Un mensaje de Amor de Dios enseñándonos lo que Jesús hizo por nosotros para que nos reconciliemos con Él.
Un blog para compartir mis pensamientos, emociones, dudas, ¿algún acierto?, algo leído, algo visto, mi esperanza...
sábado, 15 de febrero de 2014
jueves, 13 de febrero de 2014
Fuente de Luz
“Y a la vez que apartarán sus oídos de la verdad, se
volverán a las fábulas” (2 Timoteo
4:4). Cuando Pablo le escribía esto a su discípulo Timoteo, no
podría imaginar que se cumpliría exactamente más allá del año 2000, aunque en
sus tiempos también sucedía. En los días de Timoteo era muy fácil encontrar
maestros que conseguían con su palabrería, hacer sonar campanillas en los oídos
de sus seguidores buscando el sonido que más les agradase: cosas fáciles y
cómodas que gusta oír. Se llamaban sofistas,
y andaban de una ciudad a otra ofreciéndose a enseñar cualquier cosa por
dinero. Platón escribió así de ellos: “Andan cazando jóvenes ricos y de
posición, con una educación descafeinada como cebo, y una matrícula como su
objetivo para hacer dinero mediante un uso seudocientífico de los sofismas en
la conversación privada, dándose cuenta de que lo que estaban enseñando era basura.”
Esa apreciación no ha cambiado. Cualquier “maestro” cuya
enseñanza tenga como objetivo restarle importancia al pecado, es una amenaza
para el cristianismo y para la humanidad. Hoy en día, en los países llamados
“cristianos”, cada vez hay más rechazo a los valores y caracteres del verdadero
cristianismo. La Biblia y lo que enseña es puesto en duda, menospreciado y
relegado de una sociedad que busca liberarse de cualquier ‘cosa’ que le ponga
trabas a su “derecho a hacer lo que quiera.” Pero las personas necesitan donde
agarrarse. Necesitan llenar su vacío espiritual. Lo necesitan y algunos,
incapaces de no creer en nada, se vuelven a las supersticiones, a la invocación
de los espíritus, a la hechicería o a cualquier tipo de idolatría que satisfaga
“su necesidad”.
“Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la
buena enseñanza. Al contrario, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso
buscará maestros que le digan lo que quiere oír.” (2 Ti.4:3 Traducción Lenguaje
Actual).
¿Por qué hace la gente eso? Porque “la luz en las tinieblas
resplandece” y la Palabra de Dios es Verdad y la gente no soporta la Verdad, se
alejará de ella porque no soporta la predicación penetrante, la que va al
grano, al centro del corazón. Ante tanto desvarío, la Biblia es la única fuente
de luz y así lo reconocemos los cristianos, pero cuando la luz vino a este
mundo en la persona de Cristo, ¿Qué nos dice la Biblia? Que los hombres amaron
más las tinieblas que la luz. Y siguen amándolas y cada vez más. El deseo de
oír cosas nuevas, ocultismo, sicología, hechicerías, horóscopos, cosas
demoníacas, es una prueba de ello. Claro que ellos no las llamarán así, lo
suavizarán, le pondrán nombres como los sofistas antiguos, nombres seudocientíficos
para que suenen y engañen mejor. Porque de lo que se trata es de ser
autosuficientes, civilizados, modernos (o postmodernos), aquellas cosas de hace
más de dos mil años ¿cómo van a estar vigentes ahora? Pero las palabras de
Jesús retumban a través de los siglos: “El cielo y la tierra pasarán, más mis
palabras no pasarán.” ¿Qué significa esto? La Biblia anticipa que “los cielos y
la tierra que ahora existen están reservados para el fuego, guardados hasta el
día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos… Pero el día del Señor
vendrá como ladrón. Entonces los cielos pasarán con grande estruendo; los
elementos, ardiendo, serán desechos, y la tierra y las obras que están en ella
serán consumidas.” (2 Pedro 3:7, 10). Lo que parece hoy estable, será
desestabilizado, cambiará pero no sucede así con las Palabras de Jesucristo que
no sufrirán jamás cambio ni alteración alguna y su cumplimiento será completo: “…
la palabra de Dios que vive y permanece.”
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”.
Luz. La Biblia se asemeja a una lámpara para saber dónde poner nuestros pies en
el camino estrecho que lleva a la vida. El gran evangelista Charles Spurgeon
dijo en una ocasión: “Toda persona debería hacer uso de la Palabra de Dios de
modo personal, práctico y habitual, para poder ver su camino y lo que hay en
él.”
Nada de lo que hay escrito en la Biblia, promesas,
bendiciones, juicios, el reino y la gloria de Dios, quedará sin cumplir, según
ella misma anuncia. El hecho es irrefutable sólo porque es la palabra de Dios y
eso ya lo garantiza, pero además, por las pruebas históricas de todo lo que ya
se ha ido cumpliendo. Cualquier promesa incumplida afectaría a Dios
directamente que fue el que la hizo. Sería la prueba definitiva en contra. Pero
no la hay. “Desde el principio tú
fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú
permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido
los mudarás, y serán mudados; pero tú
eres el mismo, y tus años no se acabarán.” (Salmo 102:25-27).
Etiquetas:
enseñanzas falsas,
hechicería,
luz,
palabrería,
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resplandecer,
satisfacción,
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tinieblas
lunes, 10 de febrero de 2014
Recuerdos
Nuestra mente es un banco de imágenes. A veces se quiere
disparar sola, rompiendo nuestra reticencia a rememorar imágenes asociadas a
recuerdos que, tal vez, no nos gustan demasiado.
En mi caso, a veces la reto. ¿Cuál es el recuerdo más
antiguo de la infancia, de la adolescencia, que me puedes mostrar? Flashes, imágenes
en blanco y negro, cine mudo de vivencias… olores casi olvidados.
Me quedo con los buenos momentos. Tapo, y me esfuerzo, por olvidar
los malos. “Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.” Hay
imágenes de pecados pasados que no quiero rememorar y me apoyo en la certeza de
que Dios los ha olvidado todos bajo su perdón. Esos malos recuerdos regresan
para acusarnos una y otra vez pero sabemos que “si nuestro corazón nos reprende,
mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas.”
Hay flashes de la infancia que me gustaría ver con nitidez,
por curiosidad, por saber… Aquellos paseos con mi abuelo ¿qué me contaría?
recuerdo su sonrisa enigmática, un poco burlona, pero satisfecha… ¿Y aquella afición
mía por la batería? Montaba una en cualquier sitio y me pasaban las horas
marcando ritmos que a mí me parecían fantásticos. Un músico frustrado, me
repetí muchas veces. Y los viajes en la moto Guzzi de depósito rojo y marchas
en el lateral. Ahí sí que pillé afición.
Muchas travesuras infantiles se agolpan queriendo salir pero
no les dejo. Mi mente era un torbellino de imaginación y, los que me
secundaban, las sufrían conmigo, o las vivían, no sé si convencidos, no puedo
saber cómo, porque no tengo la perspectiva del adulto para analizarlos. ¿Por
qué no me dediqué a escribir? Me gustaban las redacciones que me ponían en
clase, ahí disparaba mi imaginación y la plasmaba en el papel. A alguna de mis
profesoras les encantaban, lo recuerdo muy bien porque potenciaban mi ego y yo quería
volver a escribir, y volver a escribir. Mi madre debía estar mosqueada de que
cada dos por tres tuviese que “hacer una redacción”. Pero era donde se
manifestaba mi mundo hasta que descubrí el cine. Eso ya me superó. Desde muy
pronto comencé a asistir los sábados por la mañana a la proyección de una
película en el cine del instituto. Por entonces cursaba lo que se llamaba
preparatoria. Y el sábado era el día. No recuerdo ninguna película que me impactase.
Solo recuerdo el apelotonamiento en la puerta de entrada que se vencía por los
empujones de los más grandes en estatura. Ese recuerdo es desagradable. También
me acuerdo de los cortes: estabas todo concentrado viendo al zorro en plena
acción (acabo de recordar que nos ponían muchas películas del zorro), y ¡zas!
pantalla en blanco, luces que se encendían. Ahora sé que se trataba de un
cambio de rollo. Aquellos rollos que veíamos transportar en unos sacos
marrones, casi misteriosos, con una etiqueta anudada en el cuello de la
abertura: “Los tres mosqueteros”. A lo mejor. También recuerdo el aspecto del
profesor de preparatoria que era el operador de la máquina de proyección. La
misteriosa salita en donde estaba el proyector no la conocía, no se podía acceder
a ella, me comía la curiosidad por saber que había allí o como era. Años más
tarde pude fisgonear desde la puerta. Estaba muy bien montada. Era un cine con
todas las de la ley, no había duda.
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