necias sobre Dios. Como resultado, la mente les quedó en oscuridad y confusión.” (v.21). “No quisieron…”. Los pecadores siempre han intentado suprimir la verdad que ven a su alrededor, incluso, aunque muchas veces se dan cuenta que Dios es la única explicación a esa verdad, para nada quisieron glorificarlo, sería muy fuerte humillarse, eso es lo que más le cuesta al hombre, humillarse y reconocer que Dios es soberano y está por encima, porque es nuestro Creador: no le quieren reconocer como tal ni le otorgan el honor y la alabanza que se merece, ni, por supuesto, le dan gracias por las bendiciones que nos envía (lluvia, recursos, sol, alimentos…). En lugar de eso, su reacción es totalmente opuesta, en contra, le dan la espalda a Dios y sus mentes y sus corazones permanecieron y permanecen en un plano horizontal: hablaron consigo mismos, inventaron sus argumentos, alimentaron su orgullo y su ingratitud como consecuencia y el resultado es oscuridad y confusión de tal forma que sus mentes no pueden funcionar correctamente, no hay relación con la Sabiduría y la Verdad; sus emociones no consiguen impartir gozo y paz a sus vidas; sus voluntades ni siquiera tratan de estar en armonía con la santa Ley de Dios. Y éste es el resultado:
“Afirmaban ser sabios pero se convirtieron en completos necios. Y, en lugar de adorar al Dios inmortal y glorioso, rindieron culto a ídolos que ellos mismos se hicieron con formas de simples mortales, de aves, de animales de cuatro patas y de reptiles.” (vs.22-23).
Este es el resultado de la ceguera del mundo que no quiere saber nada de Dios, servir a una ceguera que encima es inexcusable porque se trata del fruto de una necedad que fluye del pecado: dejar su fe en Dios y cambiarla por la adoración a ídolos; y no pensemos en simpes ídolos, figuras de madera o de piedra, porque el primer ídolo que sale en la lista es el hombre, el hombre que es mortal, y se han inclinado antes su figura porque han creído al diablo cuando les aseguró que “serían como dioses”; la idea de que será el hombre quién salve al hombre, sigue vigente y latente, por más que demostremos nuestra ineptitud una y otra vez. El hombre, en su orgullo, no quiere ni oír hablar que este tipo de adoración está prohibida en la Ley divina: continuamente se recuerda que Dios está en contra de cualquier tipo de adoración a cualquier criatura o a su imagen, así esté en la tierra o en el cielo (sol, luna, estrellas…); el hombre ha cambiado “la gloria del Dios inmortal” por una simple imagen creada por él mismo.
“Entonces Dios los abandonó para que hicieran todas las cosas vergonzosas que deseaban en su corazón. Como resultado, usaron sus cuerpos para hacerse cosas viles y degradantes entre sí.” (V.24).
“Entonces…” Como consecuencia, vemos la relación que hay entre la idolatría y la inmoralidad: primero ‘idea de hacer ídolos’ y a continuación se pasa directamente a la fornicación y de ahí a la corrupción. ¡Toda una cadena! Pero lo duro de este texto es ver que “Dios los entregó” Esto no quiere decir que Dios nos abandonara directamente, Él no actúa así: en la historia podemos ver la ternura con la que Dios trató a Caín después de el asesinato de Abel; Dios siempre ha dado tiempo para arrepentirse como hizo en los días de Noé a pesar de que la maldad de los hombres era mucha en la tierra; Dios ejerce paciencia con el pecador, pero, Dios es justo y avisa: la misericordia despreciada produce ira; la paciencia divina sin una respuesta favorable de nuestra parte resulta en un derramamiento de la indignación divina: a su debido tiempo, conocido y controlado únicamente por Dios soberano, esa ira permite que todos los pecadores que no se quieren voluntariamente arrepentir, van a ser arrastrados por sus propios pecados al abismo de sus propias pasiones deshonestas. Por su propio deseo y por despreciar el ofrecimiento de Dios, ellos quedan finalmente abandonados, permitiéndoles que se cumpla en ellos su deseo: perecer en su propia maldad.
“Cambiaron la verdad acerca de Dios por una mentira. Y así rindieron culto y sirvieron a las cosas que Dios creó pero no al Creador mismo ¡quien es digno de eterna alabanza! Amén.” (v.25)
Dios el Creador es la Verdad: “En tus manos encomiendo mi espíritu; tu me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.” (Salmo 31:5); “Cualquiera que sea bendecido en la tierra será bendecido por el Dios de la verdad, y el que jure en la tierra jurará por el Dios de la verdad.” (Isaías 65:16). Un ídolo considerado como objeto de adoración, representa la mentira porque puede prometer mucho, según sus promotores, pero no consigue nada. Lo que está diciendo Pablo aquí es que los hombres pecadores adoraron y dieron culto a la criatura antes que el Creador y por lo tanto merecieron el castigo que se menciona en el v.24 y en toda la Palabra de Dios: “Yo soy el Señor tu Dios… no tengas ningún otro dios aparte de mí. No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar. No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, quién no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses.” (Éxodo 20:2-5, donde se recogen los Diez Mandamientos).
A través de toda la Biblia, se recoge que Dios no quiere que nadie pase una eternidad sin Él, por eso la Buena Noticia, el Evangelio, trata del plan de Dios para que todo el que crea en Él, sea salvo: “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Y Jesús dijo: “Pues la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.” (Juan 3.16 y 6:40).
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