Ya me ha pasado en otras ocasiones: veo una película y quedo conmocionado, afectado por lo que descubre, dolido ante la realidad, triste ante la injusticia que proclama. "Hijos del Tercer Reich" es una mini serie alemana que cuenta en tres capítulos el cambio que ejerce en cinco amigos el vivir en primera persona las consecuencias de la segunda Guerra Mundial. Hay una frase de uno de los personajes que más me ha gustado que lo resume perfectamente: "La guerra sólo va a sacar a la luz lo peor de nosotros".
El guionista Kolditz, en una entrevista que le hicieron en el periódico el País declaró: "No presentamos a los alemanes como víctimas. Los protagonistas experimentan una transformación a lo largo de la serie, donde cometerán actos deleznables. Eso es lo peor de las guerras: no que los asesinos maten, sino que la gente normal, como usted o como yo, acabemos convirtiéndonos en máquinas de aniquilar”.
Esa transformación tan real fue lo que me dejó tan triste, el comprobar como cuando sale a la luz lo peor del hombre, pierde los valores humanos, pierde la condición de persona y se embrutece de una forma diabólica que asusta y hace perder la fe en el hombre a aquel que la tenga.
La mayoría de las buenas películas que tienen como argumento cualquiera de las guerras, retratan con fidelidad en lo que se convierte una ciudad, un país, cuando sufre el mal de la guerra. Hoy lo estamos viendo en los telediarios, lo que se ha dado en llamar, irónicamente, "la guerra en directo". Siria es el país protagonista y los escombros de lo que fue un bello país, el escenario dantesco en donde se matan personas por un supuesto objetivo político o militar, arrastrando con ellos a inocentes niños, sufridas madres, pobres ancianos y una población que huye de esa miseria, una población que conocemos como "los refugiados", que se encuentran las puertas de los países cerradas ante su llamada tétrica de socorro. Esa es la otra cara de la moneda: los países a los que pueden escapar, llenos de personas civilizadas y cultas, miran para otro lado como si los que se arremolinan ante sus puertas fueran un rebaño pestilente de ganado.
Así que podemos decir que la guerra ha sacado a la luz lo peor de nosotros en los sitios donde la hay y en donde no. Así somos en el fondo: portadores de un corazón egoísta, solidario con lo que le conviene, hipócrita y anti cívico. "Lo peor de nosotros".
Ante la pantalla de la verdad representada en la ficción y en la vida, nos sentimos impotentes porque reconocemos nuestras carencias. Solo un corazón lleno de amor puede ser transformado y transforma a la persona poniendo carne donde hay piedra, amor donde hay odio, generosidad donde hay egoísmo. Solo un corazón limpio de suciedad puede vivir esa metamorfosis. Solo Jesús lo puede hacer si creemos y se lo pedimos. Él es Dios, Él quiere tenernos en su familia, Él ha hecho lo necesario para que podamos vivir una vida con valores, principios y un propósito. No pierdes nada en pedirle ayuda para encontrarte con Él. Vale la pena porque vale una eternidad.
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