Acabo de llegar de dar un paseo por la calle, al sol de abril, al sol casi de verano cuando que hace dos
días que teníamos que tener la calefacción encendida y en la sierra nevaba. Como sabéis los que me habéis leído alguna vez, me gusta el sol y el calor, no soy nada de frío, pero es que además, en mi paseo, he pasado cerca de algunos parques infantiles rebosantes de niños, niños felices, gritones, como agitados por estos calores a los que parece no están acostumbrados. Le dan vidilla al ambiente gris y hostil del invierno. Necesitaba vitamina D. Por aquí suele pasar que después del 2 de mayo empiezan a subir las temperaturas y nos encaminamos, para algunos vertiginosamente, a las calores del verano, a veces verdaderamente implacables.
Implacable ha sido este mes también. Mira que tiene un nombre bonito pero las cosas que han pasado en este mes lo han manchado de sangre. Y me refiero, claro está, a la guerra. Tristemente hay guerras en muchas partes del mundo; la que más nos afecta es la de Ucrania, nos pilla cerca, nos afecta y encima estamos recibiendo imágenes dantescas continuamente; todavía nos parece increíble que a pocos kilómetros de distancia se este viviendo esa barbarie, pero la realidad llega hasta aquí en las personas que huyen de aquella locura y se refugian en nuestro país y en otros de Europa con la esperanza en sus ojos y en sus palabras de volver cuanto antes a “su casa”, sin saber siquiera si les queda casa ya que las imágenes nos muestran ciudades convertidas en solares llenos de escombros.
Pero si volamos alrededor del mundo, vemos otras guerras de las que no se tienen noticias ni imágenes, tal vez porque las potencias mundiales no tienen intereses en esos países, seguramente porque además de la guerra, que suele ser guerra civil, se trata de países empobrecidos después de años de enfrentamientos en donde seguramente algunos se estarán enriqueciendo vendiendo armas para que se maten personas que han nacido en un mundo de violencia y sin razón. Camerún, Yemen, Afganistán, Siria, Etiopía…
Pero si volamos alrededor del mundo, vemos otras guerras de las que no se tienen noticias ni imágenes, tal vez porque las potencias mundiales no tienen intereses en esos países, seguramente porque además de la guerra, que suele ser guerra civil, se trata de países empobrecidos después de años de enfrentamientos en donde seguramente algunos se estarán enriqueciendo vendiendo armas para que se maten personas que han nacido en un mundo de violencia y sin razón. Camerún, Yemen, Afganistán, Siria, Etiopía…
Y ahora veo el contraste: niños felices jugando al sol en los parques en mi ciudad y niños sonrientes jugando (porque los niños tienen esa asombrosa facilidad de jugar y sonreír aun en las condiciones más precarias), en la penumbra de un sótano en algún lugar de Ucrania en donde personas vestidas de militares se empeñan en lanzar bombas y más bombas en lugares donde saben que hay niños y mujeres resguardándose de esa lluvia de horror y muerte. ¿Cómo es posible que una persona se transforme en una bestia enloquecida contra indefensos que no le han hecho nada? ¿Quién puede dar ese tipo de órdenes?
“El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el Señor lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón. Entonces el Señor dijo: “Borraré de la faz de la tierra a esta raza humana que he creado. Así es, y destruiré a todo ser viviente: a todos los seres humano, a los animales grandes, a los animales pequeños que corren por el suelo y aun a las aves del cielo. Lamento haberlos creado”. Pero Noé encontró favor delante del Señor.” (Génesis 6:5-8).
Evidentemente este lenguaje es antropomórfico (una forma de escribir para que lo entendamos, humanamente hablando). Como dice en otro texto “Dios no es hombre para que se arrepienta”, pero el escritor intenta plasmar el dolor que Dios siente al ver la corrupción humana producto de su soberbia y orgullo, producto de su independencia de Dios, producto de su pecado. Eso es lo que intenta comunicarnos Moisés que fue quien escribió estos textos inspirado por el Espíritu Santo – Dios. En aquellos tiempos el hombre de aquella generación se corrompió de tal manera que Dios decidió juzgar y el juicio afectó a los humanos, a los animales y al mismo planeta que sufrió grandes cambios a causa de semejante cataclismo.
“El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el Señor lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón. Entonces el Señor dijo: “Borraré de la faz de la tierra a esta raza humana que he creado. Así es, y destruiré a todo ser viviente: a todos los seres humano, a los animales grandes, a los animales pequeños que corren por el suelo y aun a las aves del cielo. Lamento haberlos creado”. Pero Noé encontró favor delante del Señor.” (Génesis 6:5-8).
Evidentemente este lenguaje es antropomórfico (una forma de escribir para que lo entendamos, humanamente hablando). Como dice en otro texto “Dios no es hombre para que se arrepienta”, pero el escritor intenta plasmar el dolor que Dios siente al ver la corrupción humana producto de su soberbia y orgullo, producto de su independencia de Dios, producto de su pecado. Eso es lo que intenta comunicarnos Moisés que fue quien escribió estos textos inspirado por el Espíritu Santo – Dios. En aquellos tiempos el hombre de aquella generación se corrompió de tal manera que Dios decidió juzgar y el juicio afectó a los humanos, a los animales y al mismo planeta que sufrió grandes cambios a causa de semejante cataclismo.
Dios no puede ser sorprendido por nada porque Él sabe todo lo que va a pasar. La pregunta surge del razonamiento: Si sabía que el hombre se iba a corromper de esa manera ¿Por qué lo creó? Si damos un paso más allá, Dios, cuando creó al hombre, ya sabía que finalmente tendría que enviar a Su Hijo Jesucristo a morir en una cruz por causa de que Alguien, Jesucristo – Dios, pudiese pagar el coste del pecado de todos nosotros (Génesis 3:15). No tenemos una respuesta porque Dios es Soberano, pero lo que sí surge con fuerza es Su Amor por encima de esta situación y fruto de ese Amor llegó la victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte y un día, no muy lejano, reinará sobre el mundo y restaurará lo estropeado del primer Plan Divino por causa de la mala decisión nuestra.
Pero antes las consecuencias de tanta maldad, Dios Soberano toma una decisión para frenar la corrupción en aumento de la humanidad en aquel momento y ataja el mal directamente con la destrucción de la raza humana y todos los animales por medio del diluvio universal.
He querido incluir el versículo 8 porque aun en el momento de la justicia, el Dios de misericordia se acuerda y se apiada de Noé quien, junto con su familia, es salvado del diluvio y es el padre de una nueva humanidad. Noé, sigue diciendo el relato, era un hombre justo, la única persona intachable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima comunión con Dios.
Pero antes las consecuencias de tanta maldad, Dios Soberano toma una decisión para frenar la corrupción en aumento de la humanidad en aquel momento y ataja el mal directamente con la destrucción de la raza humana y todos los animales por medio del diluvio universal.
He querido incluir el versículo 8 porque aun en el momento de la justicia, el Dios de misericordia se acuerda y se apiada de Noé quien, junto con su familia, es salvado del diluvio y es el padre de una nueva humanidad. Noé, sigue diciendo el relato, era un hombre justo, la única persona intachable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima comunión con Dios.
Fruto de esta buena relación, surgió el ejemplo gráfico más contundente de lo que significa la Salvación: el arca que Dios mandó construir a Noé y a sus hijos es un ‘tipo’, una ‘figura’ de Jesucristo por medio del cual seremos salvos de la justa ira conque Dios juzgará al mundo en Su Día Final. En la carta a los Hebreos vemos una hermosa explicación de lo que hizo Noé y como respondió a la increíble empresa que Dios le propuso: “Fue por la fe que Noé construyó un barco grande para salvar a su familia del diluvio en obediencia a Dios, quien le advirtió de cosas que nunca antes habían sucedido. Por su fe, Noé condenó al resto del mundo y recibió la justicia que viene por la fe.” (Hebreos 11:7). En aquellos días previos al diluvio, Noé estuvo avisando a quien le quería oír del juicio que se acercaba. La buena noticia era el arca en el que, si creían por fe, se podían salvar. Era por medio de la fe que tenían que creer ya que nunca había llovido, nunca habían visto llover y nada presagiaba semejante juicio. Igual pasa hoy: los creyentes en Cristo anunciamos que va a haber un juicio pero muy pocos son los que lo quieren oír y aún si lo oyen la reacción es la burla y el rechazo. Muy pocos miran a Jesús como el arca que los puede salvar. Pedro lo describe así: “Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu. Por lo tanto, fue a predicarles a los espíritus encarcelados, esos que desobedecieron a Dios hace mucho tiempo, cuando Dios esperaba con paciencia mientras Noé construía su barco. Solo ocho personas se salvaron de morir ahogadas en ese terrible diluvio.” (1 Pedro 3:18-20). Noé predicó a los de su tiempo mientras construía el arca, pero no le creyeron, de hecho solo se salvaron 8 personas: él y su mujer y sus tres hijos y sus mujeres. Lo que dice Pedro de aquella gente es que los que murieron ahogados por no creer, son esos “espíritus encarcelados” que menciona, gente condenada esperando el Juicio final que antes he mencionado, de ahí que diga que Noé condenó al mundo porque no le creyeron al mensaje que Dios le había encargado. Dios bendice a quien tiene fe. Dice en Hebreos 11:6: “De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.”
La Palabra de Dios dice: “Pues Dios dice: «En el momento preciso, te oí. En el día de salvación te ayudé». Efectivamente, el «momento preciso» es ahora. Hoy es el día de salvación.” No dejes que termine abril, o mayo, o el año, sin decirle a Dios que quieres que Jesús sea tu Salvador. Pídeselo. El te va a oír y te va a guiar hasta la Puerta de la Salvación que es Jesucristo. Amén.
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