jueves, 24 de abril de 2014

Vivir bien

vivir en la abundancia, poseer riquezas, desear mas
¿Vivir bien? "Pues para mí es hacer lo que me apetece, lo que me da la gana, sin contar con nadie, solo conmigo mismo. Eso sería vivir bien, tener mi YO bien satisfecho, contento, completo… Dicen que eso es imposible pero yo tendría que experimentarlo para creerlo. He visto a personas con “posibles”, con buenos coches, buenas e increíbles casas y se las veía muy bien. ¿Qué quiero viajar? Viajo. ¿Qué me quiero dar una buena comilona? Me la doy en los mejores restaurantes sin reparar en precios. No creo que eso tenga ningún tipo de problema. Incluso podría tener algunos empleados que me hiciesen la vida más fácil y, dado los tiempos, hasta estaría haciendo una obra de caridad ¿no?"

¿Vivir bien? "Creo que en la sencillez y en una buena moral sana está el secreto para vivir bien. Nada de complicaciones ni excesos. Tratando con respeto las reglas de convivencia, ayudando en lo posible a los demás, teniendo sobriedad y un criterio ético equilibrado como, por cierto, proponen la mayoría de las religiones, pienso que podría vivir muy bien y, al mismo tiempo, estaría muy satisfecho de mí mismo y de mi vida."

¿Vivir bien? "Un trabajo digno y que me guste, un buen sueldo que me permita llegar a fin de mes sin preocupaciones, una esposa buena y cariñosa, unos hijos bien educados, estudiosos y trabajadores, buena salud, y una salida tranquila en la que pueda conocer otros lugares y descansar plácidamente en mis vacaciones, todo eso supondría para mí lo que significa vivir bien."

¿Con cuál opción nos identificamos? Cualquiera de ellas tiene buen aspecto pero todas ellas están enfocadas al Yo, a Mis deseos, a Vivir el día a día satisfaciendo Mis necesidades básicas y un poco más, pero sin pensar ni tener en cuenta al Alma. Digo esto porque Jesús dijo: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26) y esto puede darnos que pensar. No podemos ver el interior de estas personas satisfechas pero, ocasionalmente, nos sorprenden las noticias de jóvenes millonarios, que lo pueden tener todo con solo abrir la boca, muertos en sus excesos o incluso, quitándose la vida voluntariamente.
Claro, ya sé que volveríamos al mismo argumento de antes: “yo tendría que experimentarlo para creerlo”, pero eso no quita que el Alma siga estando ahí. Las palabras de Jesús no están enfocadas al momento actual, más bien tienen un enfoque eterno. “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Entonces ¿qué hay que hacer?, le preguntaríamos a Jesús. Bueno, Él nos está poniendo en la disyuntiva de tomar una decisión: ganar la vida conforme al mundo y perderla eternamente o salvar la vida según el plan de Dios y perderla en el sentido del pensamiento humano.
Ganar la vida conforme al mundo es tremendamente temporal, no tiene proyección eterna, es muy breve y, con la duda añadida de que satisfaga realmente. Insisto en que estoy seguro que las experiencias de los demás no nos satisfacen porque no las experimentamos, pero viene aquí a coalición la experiencia de Salomón, el rey más rico de la historia, que quiso experimentar (porque podía), qué iba a sentir teniendo todo lo que se le antojase; estas son sus palabras y la conclusión a la que llegó: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo. Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol.” Yo encuentro sinceridad en estas palabras y creo lo que ha dicho este hombre porque lo que veo en los más ricos me da pie a pensar que es así. Y además, las palabras de Jesús le dan un añadido que me obliga a recapacitar porque es evidente que por muchos bienes materiales que acumule, el disfrute va a ser totalmente pasajero, y breve y, así lo creo, después está la vida eterna, y a esa vida no me puedo llevar todo lo que tenga en ésta.
Por tanto la respuesta a Jesús de la pregunta que hace sobre “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” es “Nada”.



Hay un trabajo tremendo detrás de los atractivos de la sociedad de consumo en la que vivimos. Pienso que el objetivo primordial es intentar que perdamos de vista y no tengamos contacto con Dios y su plan de salvación, que no escuchemos su voz, que no dejemos que entre en nuestros pensamientos, que consideremos la vida como un rato que debemos de tratar de que sea lo mejor posible y de que la vida consiste en eso: Vivir ahora bien porque después morimos y aquí se acaba el ciclo para nosotros. Pero si nos movemos un poco, encontraremos que hay más. Y nos movemos no por nuestra iniciativa, porque no somos conscientes pero Dios ha escrito en nuestro corazón eternidad (Ecle.3:11) y eso nos hace “sentir” que hay algo más. Hay una promesa del Hijo de Dios que nos abre la puerta a la esperanza y a la búsqueda: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (S. Juan 10:10). A la que añadiría: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna;” (S. Juan 3:36). Solo Jesucristo, el Hijo de Dios, puede hacer promesas de este tipo. Por un lado el creer en él nos da vida eterna desde ya, pero, mientras estamos aquí, nos promete vida en abundancia ¿cómo entiendo esto? Recibimos vida en el momento en que creemos en Él y lo aceptamos como nuestro Salvador. Luego, una vez que somos salvos, descubrimos que hay unos niveles de goce en esta vida que desconocíamos totalmente. Y no me estoy recibiendo a un goce temporal producto de tener cosas, sino al goce de vivir plenamente la vida afrontando los problemas, la enfermedad, las carencias junto a Jesucristo, el Hijo de Dios. Ya nunca más solo ante la vida sino con la convicción de que Dios está por mí y de que todas las promesas que encuentro en la Biblia para los hijos de Dios me conciernen a mí y esto es muy grande. Me percato de que no sólo  entonces tenemos vida, sino que además la tenemos en abundancia. Abundancia de llenura espiritual, seguridad de salvación pase lo que me pase, seguridad de un futuro en el Cielo con Dios, seguridad de estar al servicio del Creador de todo, quien tiene un plan individual para mí dentro del Plan General para el mundo, seguridad de que ahora sí la vida tiene sentido. Entonces llegamos a entender lo que dejó escrito el apóstol Pablo porque lo vivimos en nuestra propia experiencia: “Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias, he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad” (Filipenses 4:12).

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