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sábado, 10 de enero de 2015

El año que comienza

las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación
En el artículo anterior, comentaba que como no había noticias especiales, los medios de comunicación se explayaban con los típicos comentarios navideños sobre las compras, las cenas y todo lo clásico de esas fechas. Pero ha sido comenzar el año y la cruda realidad se ha impuesto tozudamente para recordarnos que vivimos en un mundo dominado por la sin razón de unos pocos que se empeñan en sembrar el pánico y el terror violentamente, mientras que otros lo hacen “calladamente” desde sus despachos a manera de tronos que amparan su poder monetario sobre los demás.
Es curioso porque al principio de cada año se hacen muchas predicciones sobre si el año que comienza será mejor o peor que el que termina. Pero la cruda realidad parece prever que, en el fondo, será igual. En el minuto uno del nuevo año, todos deseamos que sea bueno, que venga lleno de salud, de trabajo, de paz… pero, a los pocos días, comprobamos que el corazón del hombre no cambia por nuestros buenos deseos. Cualquier ideología, pensamiento, idea revolucionaria, lo que sea, va a nublar el entendimiento de algunos de manera que, si lo consideran necesario por su causa, volverán a derramar sangre en cualquier lugar del planeta, sembrando con ello la desolación, el terror, el miedo y la tristeza de aquellos a los que les toca vivir de cerca tal sin razón.
Llevamos pocos días del nuevo año y la desesperanza se cierne sobre los noticieros… porque los noticieros se centran sobre las noticias más impactantes; es lo normal. Pero eso hace que nos olvidemos de las noticias buenas, que también las hay, pero que, lógicamente, no son tan sensacionalistas. Por ejemplo, una de las imágenes del día 1 son los primeros bebés del año, pequeñas nuevas vidas que nos recuerdan que el milagro de la vida se repite cada minuto…, o aquellas imágenes de finales del año con afectados del ébola sanados…, o aquellas otras en donde se asegura la creación de vacunas para esta enfermedad o para otras… O esos programas que mayoritariamente se celebran en diciembre en donde se recauda dinero para ayudar a los médicos sin fronteras, a los niños necesitados y a otras asociaciones que se ocupan de ayudar al prójimo…
Suceden también cosas buenas porque hay personas buenas y generosas que no son protagonistas de los noticieros porque, tristemente, los protagonistas son los generadores de noticias que impactan más por su maldad. 
Pablo le decía a su discípulo Timoteo: “Pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 3:13-15). Pablo menciona dos clases de personas que habitan en el mundo: los “malos hombres” y los “Timoteos”, aquellos que se han criado a la luz de las Sagradas Escrituras. Insisto, luz en medio de las tinieblas. En el mismo pasaje señala que el propósito de la Palabra de Dios es capacitarnos “para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17). Toda buena obra. Evidentemente, las instrucciones y el modelo que Jesús nos dejó para imitarle, se podrían resumir en sus palabras: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Cuando Jesús agonizaba en la cruz, dijo refiriéndose a los que le habían atormentado y finalmente clavado en aquel madero: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Oró intercediendo por sus enemigos demostrando en la práctica lo que había enseñado: Amor por el prójimo. Amor.
Por tanto, sigue habiendo esperanza. Cualquier persona puede ser cambiada por el mismo poder que resucitó a Jesús de la muerte. Cualquier tipo de persona. Hay miles de testimonios que así lo atestiguan. A esas personas la Biblia las llama “hombre/mujer de Dios”, personas enteramente capacitadas para toda buena obra.

La suma de todas esas buenas obras hace que, el lugar del mundo en que se hacen, sea mejor.

jueves, 24 de abril de 2014

Vivir bien

vivir en la abundancia, poseer riquezas, desear mas
¿Vivir bien? "Pues para mí es hacer lo que me apetece, lo que me da la gana, sin contar con nadie, solo conmigo mismo. Eso sería vivir bien, tener mi YO bien satisfecho, contento, completo… Dicen que eso es imposible pero yo tendría que experimentarlo para creerlo. He visto a personas con “posibles”, con buenos coches, buenas e increíbles casas y se las veía muy bien. ¿Qué quiero viajar? Viajo. ¿Qué me quiero dar una buena comilona? Me la doy en los mejores restaurantes sin reparar en precios. No creo que eso tenga ningún tipo de problema. Incluso podría tener algunos empleados que me hiciesen la vida más fácil y, dado los tiempos, hasta estaría haciendo una obra de caridad ¿no?"

¿Vivir bien? "Creo que en la sencillez y en una buena moral sana está el secreto para vivir bien. Nada de complicaciones ni excesos. Tratando con respeto las reglas de convivencia, ayudando en lo posible a los demás, teniendo sobriedad y un criterio ético equilibrado como, por cierto, proponen la mayoría de las religiones, pienso que podría vivir muy bien y, al mismo tiempo, estaría muy satisfecho de mí mismo y de mi vida."

¿Vivir bien? "Un trabajo digno y que me guste, un buen sueldo que me permita llegar a fin de mes sin preocupaciones, una esposa buena y cariñosa, unos hijos bien educados, estudiosos y trabajadores, buena salud, y una salida tranquila en la que pueda conocer otros lugares y descansar plácidamente en mis vacaciones, todo eso supondría para mí lo que significa vivir bien."

¿Con cuál opción nos identificamos? Cualquiera de ellas tiene buen aspecto pero todas ellas están enfocadas al Yo, a Mis deseos, a Vivir el día a día satisfaciendo Mis necesidades básicas y un poco más, pero sin pensar ni tener en cuenta al Alma. Digo esto porque Jesús dijo: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26) y esto puede darnos que pensar. No podemos ver el interior de estas personas satisfechas pero, ocasionalmente, nos sorprenden las noticias de jóvenes millonarios, que lo pueden tener todo con solo abrir la boca, muertos en sus excesos o incluso, quitándose la vida voluntariamente.
Claro, ya sé que volveríamos al mismo argumento de antes: “yo tendría que experimentarlo para creerlo”, pero eso no quita que el Alma siga estando ahí. Las palabras de Jesús no están enfocadas al momento actual, más bien tienen un enfoque eterno. “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Entonces ¿qué hay que hacer?, le preguntaríamos a Jesús. Bueno, Él nos está poniendo en la disyuntiva de tomar una decisión: ganar la vida conforme al mundo y perderla eternamente o salvar la vida según el plan de Dios y perderla en el sentido del pensamiento humano.
Ganar la vida conforme al mundo es tremendamente temporal, no tiene proyección eterna, es muy breve y, con la duda añadida de que satisfaga realmente. Insisto en que estoy seguro que las experiencias de los demás no nos satisfacen porque no las experimentamos, pero viene aquí a coalición la experiencia de Salomón, el rey más rico de la historia, que quiso experimentar (porque podía), qué iba a sentir teniendo todo lo que se le antojase; estas son sus palabras y la conclusión a la que llegó: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo. Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol.” Yo encuentro sinceridad en estas palabras y creo lo que ha dicho este hombre porque lo que veo en los más ricos me da pie a pensar que es así. Y además, las palabras de Jesús le dan un añadido que me obliga a recapacitar porque es evidente que por muchos bienes materiales que acumule, el disfrute va a ser totalmente pasajero, y breve y, así lo creo, después está la vida eterna, y a esa vida no me puedo llevar todo lo que tenga en ésta.
Por tanto la respuesta a Jesús de la pregunta que hace sobre “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” es “Nada”.