Vivir en un universo sin propósito no tiene sentido porque el azar es eso: casualidad, caso fortuito y sabemos que Dios no deja nada a la casualidad, todo tiene un propósito y eso le da sentido a la vida. Los no creyentes lo que hacen para cubrir ese vacío es inventarse los propósitos, o sea, autoengañarse como si ese invento viniese de una mente superior o de la naturaleza o del mismo universo. Por ejemplo, el físico estadounidense Steven Weinberg, ganador del premio Nobel de física en 1979 y ateo, en su famoso libro "Los primeros tres minutos" en referencia a los tres primeros minutos del universo después del supuesto Big - Ben, escribió una aclamada disertación que, desde mi humilde punto de vista, se burla de los creyentes claramente recordándonos que "somos una pequeña parte de un universo abrumadoramente hostil" y que "la vida humana no es solo un resultado más o menos absurdo de una cadena de accidentes que se remonta a los primeros tres minutos" en referencia a los primeros tres minutos de existencia del universo, algo que se supone que pasó hace diez mil millones de años, después de una gigantesca explosión en todo el espacio y que generó este fantástico y minuciosos orden que hoy podemos observar lo que no deja de ser otro accidente interesante el que una explosión de tal magnitud cree orden.
No tengo datos para hablar de tantos científicos que apoyan su ateísmo declarado en sus teorías que afirman rotundamente cosas que, según ellos, sucedieron hace miles de millones de años, cuando que de las cosas que tienen más a mano, como el fondo del mar o el cerebro humano, apenas han descubierto un porcentaje muy bajo de lo que hay. Pero como son laureados científicos, pues hay que creerles. Pero la mayoría de estos científicos ateos son adoradores del dios "Azar" y no pestañean al decir que no hay un propósito objetivo para la vida humana y además ninguno de nuestros objetivos tiene significado ya que somos producto de la casualidad. Sin embargo, me llaman la atención sus contradicciones ya que tienen muy claro que nuestra vida no tiene propósito, que además es muy breve, pero para algunos algunas de las actividades de la vida son objetivamente significativas y valiosas hasta el punto que se marcan objetivos de luchar por un objetivo que a ellos les gusta y por disputar por él, lo que no deja de ser una contradicción ya que si la vida no tiene un propósito objetivo, cómo es que se inventan esas luchas por conseguir triunfar en su profesión o en la fama si todo eso para ellos no tiene un valor sino solo puntual.
Pero bueno, todas estas disertaciones son difíciles de digerir para un creyente. Las palabras de Dios entran en nuestra mente y nos dejan clara la postura de estas personas que un día tendrán que doblegarse a la Verdad que han negado: "Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de esta edad presente? ¿No es cierto que Dios ha transformado en locura la sabiduría de este mundo? Puesto que en la sabiduría de Dios, el mundo no ha conocido a Dios mediante la sabiduría, a Dios le pareció bien salvar a los creyentes por la locura de la predicación." (1 Corintios 1:19-21).
La postura atea no soporta una vida feliz y consistente. No podemos vivir como si la vida no tuviera significado, o sí podemos pero al coste de una vida frustrada desde el principio. En lucha con esos principios, la humanidad lucha contra ellos desesperadamente porque interiormente le cuesta digerirlos. Algunos pensadores han llegado a afirmar que el hombre moderno no puede vivir sin esas "mentiras": para sobrevivir debe vivir en autoengaño. De ahí que posiblemente ningún ateo vive realmente de manera consistente con su forma de ver la vida porque vive creyéndose sus propias mentiras y haciéndolas verdad y lo peor, subiéndolas a las escuelas y a los institutos para que nuestros hijos se eduquen en teorías que finalmente dictan como realidades demostrables, sin serlo.
Por eso los creyentes tenemos trabajo y ese trabajo además tenemos que hacerlo con amor y tesón, demostrándoles que esas afirmaciones que defienden carecen de fundamento mientras que el cristianismo si tiene fundamento y todo este trabajo no es necesario que lo hagamos a la defensiva mediante un ataque frontal a sus valores personales sino ofreciéndoles una base para los valores que ellos tienen. Y aquí es donde entra la apologética. Pero esto ya son palabras mayores para las que no estoy capacitado para escribir. Pero si os recomiendo buenos libros de apologética: podéis buscar trabajos de Antonio Cruz, Samuel Arán, William Lane Craig, etc.