Leo en la Wikipedia: “La
xenofobia (del griego ξένος xeno = extranjero y φοβία fobia = temor)
es el
miedo, hostilidad, rechazo u odio al extranjero, con manifestaciones que van
desde el rechazo más o menos manifiesto, el desprecio y las amenazas, hasta las
agresiones y asesinatos. Una de las formas más comunes de xenofobia es la que
se ejerce en función de la raza, esto es el racismo.”
Hace años que leí que la
xenofobia iba en aumento, cuando todos creían, o querían creer que no, que eso
ya estaba superado, que con la evolución de la mente humana eso era agua
pasada, que todos llegaríamos en pocos años a una verdadera igualdad y respeto
mutuo.
Este fin de semana, echando una
simple ojeada a los periódicos, he comprobado que esos vaticinios eran
erróneos, que no solo no es agua pasada sino que empieza a ser agua demasiado
corriente.
Leo y comento algunos titulares: “Los
partidos extremistas avanzan en buena parte del continente europeo”. “El Frente
Nacional Le Pen encabeza los sondeos en Francia.” ¿Por qué resaltar esto? ¿Qué
importancia tiene? Veamos algunas de sus consignas y opinemos: “Vuelta al
orgullo nacional, odio al extranjero, en guardia contra la construcción europea…”
Nacionalismos, autonomía, individualismos, individuo… Tenemos tendencia a
volver a construir murallas, murallas que nos separen a unos de otros, que nos aíslen,
buscamos autonomía no convivencia, no civismo, no amar al prójimo, y menos al
enemigo, al extranjero, nada de integración, todo para el odio. ¡Qué terribles
suenan estas realidades! Qué tristeza, que pena volver a lo mismo…
Sigo leyendo: “En Reino Unido el
partido antieuropeísta UKIP marca la agenda política en cuestiones de
inmigración al Gobierno. La formación ultranacionalista se afianzó en las
últimas elecciones municipales.” “En Grecia, el partido neonazi y
ultranacionalista Aurora Dorada (estos nombres nos hacen erizar los pelos de la
piel), obtuvo en los últimos comicios el 7% de los votos, lo que equivale a 18
escaños de 300.” Y los mismos síntomas en Austria, Noruega y de Australia nos
llegan cosas como estas: “Australia no duda en rebotar. Los laboristas
decidieron deportar a todos los sin papeles. Los liberales ganan los comicios
prometiendo mano dura.” El corazón
del hombre no ha cambiado nada con respecto a su prójimo y a sí mismo. Nos
domina el egoísmo, nos educan en el egocentrismo, en el YO con mayúsculas, en
el que yo viva bien y los demás que se busquen la vida. Como dice el Dr. Pablo
Martínez en alguna de sus conferencias, todo se basa en la frase “tengo derecho
a ser feliz”, en la que se escudan los divorcios, los abortos, y, cómo no, los
odios al inmigrante que viene buscan trabajo para poder vivir. Y claro, como el
trabajo escasea, los echamos y así tenemos más… ¿para quién? Para nosotros
mismos, los Yoes, los ‘todo para mí’. Y de esa manera asistimos impasibles ante
los cientos de cadáveres de personas que tratan de llegar a las costas europeas
huyendo de las guerras, del hambre y de la pobreza extrema. Mueren ahogados en
nuestras costas y, posiblemente, muchos de esos líderes tan ultras, tendrán
argumentos para justificar tamaño desaguisado. Ya se ha buscado a un culpable:
¡la UE! “La UE (Unión Europea) fracasa al abordar la inmigración solo como
amenaza” rezaba el periódico este domingo en la primera plana. ¿La culpa? De
otros, pero yo me llevo a matar con mi vecino de escalera porque no me permite “ser
feliz” con sus molestos ruidos y demás cosas… y ya no digamos si encima es
extranjero…
Leo otra noticia de este pasado
lunes, en la misma línea: “Un asesinato desata una protesta xenófoba en Rusia con 200 detenidos. Varios miles de
personas atacaron ayer en Moscú un centro comercial que emplea a inmigrantes
con soflamas nacionalistas y xenófobas como protesta por el asesinato de un joven
ruso… a manos de un inmigrante del Cáucaso.” Una muestra más de la tensión
existente en Rusia con los inmigrantes de las regiones periféricas del país.
¿Observamos cómo se extiende el
fuego? Sin embargo, cuando somos nosotros los que queremos emigrar a otro país
por falta de trabajo, deseamos que se nos trate bien, que no se nos desprecie,
en muchos casos porque son nuestros propios hijos los que toman ese camino y no
soportamos la idea de que en el país al que van se les trate de la misma manera
y con el mismo odio como muchos de nosotros hemos tratado a los que antes han
venido aquí en las mismas circunstancias.
El pueblo de Israel recibió la
Ley de manos de Moisés entregada por Dios, una Ley que debían cumplir viniendo
como venía del máximo Legislador y sabiendo que serían bendecidos si obedecían
Sus mandamientos. Dentro de esa Ley, se habla en muchas ocasiones del
extranjero que convivía con los israelitas, y se habla en estos términos: “Por
tanto, amaréis al extranjero, porque
extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.” (Deut.10:19). Qué
diferencia ¿verdad? Deben amar al extranjero no sólo porque Dios lo manda, sino
porque hubo un momento en que los hebreos eran también “residentes extranjeros”
cuando estuvieron en Egipto. Pero hay más: “Entonces vendrán… el forastero, el
huérfano y la viuda que haya en tus ciudades. Ellos comerán y se saciarán para
que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que hagas con tus manos.”
(Deut.14:29). “No oprimirás al extranjero; porque vosotros sabéis como es el
ánimo del extranjero, porque también fuisteis vosotros extranjeros en la tierra
de Egipto.” (Éx.23:9). ¡Qué diferencia de mensaje! En lugar de odio, amor; en
lugar de desprecio, misericordia; en lugar de ‘mano dura’, compasión. Son las
leyes de Dios al pueblo de Israel que podemos encontrar en el Antiguo
Testamento que van en la misma línea del mandamiento de Dios-Jesús en el Nuevo:
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen;” “Amarás
al Señor tu Dios… Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Todo ese amor que se
tiene al YO (a ti mismo), es el que hay que utilizar con el prójimo; ese es el
mensaje que divulgó Jesús y que puso en práctica siempre que tuvo ocasión. Ese
es el mensaje que tenemos que llevar a la práctica los cristianos de corazón. Y
esa será la obra de “la sal y la luz en la tierra”, el sabor, la luz, la
diferencia que será oposición frontal a esa siembre de odio y desprecio por el
prójimo.
Puede que suponga un peligro,
pero es el riesgo que corremos en esta tierra: el ser rechazados y despreciados
como lo fue Jesús, nuestro Maestro y Salvador, por seguirle, imitarle y
obedecerle.
¿Tú lo ves así?
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