jueves, 17 de octubre de 2013

Xenofobia

Leo en la Wikipedia: “La xenofobia (del griego ξένος xeno = extranjero y φοβία fobia = temor)
es el miedo, hostilidad, rechazo u odio al extranjero, con manifestaciones que van desde el rechazo más o menos manifiesto, el desprecio y las amenazas, hasta las agresiones y asesinatos. Una de las formas más comunes de xenofobia es la que se ejerce en función de la raza, esto es el racismo.”
Hace años que leí que la xenofobia iba en aumento, cuando todos creían, o querían creer que no, que eso ya estaba superado, que con la evolución de la mente humana eso era agua pasada, que todos llegaríamos en pocos años a una verdadera igualdad y respeto mutuo.
Este fin de semana, echando una simple ojeada a los periódicos, he comprobado que esos vaticinios eran erróneos, que no solo no es agua pasada sino que empieza a ser agua demasiado corriente.

Leo y comento algunos titulares: “Los partidos extremistas avanzan en buena parte del continente europeo”. “El Frente Nacional Le Pen encabeza los sondeos en Francia.” ¿Por qué resaltar esto? ¿Qué importancia tiene? Veamos algunas de sus consignas y opinemos: “Vuelta al orgullo nacional, odio al extranjero, en guardia contra la construcción europea…” Nacionalismos, autonomía, individualismos, individuo… Tenemos tendencia a volver a construir murallas, murallas que nos separen a unos de otros, que nos aíslen, buscamos autonomía no convivencia, no civismo, no amar al prójimo, y menos al enemigo, al extranjero, nada de integración, todo para el odio. ¡Qué terribles suenan estas realidades! Qué tristeza, que pena volver a lo mismo…

Sigo leyendo: “En Reino Unido el partido antieuropeísta UKIP marca la agenda política en cuestiones de inmigración al Gobierno. La formación ultranacionalista se afianzó en las últimas elecciones municipales.” “En Grecia, el partido neonazi y ultranacionalista Aurora Dorada (estos nombres nos hacen erizar los pelos de la piel), obtuvo en los últimos comicios el 7% de los votos, lo que equivale a 18 escaños de 300.” Y los mismos síntomas en Austria, Noruega y de Australia nos llegan cosas como estas: “Australia no duda en rebotar. Los laboristas decidieron deportar a todos los sin papeles. Los liberales ganan los comicios prometiendo mano dura.” El corazón del hombre no ha cambiado nada con respecto a su prójimo y a sí mismo. Nos domina el egoísmo, nos educan en el egocentrismo, en el YO con mayúsculas, en el que yo viva bien y los demás que se busquen la vida. Como dice el Dr. Pablo Martínez en alguna de sus conferencias, todo se basa en la frase “tengo derecho a ser feliz”, en la que se escudan los divorcios, los abortos, y, cómo no, los odios al inmigrante que viene buscan trabajo para poder vivir. Y claro, como el trabajo escasea, los echamos y así tenemos más… ¿para quién? Para nosotros mismos, los Yoes, los ‘todo para mí’. Y de esa manera asistimos impasibles ante los cientos de cadáveres de personas que tratan de llegar a las costas europeas huyendo de las guerras, del hambre y de la pobreza extrema. Mueren ahogados en nuestras costas y, posiblemente, muchos de esos líderes tan ultras, tendrán argumentos para justificar tamaño desaguisado. Ya se ha buscado a un culpable: ¡la UE! “La UE (Unión Europea) fracasa al abordar la inmigración solo como amenaza” rezaba el periódico este domingo en la primera plana. ¿La culpa? De otros, pero yo me llevo a matar con mi vecino de escalera porque no me permite “ser feliz” con sus molestos ruidos y demás cosas… y ya no digamos si encima es extranjero…


Leo otra noticia de este pasado lunes, en la misma línea: “Un asesinato desata una protesta xenófoba en Rusia con 200 detenidos. Varios miles de personas atacaron ayer en Moscú un centro comercial que emplea a inmigrantes con soflamas nacionalistas y xenófobas como protesta por el asesinato de un joven ruso… a manos de un inmigrante del Cáucaso.” Una muestra más de la tensión existente en Rusia con los inmigrantes de las regiones periféricas del país.
¿Observamos cómo se extiende el fuego? Sin embargo, cuando somos nosotros los que queremos emigrar a otro país por falta de trabajo, deseamos que se nos trate bien, que no se nos desprecie, en muchos casos porque son nuestros propios hijos los que toman ese camino y no soportamos la idea de que en el país al que van se les trate de la misma manera y con el mismo odio como muchos de nosotros hemos tratado a los que antes han venido aquí en las mismas circunstancias.

El pueblo de Israel recibió la Ley de manos de Moisés entregada por Dios, una Ley que debían cumplir viniendo como venía del máximo Legislador y sabiendo que serían bendecidos si obedecían Sus mandamientos. Dentro de esa Ley, se habla en muchas ocasiones del extranjero que convivía con los israelitas, y se habla en estos términos: “Por tanto, amaréis al extranjero, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.” (Deut.10:19). Qué diferencia ¿verdad? Deben amar al extranjero no sólo porque Dios lo manda, sino porque hubo un momento en que los hebreos eran también “residentes extranjeros” cuando estuvieron en Egipto. Pero hay más: “Entonces vendrán… el forastero, el huérfano y la viuda que haya en tus ciudades. Ellos comerán y se saciarán para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que hagas con tus manos.” (Deut.14:29). “No oprimirás al extranjero; porque vosotros sabéis como es el ánimo del extranjero, porque también fuisteis vosotros extranjeros en la tierra de Egipto.” (Éx.23:9). ¡Qué diferencia de mensaje! En lugar de odio, amor; en lugar de desprecio, misericordia; en lugar de ‘mano dura’, compasión. Son las leyes de Dios al pueblo de Israel que podemos encontrar en el Antiguo Testamento que van en la misma línea del mandamiento de Dios-Jesús en el Nuevo: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen;” “Amarás al Señor tu Dios… Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Todo ese amor que se tiene al YO (a ti mismo), es el que hay que utilizar con el prójimo; ese es el mensaje que divulgó Jesús y que puso en práctica siempre que tuvo ocasión. Ese es el mensaje que tenemos que llevar a la práctica los cristianos de corazón. Y esa será la obra de “la sal y la luz en la tierra”, el sabor, la luz, la diferencia que será oposición frontal a esa siembre de odio y desprecio por el prójimo.
Puede que suponga un peligro, pero es el riesgo que corremos en esta tierra: el ser rechazados y despreciados como lo fue Jesús, nuestro Maestro y Salvador, por seguirle, imitarle y obedecerle.

¿Tú lo ves así?

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