lunes, 23 de octubre de 2017

¿De dónde venimos?

Creador Diseñador Planeador Creador de los Cielos y la Tierra
Leo en un libro sobre Ciencia: “La vida en la Tierra se originó probablemente a partir de sustancias químicas disueltas en los océanos. Desde estos sencillos comienzos la vida se ha desarrollado gradualmente hacia muchas formas diferentes. Todos los seres vivos cambian cuando una generación sucede a otra. Este proceso se llama evolución”.
Las ‘cursivas’ son mías para resaltar esas dos palabras: “probablemente”, lo que no indica seguridad y “evolución” algo que parte de una teoría desarrollada por el naturalista inglés Charles Darwin y que publicó en 1859 en su libro “El origen de las especies”.
¿Y qué sucede con la raza humana? Según los científicos (y los menciono en general, porque no todos apoyan estas teorías), el primer ser vivo en la Tierra fue un ser unicelular, de esto hace unos cuatro mil millones de años, y de ese organismo evolucionaría la vida animal y vegetal (Otra vez la evolución). Fruto de esa evolución surgirían los homínidos, hace unos cinco millones de años. Según estos estudios, hace 300 millones de años existió un mono llamado aegyptopithecus que se supone es el antepasado de los primates, simios y humanos. Dicho esto así de forma genérica y sin entrar en detalles, está muy bien, pero las decenas de preguntas que surgen de estas teorías, la mayoría no tienen respuesta o se las responde con otras teorías que necesitan esos millones de años de evolución para tratar de rellenar las lagunas que surgen.
Sin embargo estas teorías se han afianzado y, progresivamente, han pasado de ser teorías a hechos consumados, de manera que se dan en las escuelas y en las universidades como las explicaciones científicas más coherentes a la pregunta “¿de dónde venimos?”, de manera que mucha gente está convencida y cree que los seres humanos son animales evolucionados de especies inferiores.
Estas teorías que, por ser científicas, tenemos que creer, nos dicen que todo el universo adquirió su equilibrio, su complejidad, su precisión y volumen accidentalmente; de igual manera la Tierra, este maravilloso planeta con agua, aire, gravedad, suelo, etc., es como es por puro azar, por accidente, y esto tenemos que tomarlo, el azar y el accidente, como una declaración científica.
Podríamos extendernos desarrollando estas hipótesis y sus controversias, pero me quiero centrar solo en nuestra pregunta: ¿Qué pasa con nuestra especie? ¿Hay realmente pruebas, huesos, que nos demuestren que un animal evolucionó en otro? No. Todas las ilustraciones que nos presentan en los libros de el hombre de Java, el de Neanderthal, el de Nebraska, etc., ninguno es el eslabón perdido porque las pruebas reales nos dice o que se trata de monos, o que se trata de hombres, pero lo que no son monos transformándose en hombres. No pueden encontrar monos-hombres porque la evolución es un gran engaño. Todos los fósiles muestran especímenes completos. No hubo cambio en ninguno. Ningún fósil que se haya encontrado muestra un animal transformándose en otro. Y desde que se ha descubierto el ADN, se puede probar que la evolución así enseñada es imposible, porque demuestra que el ser concebido contiene toda la información acerca de cómo va a ser concebido cuando crezca, no hay accidente ni azar.
¿Qué podemos entonces afirmar y asegurar? Los descubrimientos, investigaciones y estudios serios y concienzudos de los científicos demuestran que la vida y todo lo demás que existe es el resultado de un plan, no de un accidente. ¿Quién ha ideado ese plan? No podríamos saberlo si el gran Diseñador no nos lo hubiese dicho, pero lo ha hecho. El gran Planeador no es una fuerza impersonal, un ente poderoso del que emanan las cosas. El Creador de los cielos y la tierra y todo lo que contienen es Dios, como así dejó constancia en su Palabra escrita, la Biblia. En contra de lo que muchos puedan estar opinando, no estamos hablando de un libro de fábulas o de historias para niños, nos encontramos ante un documento muy antiguo, escrito dentro de otra cultura, que constituye un medio pedagógico para explicar las verdades básicas esenciales a toda teología. El Creador revela a los escritores humanos, con palabras sencillas, simples y comprensibles, el origen de todo. Los primeros capítulos del libro del Génesis no recogen una información científica, sino una información moral y espiritual, ya que es obvio que la Biblia no es un libro de ciencia pero no por eso hay que cometer el error de vaciar al texto de su contenido, ni de despreciar la información que contiene. La enseñanza bíblica es muy diferente a esa teoría evolucionista que asegura que todo proviene del azar. En el relato bíblico encontramos, no una evolución de las especies, sino una creación hecha por Dios, de forma separada, de cada una de las entidades: materia, minerales, animales marinos, animales terrestres y, finalmente, el hombre y la mujer. Es Dios el que funda la Historia, ahí en el Génesis se puede ver el proceso y desde el momento en que se produce el actor creador, comienza la humanidad, empezando desde ahí el tiempo histórico, no el tiempo mítico, se trata de la Historia irreversible. Dios crea una naturaleza acabada y no en gestación. Crea las plantas, los animales y por último al ser humano, a imagen y semejanza de Dios, lo que supone una dimensión distinta de los animales, ya que el hombre puede pensar, razonar, crear, tomar decisiones, hablar, comunicarse entre ellos y Dios, siente, es sensible, tiene capacidades que explota y desarrolla y sigue haciéndolo. Dios crea de forma perfecta y, si somos un poco observadores, lo podemos comprobar a nuestro alrededor. La Biblia no es una colección de mitos, la Biblia elimina los mitos modernos desde la primera página.
Dios crea libremente y lo hace por amor porque no tiene necesidad alguna de crear; lo hace por amor y nos crea libres, porque Él quiere comunicarse con criaturas libes, que pueden optar por ser sus amigos… o no. Pero eso no quita que, por amor, Dios quiera hacernos partícipes de lo que Él es: Dios es amor, quiere tener relación con su criatura, pero no quiere una relación impuesta, sino una relación voluntaria, por medio de su Hijo Jesucristo, el único mediador válido entre Dios y nosotros.

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