domingo, 27 de mayo de 2018

Cuestión de valores

pérdida de valores en la sociedad actual
Hace unos día leí este comentario en la hoja del calendario de La Buena Semilla: “En el curso de una
entrevista, un editorialista declaró: “Hemos pasado a un período de incertidumbre en cuanto a nuestros valores”. Hablaba de nuestros valores morales, los que gobiernan nuestro comportamiento en la sociedad actual. En los países cristianizados estos valores se apoyaban en gran parte en la Biblia. Hoy todos esos valores son cuestionados porque Dios y su Palabra han sido dejados de lado o ignorados.”
Unos días más tarde, leyendo el libro “Verdad y transformación” de Vishal Mangalwadi, un destacado intelectual y conferenciante cristiano de la India, encontré un comentario muy similar: “La verdad se perdió por causa de la arrogancia intelectual que rechazó la revelación divina e intentó descubrir la verdad apoyándose exclusivamente en la mente humana… La Inglaterra del siglo XVIII estaba tan corrompida como mi país; fue transformada por el avivamiento religioso dirigido por John Wesley, fundador de la Iglesia Metodista.”
No es la primera vez que escribo sobre el tema de la “pérdida de valores en la sociedad actual”, pero es curioso que me lo encuentre continuamente, como si urgiera la necesidad de hablar de esta pérdida, básicamente por los inconvenientes que supone para esta sociedad postmoderna. Mires para donde mires, el comportamiento de las personas públicas que deberían ser un ejemplo para los demás, destaca una y otra vez por el escándalo, la corrupción, las malas maneras… y esto afecta a la sociedad en general que parecer amoldarse con demasiada velocidad, diría yo, a una forma de comportamiento que practica tanto el político más afamado como el niño en el patio del colegio o en el parque; las películas sobre el viejo oeste están de moda: “ciudad sin ley”. La repetición de conductas irresponsables sin tener en cuenta los principios más básicos de convivencia, están haciendo que la gente se acostumbre a que “eso” es normal y que la pérdida de valores en la sociedad sea un problema irremediable como el cambio climático, la contaminación de los mares o la desaparición de especies de animales. Lo que realmente alarma es que parece que nadie se da cuenta del alimento continuo que reciben nuestros jóvenes en la televisión y el cine para que desaparezca el gusto por la educación, el civismo, el respeto por los demás. Parece que es más interesante vivir al límite, buscar el enfrentamiento, conseguir las cosas que se desean sin esfuerzo, robando si llega el caso. Se oyen continuamente las formas de incumplir la ley sin que tenga consecuencias (“¡total no pasa nada!”). Se ufanan de “subir a la red” la última gamberrada, pelea entre jóvenes, etc.,  importándoles bien poco el hecho de que la misma policía pueda llegar a conocer la identidad de los infractores. Es como si la expresión “¡a donde vamos a llegar!” se le atribuyese a las personas mayores que “están pasadas” y no saben que los tiempos han cambiado y hoy está de moda romper con la rigidez de una sociedad caduca.
¿Se han perdido definitivamente los valores morales? No. Están a disposición de todo el que los quiera encontrar y ejercitar y todos estamos en disposición de potenciarlos si no queremos que este mundo se convierta en lo que pronostican las películas futuristas que auguran un mundo devastado y dominado por las armas, la violencia, la fuerza del más bruto, la corrupción desmedida y la injusticia.
“La Biblia fue la responsable de que el Occidente medieval fuera la primera civilización de la historia que no descansó sobre las espaldas de sudorosos esclavos.” escribe Mangalwadi. La Biblia sigue siendo desde hace miles de años, una guía segura. “Tu palabra es verdad”, dijo Jesús en su oración de Juan 17. “Si os mantenéis fieles a mis enseñanzas, seréis realmente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). La vida cristiana ejercita y fomenta los valores morales de convivencia. El Señor nos pide que seamos luz y sal en este mundo; la luz despeja las tinieblas y el caos; la sal recobra el sabor de la vida sana y cívica. “Dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial”. Como seguidores de Jesucristo somos responsables de que esta sociedad no pierda “el sabor” de la vida abundante en el sentido de que la vida tiene un propósito y un valor que la apatía general y la desinformación está olvidando. Los creyentes tenemos un testimonio que habla de la esperanza que hay en Cristo y de la existencia real y inequívoca de Dios ante quien tendremos que rendir cuentas al final de nuestros días. No se trata de creer en temores y temblores para someter y paralizar a la gente, sino de todo lo contrario: ¡ser libres! ¿Por qué? Porque estando de parte de Dios estamos de parte del Creador, Soberano, Dueño y Señor de la creación, y no solo eso, también es nuestro Salvador y el que da  sentido a la vida, un propósito, una meta que afecta a nuestra manera de vivir de manera que nuestra conducta y testimonio ante los demás le da un sabor especial y agradable a la sociedad que nos rodea. El verdadero cristiano respeta las leyes vigentes y si detecta alguna injusticia o error en su aplicación, tiene valor y bases en las que afirmarse para protestar y exigir justicia en donde sea necesario. El verdadero cristiano procura el bien de sus conciudadanos, practica el civismo, su familia es ejemplo de amor y educación, es ejemplo de responsabilidad y profesionalidad en el trabajo… Sal, sabor en medio de una sociedad corrompida, mentirosa, avara, egoísta…
“Si os mantenéis fieles a mis enseñanzas, seréis realmente mis discípulos”. Las enseñanzas que Jesús menciona están registradas en la Biblia, la Palabra de Dios y es por medio de esta Palabra que se alcanza la sabiduría. “…y conoceréis la verdad”, y Pilatos ante este dilema preguntó lo que muchos aún hoy en día se preguntan: “¿Qué es la verdad?”. Jesús dijo: “Yo soy la verdad”. El conocimiento de la verdad nos presenta la vida bajo la perspectiva de Dios, y el plan que Dios tiene para sus hijos establece la correcta escala de valores conforme a Su sabia Voluntad. “…y la verdad os hará libres.” El que cree en Jesucristo como Salvador queda liberado del poder del pecado, del entorno, de la corriente de este mundo, de sus deseos, de su “cultura”, de todo aquello que va en contra de la justicia y la voluntad divinas. El seguir fielmente a Cristo, dependiendo de la Palabra (‘mis enseñanzas’), nos da la verdadera libertad, quita de nosotros todo tipo de prejuicio, de egoísmos y amor propio, de los errores, y nos llena de la seguridad que proporciona el dominio propio. La mente se libera ensanchándose con el conocimiento de nuestro Señor, un conocimiento que nos va llevando, paso a paso, poco a poco (no de repente ni rápidamente), a los “lugares celestiales” aún dentro de este mundo. La libertad de la que habla Jesús se concreta en Él mismo: “Así que si el Hijo os hace libres, sois verdaderamente libres” (Juan 8:36).
La vida con Cristo nos devuelve la vida íntegra, equilibrada, con propósito. Es la vida abundante que Él desea para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Hola! anímate a dejar tu comentario ¡Bendiciones!
Toda opinión es respetada pero comentarios que difamen el nombre de Dios serán ELIMINADOS.