Leo en un libro sobre Ciencia: “La vida en la Tierra se
originó probablemente a partir de
sustancias químicas disueltas en los océanos. Desde estos sencillos comienzos
la vida se ha desarrollado gradualmente hacia muchas formas diferentes. Todos
los seres vivos cambian cuando una generación sucede a otra. Este proceso se
llama evolución”.
Las ‘cursivas’ son mías para resaltar esas dos palabras:
“probablemente”, lo que no indica seguridad y “evolución” algo que parte de una
teoría desarrollada por el
naturalista inglés Charles Darwin y que publicó en 1859 en su libro “El origen de las especies”.
¿Y qué sucede con la raza humana? Según los científicos (y
los menciono en general, porque no todos apoyan estas teorías), el primer ser
vivo en la Tierra fue un ser unicelular, de esto hace unos cuatro mil millones
de años, y de ese organismo evolucionaría la vida animal y vegetal (Otra vez la
evolución). Fruto de esa evolución surgirían los homínidos, hace unos cinco
millones de años. Según estos estudios, hace 300 millones de años existió un
mono llamado aegyptopithecus que se supone es el antepasado de los primates,
simios y humanos. Dicho esto así de forma genérica y sin entrar en detalles,
está muy bien, pero las decenas de preguntas que surgen de estas teorías, la
mayoría no tienen respuesta o se las responde con otras teorías que necesitan
esos millones de años de evolución para tratar de rellenar las lagunas que
surgen.
Sin embargo estas teorías se han afianzado y,
progresivamente, han pasado de ser teorías a hechos consumados, de manera que
se dan en las escuelas y en las universidades como las explicaciones
científicas más coherentes a la pregunta “¿de dónde venimos?”, de manera que
mucha gente está convencida y cree que los seres humanos son animales
evolucionados de especies inferiores.
Estas teorías que, por ser científicas, tenemos que creer,
nos dicen que todo el universo adquirió su equilibrio, su complejidad, su
precisión y volumen accidentalmente; de igual manera la Tierra, este
maravilloso planeta con agua, aire, gravedad, suelo, etc., es como es por puro
azar, por accidente, y esto tenemos que tomarlo, el azar y el accidente, como
una declaración científica.
Podríamos extendernos desarrollando estas hipótesis y sus
controversias, pero me quiero centrar solo en nuestra pregunta: ¿Qué pasa con
nuestra especie? ¿Hay realmente pruebas, huesos, que nos demuestren que un
animal evolucionó en otro? No. Todas las ilustraciones que nos presentan en los
libros de el hombre de Java, el de Neanderthal, el de Nebraska, etc., ninguno
es el eslabón perdido porque las pruebas reales nos dice o que se trata de
monos, o que se trata de hombres, pero lo que no son monos transformándose en
hombres. No pueden encontrar monos-hombres porque la evolución es un gran
engaño. Todos los fósiles muestran especímenes completos. No hubo cambio en
ninguno. Ningún fósil que se haya encontrado muestra un animal transformándose
en otro. Y desde que se ha descubierto el ADN, se puede probar que la evolución
así enseñada es imposible, porque demuestra que el ser concebido contiene toda
la información acerca de cómo va a ser concebido cuando crezca, no hay
accidente ni azar.
¿Qué podemos entonces afirmar y asegurar? Los
descubrimientos, investigaciones y estudios serios y concienzudos de los
científicos demuestran que la vida y todo lo demás que existe es el resultado de
un plan, no de un accidente. ¿Quién
ha ideado ese plan? No podríamos
saberlo si el gran Diseñador no nos lo hubiese dicho, pero lo ha hecho. El gran
Planeador no es una fuerza impersonal, un ente poderoso del que emanan las
cosas. El Creador de los cielos y la tierra y todo lo que contienen es Dios,
como así dejó constancia en su Palabra escrita, la Biblia. En contra de lo que
muchos puedan estar opinando, no estamos hablando de un libro de fábulas o de
historias para niños, nos encontramos ante un documento muy antiguo, escrito
dentro de otra cultura, que constituye un medio pedagógico para explicar las
verdades básicas esenciales a toda teología. El Creador revela a los escritores
humanos, con palabras sencillas, simples y comprensibles, el origen de todo.
Los primeros capítulos del libro del Génesis no recogen una información
científica, sino una información moral y espiritual, ya que es obvio que la
Biblia no es un libro de ciencia pero no por eso hay que cometer el error de
vaciar al texto de su contenido, ni de despreciar la información que contiene.
La enseñanza bíblica es muy diferente a esa teoría evolucionista que asegura
que todo proviene del azar. En el relato bíblico encontramos, no una evolución
de las especies, sino una creación hecha por Dios, de forma separada, de cada
una de las entidades: materia, minerales, animales marinos, animales terrestres
y, finalmente, el hombre y la mujer. Es Dios el que funda la Historia, ahí en el Génesis se puede ver el proceso y
desde el momento en que se produce el actor creador, comienza la humanidad,
empezando desde ahí el tiempo histórico, no el tiempo mítico, se trata de la
Historia irreversible. Dios crea una naturaleza acabada y no en gestación. Crea
las plantas, los animales y por último al ser humano, a imagen y semejanza de
Dios, lo que supone una dimensión distinta de los animales, ya que el hombre
puede pensar, razonar, crear, tomar decisiones, hablar, comunicarse entre ellos
y Dios, siente, es sensible, tiene capacidades que explota y desarrolla y sigue
haciéndolo. Dios crea de forma perfecta y, si somos un poco observadores, lo
podemos comprobar a nuestro alrededor. La Biblia no es una colección de mitos,
la Biblia elimina los mitos modernos desde la primera página.
Dios crea libremente y lo hace por amor porque no tiene
necesidad alguna de crear; lo hace por amor y nos crea libres, porque Él quiere
comunicarse con criaturas libes, que pueden optar por ser sus amigos… o no.
Pero eso no quita que, por amor, Dios quiera hacernos partícipes de lo que Él
es: Dios es amor, quiere tener relación con su criatura, pero no quiere una
relación impuesta, sino una relación voluntaria, por medio de su Hijo
Jesucristo, el único mediador válido entre Dios y nosotros.
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