La Palabra de Dios (recogida en la Biblia), reconoce que también hay personas que niegan rotundamente la existencia de Dios; creo que ya lo he dicho en otras ocasiones porque es muy interesante ver que Dios, en Su Palabra, llama “necios” a estas personas: “Dijo el necio en su corazón:
“No hay Dios”. (Salmos 14 y 53). En el salmo 10 declara un poco más sobre estas personas a las que aquí llama “malas” o “impías” y “orgullosas” o “altivas”: “Porque el impío se gloría del apetito de su alma, y el codicioso maldice y desprecia al SEÑOR. El impío, por la altivez de su rostro, no le busca; no está Dios en ninguno de sus pensamientos.” (Salmo 10:3-4).
Estos pasajes que he seleccionado nos dejan claro que la influencia del pecado en la gente las llevan a pensar irracionalmente y en consecuencia a negar la existencia de Dios; la Biblia tiene la autoridad para hacerlo, nosotros no se lo podemos decir abiertamente porque se ofenderían y nos tratarían de intolerantes, o peor aún fundamentalistas, por eso nos recomienda “…estén siempre listos para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes, pero háganlo con mansedumbre y reverencia.” (1 Pedro 3:15).
Sin embargo para el creyente esta conciencia interna de Dios ( “…ha puesto eternidad en el corazón de ellos”) es cada día más fuerte, clara y real porque el propio Espíritu Santo que habita en el interior del verdadero cristiano da testimonio de que son “hijos de Dios” y es un testimonio palpable porque lo recibe nuestro propio espíritu: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:16); esta experiencia se ratifica en diferentes pasajes de la Palabra de Dios y muestran esta realidad en que aunque no hayan visto en persona al Señor Jesucristo, lo aman de verdad: “A él lo aman sin haberlo visto. En él creen y, aunque no lo vean ahora, creyendo en él se alegran con gozo inefable y glorioso,” (1 Pedro 1:8).
Además de esa ‘conciencia interna’ hay otras evidencias de la existencia de Dios que podemos comprobar, empezando, en primer lugar, en la Biblia. La Biblia da por sentado que Dios existe desde el versículo 1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1). Aquí se va al grano; la Biblia no empieza demostrando ni razonando la existencia de Dios, empieza contándonos lo que Él ha hecho para que entendamos el principio de todo, el por qué estamos aquí y cuál era el propósito divino cuando nos creó.
Otra evidencia importante de la existencia de Dios es la creación: “lo invisible de Él —su eterno poder y deidad— se deja ver desde la creación del mundo, siendo entendido en las cosas creadas de modo que no tienen excusa.” (Romanos 1:20). Si quitamos de nuestra mente los cristales del color que nos impiden ver con claridad y sin interferencias, simplemente el ver a otro ser humano, nos muestra lo compleja, meticulosa, perfecta y completa que es la Creación de Dios. No hace muchos días escuchaba a un científico alabando la perfección, complejidad y resistencia del corazón (El corazón es una maquinaria perfecta que late 100.000 veces diarias, 35 millones cada año y más de 2.500 millones de veces a lo largo de una vida promedio de unos 80 años.). Sin embargo, el hombre en su afán de eliminar a Dios asegura que esto es fruto del azar y de una evolución a través de millones de años de fallos y aciertos hasta llegar a lo que ahora podemos apreciar, como si la Naturaleza tuviera su propia sabiduría y se guiase por su intelecto inimaginable, algo que la Biblia declara que tiene Dios únicamente.
Además de las evidencias que podemos ver fácilmente en nuestro congéneres, están igualmente en el resto de la naturaleza: “jamás dejó de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando los corazones de ustedes de sustento y de alegría.” (Hechos 14:17); “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día, y una noche a la otra declara sabiduría.” (Salmo 19:1-2). Fíjate bien en lo que dice este texto, te está proponiendo que te fijes en el cielo, en un día brillante de primavera, o que mires al cielo de noche en una noche despejada de verano, que sientas la opresión de la maravilla y la grandeza de lo que ves, a ver si oyes la palabra de Dios dirigiéndose directamente a tu corazón y a tu conciencia, evidenciando la belleza y grandeza de un Creador poderoso y sabio que ha hecho todo lo que ves y lo sostiene en orden.
En ese orden, todo en la Biblia y todo en la Creación prueban con claridad que Dios existe y que es el Creador sabio y poderoso que la Biblia dice que es.
Dios es invisible porque la Biblia nos revela que Dios es Espíritu. Pero está claro que desde la Creación hay una evidencia visible que habla de su existencia y de su poder: lo creado: “Grandes son las obras del SEÑOR, buscadas por todos los que se complacen en ellas.”; “Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.”; “Todas tus obras, oh SEÑOR, te alabarán; y tus fieles te bendecirán.” (Salmos 111:2; 139:14; 145:10). Además, Dios capacitó al hombre para que entendiera esa revelación como ya he mencionado antes pero no solo le niegan el reconocimiento sino también la gratitud de manera que en lugar de adorar y alabar a Dios como corresponde a criaturas suyas, creadas por Él, se ‘envolvieron’ en sus vanas teorías y razonamientos y eso los condujo a las tinieblas y a la confusión afectando a sus propios pensamientos, deseos y hechos al no estar en consonancia ni desear estarlo en la voluntad de Dios y esto produce que la ira de Dios esté sobre el hombre que le niega o lo desprecia.
Por lo expuesto, cuando creemos que Dios existe estamos basando nuestra afirmación y creencia en la abrumadora y abundante evidencia fidedigna de las palabras y las obras de Dios y esto es una característica de la verdadera fe que su confianza se basa en evidencias confiables. Son evidencias, como he dicho, que se pueden ver como pruebas válidas de la existencia de Dios, aunque muchos las rechacen pero este rechazo no quiere decir que esas evidencias no valgan, sino que los que las rechazan las están evaluando incorrectamente.