Algunos de sus cuadros con ilustraciones de escenas bíblicas, son muy conocidos aunque también son auténticas maravillas sus retratos y autorretratos. Entre sus cuadros con temas bíblicos, podríamos mencionar ‘Cristo en Emaús’, ‘La resurrección de Lázaro’, ‘Cristo en la tormenta sobre el lago de Galilea’, etc.
Una de sus obras más conocidas es el grabado titulado ‘La Tres Cruces’ (1653), donde se representa a Jesús crucificado en medio de las otras dos cruces de los ladrones. La primera mirada nos lleva directamente a esa cruz central porque hay una especie de resplandor central que nos enfoca la mirada allí, luego, al tratarse de una especie de dibujo, la mirada busca los detalles, la gente que aparece alrededor, a veces un poco oculta entre sombras, como si no quisiesen formar parte del cuadro, o como si pasasen por allí y fuesen sorprendidos sin tener ninguna intención en ser fotografiados para la posteridad. Dicen que uno de los personajes que medio se ven entre las sombras es el propio Rembrandt, su autorretrato; algunos críticos afirman que quiso aparecer en el grabado porque reconocía que por causa de sus pecados, él había ayudado a clavar a Jesús a la cruz.
Alguien dijo que es sencillo decir que Cristo murió por los pecados del mundo, pero que lo difícil es reconocer que murió por mis pecados… “Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu.” (1 Pedro 3:18). Así lo confiese el apóstol Pedro en su primera carta. ¿Esto significa que todos se salvan? No, sólo aquellos que reconocen a Jesús como su Señor y Salvador y aceptan esa verdad, de que Su muerte paga el castigo que merecemos cada uno. Juan 1:12 dice: “ero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.” Creyeron y recibieron. Solo se trata de pedírselo, no quedarse en la sombra como el pintor, sino aceptar las palabras de Jesús desde la cruz: “Padre, perdónalos.” Gracias a Dios eso nos incluye a ti y a mí.
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