21 días de confinamiento en nuestros hogares a causa de la
pandemia del coronavirus. Puedo dar gracias a Dios de que, en nuestro caso,
sólo estamos confinados; estamos viendo a nuestro alrededor situaciones mucho
más difíciles como cuando alguien de la familia tiene que estar en cuarentena,
totalmente aislado en una habitación, aún dentro de su casa. Y ya no digamos de
aquellos a los que les muere algún familiar o conocido y no puede despedirse de
él o consolar con su presencia, a sus familiares. Todos están de acuerdo que es
una de las situaciones más duras.
¿Cómo responde el verdadero cristiano antes estas pruebas
tan duras? Buscando respuestas en la Palabra de Dios: “Por nada estéis
angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6).
Estos días estoy experimentando, junto con mis hermanos en
la fe, cómo nos llegan mensajes de parte de Dios, relacionados con la
preocupación, la confianza, el enfrentamiento a las pruebas… Éstas últimas
semanas hemos estado estudiando algunos pasajes del Sermón del Monte y
(¿casualmente?) hemos estado viendo aquellos versículos que empiezan: “No se
preocupen por la vida diaria…” y
hemos visto diferentes aspectos de lo importante que es descansar en el Señor
respecto a las preocupaciones que surgen en esta vida y cómo Dios nos prohíbe
que nos preocupemos porque ¡Él tiene cuidado de nosotros!
Sin embargo constantemente vemos a nuestro alrededor a ‘enfermos
de preocupación’ y si comentas algo, enseguida te preguntan: “¿Cómo no voy a
estar preocupado?” Claro, es lo natural, especialmente cuando no se tiene a
Dios de nuestro lado. El afrontar las dificultades con nuestras propias fuerzas
nos llena de preocupación porque no encontramos apoyo en nadie. La preocupación
nos aturde, nos frustra, nos confunde, nos desconcierta porque no sabemos a qué
agarrarnos o cómo salir de la situación, por eso hay personas que enferman de
preocupación. Sin embargo la respuesta de Pablo es cortante: “Por nada estéis
angustiados”, en otras palabras: “¡No os preocupéis por nada!” Y continuamente vamos
a encontrar en la Palabra de Dios que dejemos de preocuparnos, que los que
creemos en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador ¡tenemos prohibido
preocuparnos! La preocupación en un cristiano ¡es pecado! Por eso el Señor
insiste “¡Deja de preocuparte!” “Así que no se preocupen por todo eso
diciendo: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿qué ropa nos pondremos?”. Esas cosas dominan el pensamiento de los
incrédulos, pero su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades. Busquen el
reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les
dará todo lo que necesiten. Así que no se preocupen por el mañana, porque el
día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy
son suficientes por hoy.” (Jesús en el Sermón del Monte, Mateo 6:31-34).
Seguro que muchos estaréis pensando: “Vale, deja de
preocuparte, pero ¿cómo? Aunque quiera dejar de preocuparme, no puedo; parece
que en cada intento lo que consigo es preocuparme más. Con mi fuerza no puedo
dejar de preocuparme. Además me parece que es lógico porque soy una persona
responsable, consecuente con lo que me rodea y con los que me rodean: los seres
queridos que viven conmigo ¿cómo voy a dejar de preocuparme por ellos viendo lo
que está pasando a nuestro alrededor?”
Además, los creyentes debemos tener claro que no estamos
exentos de experimentar conflictos. Jesús dijo: “Aquí en el mundo tendrán
muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo.”
(Juan 16:33). Jesús no nos dice que nos preocupemos por los conflictos, sino
que nos animemos ¿por qué? Porque podemos descansar en Él. “Venid a mí,
nos dice, y Yo os haré descansar”, porque Yo he vencido al mundo con sus
preocupaciones, pruebas y tristezas. Pablo también busca un apoyo similar: ““En
cada situación, por oración y petición, con acción de gracias, presenta tus
peticiones a Dios”. ¡En cada situación! En cualquier situación, Dios
siempre está ahí porque, finalmente, Él está detrás de todo controlando.
¿Creemos esto? ¿Creemos que Dios tiene el control? Si es así, y si hemos
depositado nuestra confianza y nuestra vida en Él, todas las cosas que afectan
a nuestra vida y que pueden intentar preocuparnos, “¡presenta tus peticiones
a Dios!” ¿Cómo? En oración: podemos hablarle todas las cosas, con claridad,
con sencillez; Él sabe que tendemos a preocuparnos porque no somos conscientes
de Su temible presencia. Recuerdo ahora aquella historia en donde el criado de
Eliseo estaba preocupado por el peligro inminente que los estaba rodeando: “Al
día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se levantó temprano y
salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados.
—¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a
Eliseo.
—¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro
lado que del lado de ellos!
Entonces Eliseo oró: «Oh Señor, ¡abre los ojos de este
joven para que vea!». Así que el Señor abrió los ojos del joven, y cuando
levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de
caballos y carros de fuego.” (2 Reyes 6:15-17). ¡Hay más de nuestro lado
que del lado de ellos! Ahí está nuestra fe, ahí está nuestra confianza. Si Dios
está por nosotros ¿quién contra nosotros? Por eso Él nos da la herramienta de
la oración, porque sabiendo como somos nos anima a apoyarnos en la oración a
Aquel que es capaz, que tiene los medios y la fuerza y la riqueza más que
suficiente para sacarnos de la situación de conflicto, si está en Su voluntad, porque,
según vamos conociendo a Dios a través de las experiencias de la vida, podemos
estar seguros que la cosa apropiada, la cosa perfecta, será la que Él haga: “Y
sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo
aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos.” (Romanos
8:28), y aquí, ‘todas las cosas’ es todo, incluidos los conflictos que nos
puedan venir porque Él los ha permitido con un propósito que la mayoría de las
veces desconocemos (ver la historia de Job), pero que, finalmente, va a cooperar para nuestro bien, aunque al
principio no lo veamos por ningún lado. Pero ¿Qué nos dice el Señor? ¡Tened fe!
Es verdad que hay momentos en que le pedimos que nos quite
aquello por lo que estamos pasando, que nos quite esa dificultad; es natural,
es nuestra reacción humana lógica: “Señor, quítame esto”. Pero Él nunca dice
que hará eso porque habrá veces que lo hará y también las habrá, muchas veces,
que no lo hará. Recordemos la oración de Jesús en Getsemaní: ““Padre mío, si
no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo
26:42). ¡Hágase tu voluntad! No sabemos el fin, desconocemos Su Plan, pero
debemos confiar en Él, en sus promesas, en Su amor para con nosotros, en su
fidelidad. La “acción de gracias” de la que nos habla el testo que hemos visto
en Filipenses 4, es ese mirar hacia adelante con confianza, en fe, dando
gracias a Dios por la contestación antes de que nosotros la veamos. De hecho,
cuando estamos orando con fe, estamos entregándonos a Su dependencia, a Su buen
hacer, a Su sabiduría y poder, sabiendo que en esa confianza y en esa fe lo que
va a resultar es paz, la paz que “sobrepasa todo entendimiento: “Así
experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz
de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.”(Filipenses
4:7). Que así sea.
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