¿Vivir bien? "Pues para mí es hacer lo que me apetece, lo que
me da la gana, sin contar con nadie, solo conmigo mismo. Eso sería vivir bien,
tener mi YO bien satisfecho, contento, completo… Dicen que eso es imposible
pero yo tendría que experimentarlo para creerlo. He visto a personas con
“posibles”, con buenos coches, buenas e increíbles casas y se las veía muy
bien. ¿Qué quiero viajar? Viajo. ¿Qué me quiero dar una buena comilona? Me la
doy en los mejores restaurantes sin reparar en precios. No creo que eso tenga
ningún tipo de problema. Incluso podría tener algunos empleados que me hiciesen
la vida más fácil y, dado los tiempos, hasta estaría haciendo una obra de
caridad ¿no?"
¿Vivir bien? "Creo que en la sencillez y en una buena moral sana
está el secreto para vivir bien. Nada de complicaciones ni excesos. Tratando
con respeto las reglas de convivencia, ayudando en lo posible a los demás,
teniendo sobriedad y un criterio ético equilibrado como, por cierto, proponen
la mayoría de las religiones, pienso que podría vivir muy bien y, al mismo
tiempo, estaría muy satisfecho de mí mismo y de mi vida."
¿Vivir bien? "Un trabajo digno y que me guste, un buen sueldo
que me permita llegar a fin de mes sin preocupaciones, una esposa buena y
cariñosa, unos hijos bien educados, estudiosos y trabajadores, buena salud, y
una salida tranquila en la que pueda conocer otros lugares y descansar
plácidamente en mis vacaciones, todo eso supondría para mí lo que significa
vivir bien."
¿Con cuál opción nos identificamos? Cualquiera de ellas
tiene buen aspecto pero todas ellas están enfocadas al Yo, a Mis deseos, a
Vivir el día a día satisfaciendo Mis necesidades básicas y un poco más, pero
sin pensar ni tener en cuenta al Alma. Digo esto porque Jesús dijo: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo
el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26) y esto puede darnos que
pensar. No podemos ver el interior de estas personas satisfechas pero,
ocasionalmente, nos sorprenden las noticias de jóvenes millonarios, que lo
pueden tener todo con solo abrir la boca, muertos en sus excesos o incluso,
quitándose la vida voluntariamente.
Claro, ya sé que volveríamos al mismo argumento de antes:
“yo tendría que experimentarlo para creerlo”, pero eso no quita que el Alma
siga estando ahí. Las palabras de Jesús no están enfocadas al momento actual,
más bien tienen un enfoque eterno. “¿Qué
aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Entonces
¿qué hay que hacer?, le preguntaríamos a Jesús. Bueno, Él nos está poniendo en
la disyuntiva de tomar una decisión: ganar la vida conforme al mundo y perderla
eternamente o salvar la vida según el plan de Dios y perderla en el sentido del
pensamiento humano.
Ganar la vida conforme al mundo es tremendamente temporal,
no tiene proyección eterna, es muy breve y, con la duda añadida de que
satisfaga realmente. Insisto en que estoy seguro que las experiencias de los
demás no nos satisfacen porque no las experimentamos, pero viene aquí a
coalición la experiencia de Salomón, el rey más rico de la historia, que quiso
experimentar (porque podía), qué iba a sentir teniendo todo lo que se le
antojase; estas son sus palabras y la conclusión a la que llegó: “No negué a mis ojos ninguna cosa que
desearan, ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba
de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo. Luego yo
consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que
me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de
espíritu. No había provecho alguno debajo del sol.” Yo encuentro sinceridad
en estas palabras y creo lo que ha dicho este hombre porque lo que veo en los
más ricos me da pie a pensar que es así. Y además, las palabras de Jesús le dan
un añadido que me obliga a recapacitar porque es evidente que por muchos bienes
materiales que acumule, el disfrute va a ser totalmente pasajero, y breve y,
así lo creo, después está la vida eterna, y a esa vida no me puedo llevar todo
lo que tenga en ésta.
Por tanto la respuesta a Jesús de la pregunta que hace sobre
“¿Qué aprovechará al hombre, si ganare
todo el mundo, y perdiere su alma?” es “Nada”.
Hay un trabajo tremendo detrás de los atractivos de la
sociedad de consumo en la que vivimos. Pienso que el objetivo primordial es
intentar que perdamos de vista y no tengamos contacto con Dios y su plan de
salvación, que no escuchemos su voz, que no dejemos que entre en nuestros
pensamientos, que consideremos la vida como un rato que debemos de tratar de
que sea lo mejor posible y de que la vida consiste en eso: Vivir ahora bien porque
después morimos y aquí se acaba el ciclo para nosotros. Pero si nos movemos un
poco, encontraremos que hay más. Y nos movemos no por nuestra iniciativa,
porque no somos conscientes pero Dios ha escrito en nuestro corazón eternidad
(Ecle.3:11) y eso nos hace “sentir” que hay algo más. Hay una promesa del Hijo
de Dios que nos abre la puerta a la esperanza y a la búsqueda: “yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia.” (S. Juan 10:10). A la que añadiría: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna;”
(S. Juan 3:36). Solo Jesucristo, el Hijo de Dios, puede hacer promesas de este
tipo. Por un lado el creer en él nos da vida eterna desde ya, pero, mientras
estamos aquí, nos promete vida en abundancia ¿cómo entiendo esto? Recibimos
vida en el momento en que creemos en Él y lo aceptamos como nuestro Salvador.
Luego, una vez que somos salvos, descubrimos que hay unos niveles de goce en
esta vida que desconocíamos totalmente. Y no me estoy recibiendo a un goce
temporal producto de tener cosas, sino al goce de vivir plenamente la vida
afrontando los problemas, la enfermedad, las carencias junto a Jesucristo, el
Hijo de Dios. Ya nunca más solo ante la vida sino con la convicción de que Dios
está por mí y de que todas las promesas que encuentro en la Biblia para los
hijos de Dios me conciernen a mí y esto es muy grande. Me percato de que no
sólo entonces tenemos vida, sino que
además la tenemos en abundancia. Abundancia de llenura espiritual, seguridad de
salvación pase lo que me pase, seguridad de un futuro en el Cielo con Dios,
seguridad de estar al servicio del Creador de todo, quien tiene un plan
individual para mí dentro del Plan General para el mundo, seguridad de que
ahora sí la vida tiene sentido. Entonces llegamos a entender lo que dejó
escrito el apóstol Pablo porque lo vivimos en nuestra propia experiencia: “Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la
abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias, he aprendido el
secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la
abundancia como a la necesidad” (Filipenses 4:12).
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