"Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.
Más la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra." (Salmo 103:13-18).
HABLANDO CON DIOS
Soy Señor, lo que estás viendo:
un mar rebosando dudas,
una voz con mis preguntas,
y un borrón sobre tu lienzo.
¿Soy acaso el tosco genio,
que con ligera pluma,
libraré que mi alma sufra
el cercano cementerio?
Soy Señor, lo que estás viendo:
un mar lleno de espumas,
con olas que arrullan juntas,
los rincones de mi sueño.
¿Soy quizás, el río inmenso,
que lleva las aguas puras
para regar las locuras
que se sienten con un beso?
Soy Señor, lo que estás viendo:
una rama de ternura
que aún sueña con la luna,
y la razón le da miedo.
¿Soy tal vez, sólo este cuerpo,
que no ha de dejarme nunca
respirar sin su figura,
abrazado al movimiento?
Soy Señor, lo que estás viendo:
un niño sin una cuna,
un pájaro sin su pluma,
y un estanque medio seco.
Soy Señor, lo que estás viendo:
una voz que a ti se eleva,
llevando tu cruz de emblema,
y en tu mano, ser objeto,
para ir abriendo la puerta
a los que hoy están fuera,
pero quieren entrar dentro
de tu libro y de tu pecho
dando olvido a su alma vieja.
Soy Señor, lo que estás viendo:
el umbral de tus pisadas,
y el borrón sobre tu lienzo.
LEOPOLDO SEMPRÓN
(Publicado en la revista
EDIFICACIÓN CRISTIANA, Marzo – Abril 2005. Nº 218. Época IX. Permitida
la reproducción total o parcial de esta publicación, siempre que se cite su
procedencia y autor.)
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