jueves, 29 de marzo de 2012

CONFÍA EN MÍ

Me acerqué a mi escritorio triste, preocupado; acababa de recibir el presupuesto de un gasto médico inesperado y mi mente divagaba en cómo iba a afrontar ese gasto y de cuantas cosas me tendría que privar este verano para amortizarlo…
Cogí mi Biblia y mi librito de lecturas diarias y lo abrí por la página correspondiente. El título del comentario saltó ante mis ojos como un anuncio inesperado e impactante: “CONFÍA EN MÍ”. Un calambre recorrió mi cuerpo y las lágrimas se amontonaron en mis ojos. Seguía diciendo la hojita devocional: lectura Salmo 121: “¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra.” leí. Entre lágrimas leí el resto del salmo y me incliné en oración ante mi Dios: “Perdóname Señor por tener tan poca fe y confianza en ti. Gracias por estar siempre ahí.” ¿Cómo es que tan fácilmente me hundo en mis preocupaciones sin tener en cuenta a mi Dios? Gracias que Él siempre está. Sus palabras son un bálsamo para sus hijos y su consuelo llega en el momento justo y necesario. Aunque a veces nos desesperemos aguardando una respuesta. Hace unos días leía un pensamiento sobre los “silencios de Dios” apropósito de esto. Ese tiempo en que esperamos la respuesta a una oración y que, aparentemente, no llega en el momento que nosotros lo deseamos. Y empiezan las dudas y la ansiedad. Creo que a veces esos silencios están motivados para probar nuestra confianza en Su Fidelidad. B.G. escribe: “Durante un período sombrío en mi vida, pasé mucho tiempo orando, pero me parecía que Dios me dejaba solo con mis pruebas y mi carga. Era la noche oscura para mi alma. Entonces escribí a mi madre para exponerle mi problema. Jamás olvidaré su respuesta: Hijo mío, muy frecuentemente Dios se aparta para poner a prueba nuestra fe. Él quiere que confiemos en él incluso en la oscuridad. Ahora, hijo mío, extiende tu mano en la niebla y verás que su mano está ahí para asirte”.
“No permitiré que resbale tu pie, ni se adormecerá el que te guarda.”
Escribe Cindy Hess en el pensamiento que acompaña a esta lectura: “¿Alguna vez estuviste tan desesperado que te parecía que estabas hundiéndote en el agua profunda? Las dificultades de la vida pueden ser agobiantes. Dios no promete que escaparemos de los mares turbulentos de la vida, pero sí que no nos desamparará ni nos abandonará (Hebreos 13:5).” Quiero ahondar en este versículo porque es uno más de los muchos que encontramos en la Biblia, sea el AT como el NT, que nos insisten en algo que a veces nos cuesta asimilar: El cristiano debe estar satisfecho con lo que tiene en cada momento. El Señor, en su oración ejemplo, nos enseñó a pedir sólo ‘el pan de cada día’, recalcando en nuestra necesidad de CONFIAR EN DIOS cada día, en cada instante, suceda lo que suceda, Él va ahí en nuestro barco, no ha evitado que se desate la tormenta, aparentemente está ausente, dormido, ¿tenemos derecho a temer con el Creador en nuestro viaje? Enseguida creemos que sí, que Él en su “ausencia” no se está enterando del peligro que estamos corriendo y clamamos: ¡Señor, ayúdanos, que perecemos! ¿Cuál es su reacción? “¿Por qué estáis miedosos, hombres de poca fe?” ¿Acaso no va Él Creador de los Cielos y la Tierra con nosotros? ¿No puede Él con una palabra retener a su propia creación?
“Jehová es tu protector; Jehová es tu sombra a tu mano derecha.”
Las promesas de Dios deben servirnos de aliento y CONFIANZA. Necesitamos descansar en estas promesas divinas que nos aseguran ayuda, protección y consuelo permanentes. Veremos pasar los años, veremos cambiar las circunstancias, estaremos en mejor o peor situación pero… el poder de Dios es el mismo siempre y sus promesas inmutables. Él dice: “Yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida”  (Isaías 49:15-16). Leo en la hojita del calendario: “Sí, los planes de Dios pueden comprender tiempos de espera que nos parecen interminables, antes de verlo intervenir. Quizá a veces digamos, al igual que Habacuc: “¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti… y no salvarás?” Pero el silencio no es sinónimo de ausencia, y menos de abandono. La fidelidad de Dios es indefectible. ¡Tengamos fe en Dios! Incluso si nos hallamos en un túnel muy oscuro, sepamos que él está realmente ahí a nuestro lado.
“Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu vida.”
Ayuda, oh Dios, nuestra incredulidad. Día a día das muestra de tu presencia, de tu cuidado, de tu bondad y nosotros, como demostró muchas veces el pueblo de Israel, perdemos de vista esta realidad enseguida. ¿Cómo los vamos a criticar si reaccionamos igual? No podemos. No debemos. Debemos aprender de nuestros errores y también de los suyos. Y darte gracias por tu paciencia con nosotros. Gracias Señor y perdónanos. Amén.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La verdad más terrible de la Biblia

Una breve predicación de Paul Washer.
Me he encontrado con este vídeo en la conocida página web de noticias Protestante Digital y lo quiero compartir en este blog porque el mensaje de esperanza es el mensaje del Evangelio y, aunque Paul lo dice en inglés, el vídeo está subtitulado y su forma de explicarlo me ha parecido, clara, rotunda y vale la pena oírla tanto por un creyente como por alguien que todavía no haya creído.
Quisiera resaltar algunas de las preguntas que salen en este vídeo y a las que Paul da una perfecta respuesta apoyándose, como no, en la Palabra de Dios:
  • Si Dios es justo, ¿qué puede hacer con nosotros?
  • ¿Por qué es aterrorizador que Dios sea bueno?
  • ¿Qué significa arrepentirse?
  • ¿Cómo sabes que has creído verdaderamente?
¡Que lo disfrutéis!
(Podéis leer mejor los subtítulos pulsando en las flechas que hay entre HD y vimeo)
La verdad más terrible de la Biblia from Protestante Digital on Vimeo.

jueves, 15 de marzo de 2012

TU PALABRA

“¡Cuánto amo tu ley!” Así empieza el párrafo bíblico que acabo de leer en el verso 97 del capítulo más largo de la Biblia, el Salmo 119. Y al leer esta afirmación del salmista, mi cara se llenó con una sonrisa de gozo totalmente de acuerdo con él. A lo largo de estos años he comprobado que la lectura de la Biblia y, sobre todo, su estudio, te llena de una manera que solo se puede explicar leyendo lo que la Escritura inspirada explica sobre Ella misma. Como decía Don Eric Bermejo en sus predicaciones, es un ir sumando dos más dos más dos y siempre salen las cuentas, y salen bien. No puede ser de otra manera si la Biblia afirma que toda Ella es inspirada por Dios mismo ¿qué podemos esperar? ¡Sabiduría divina!, superior, sublime… una Palabra inspirada por Dios que asegura que te puede hacer sabio para la salvación ya que tiene el poder necesario para orientarnos hacia la fe en Cristo (la fe viene por el oír la Palabra de Dios), cuando el Espíritu la utiliza como esa espada penetrante que llega hasta el centro de nuestra alma y del  espíritu, que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Sabe su Inspirador lo que necesitamos en cada preciso instante, analiza nuestras meditaciones cuando desde nuestra pequeñez, utilizamos esos recursos que el mismo Creador puso en nosotros, recursos que le hacen decir que hemos sido hechos a Su imagen y semejanza…, hasta ahí llega Su Espada y… (dos más dos más dos…) y entonces vas hilvanando y juntando, pieza de aquí, pieza de allá… y recuerdas lo que Jesús dijo en su paso por la tierra: “El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna.” Fíjate: mi palabra y el que me envió, o sea, una Obra conjunta del Hijo (mi palabra) y del Padre (me envió), una obra divina, celestial, planeada en Amor pensando exclusivamente en nosotros, pobres pecadores rebeldes y orgullosos, para darnos la posibilidad de una vida eterna con Ellos gracias a los méritos y el sacrificio de nuestro Amado y Bendito Salvador Jesucristo.

“El que oye mi palabra…” allí en el Salmo el autor asegura que le ha hecho sabio, que ha llegado a comprender incluso más que sus instructores y más que los sabios doctores que en el “nivel del mundo” son los que más autoridad tienen en el saber. Claro, no podemos comparar a hombres, por muy sabios que sean, con Dios, que es Su creador, pero esto lo decimos desde nuestro entendimiento espiritual, como creyentes, como hijos suyos. Los que no lo son tienen sus propias opiniones y, están fuertemente agarradas a ellas porque… no creen. Decía el escritor José Saramago que él no creía en Dios, pero que si alguna vez se lo encontraba, le iba a decir unas cuantas cosas… ¡pobre José! Él está considerado como un maestro de la literatura y de hecho lo es, recibió el premio Nobel en 1998 y doctorados honoris causa, es un erudito y sus opiniones se toman como importantes y relevantes. Todos esos reconocimientos los ha recibido aquí en la tierra, pero ahora tiene que ponerse de pie ante el Juez que va a juzgar a los vivos y a los muertos y va a escuchar una sola pregunta que va a tirar por tierra todos sus estudios y conocimientos: “¿Dónde está el sabio?”
El problema no lo tiene José Saramago, ni Stephen Hawking, ni ninguno de los más importantes sabios que podamos nombrar, el problema lo tenemos todos los que rechazamos lo que Dios quiere decirnos. Afirman no creer en Dios, o si incluso creen, prefieren pasar de oírlo, y Dios se arma de paciencia e insiste: He preservado Mi Palabra para que llegue hasta hoy, hasta aquí, hasta ti, porque quiero que haya constancia de que estoy ahí, detrás de cada uno de vosotros, para que tengáis vida eterna y no muráis eternamente… si me creéis: “Dios, habiendo hablado en otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo”. “El que oye mi palabra…”

domingo, 11 de marzo de 2012

Conmemoraciones que nos hacen pensar


Hoy ha sido un día de conmemoraciones tristes: hace 1 año del terremoto y el tsunami en Japón y 8 de los atentados contra los trenes de cercanías en Madrid. El 11 de Marzo está marcado por ser una fecha en la que murieron muchas personas, unas a causa de una catástrofe natural, un terremoto que generó en un tsunami y otras debido a un atentado terrorista fruto de no se sabe muy bien qué reivindicaciones islamistas de corte político internacional. Sea como sea, el caso es que en unos pocos minutos, muchas vidas fueron sesgadas violentamente, finalizadas brutalmente, mientras muchas otras fueron testigos de esas muertes en tanto que por sus mentes pasaba ese fugaz pensamiento: “Podría haber sido yo”.
Sin entrar en consideraciones de las causas de esas muertes, no porque no sea importante que lo es, sino porque no es mi deseo ahora hablar sobre eso, lo que sí quiero decir es que esas vidas que han sido interrumpidas bruscamente, muchas de esas víctimas eran jóvenes, podríamos decir que aún les quedaba mucha vida por delante, otros serían de mediana edad, lo que calculamos sobre los cuarenta o los cincuenta y muchos otros, eran personas más mayores, a lo mejor algún anciano, no lo sé, pero, es como si cada uno de estos relojes parados bruscamente estuvieran gritando en el espacio, reivindicando los años de vida que se les ha robado inesperadamente…

80, 90, 100 ¡parecen tantos! Y sin embargo, a medida que los vas viendo desde la perspectiva de la edad, te das cuenta que son muy pocos, aunque bien es verdad que hay muchas personas que ni aún esos pocos quieren vivir porque no desean soportar más lo que les ha tocado 'mal-vivir'. A raíz de estas catástrofes mencionadas sufridas en Japón, a las que tenemos que añadir las terribles consecuencias que destruyeron la central nuclear de Fukushima, el incremento de los suicidios, según comentan en los noticieros, se ha incrementado un 20%. Vidas sesgadas voluntariamente para cortar con los sufrimientos de la triste realidad que a muchos les ha tocado en suerte. Ya Japón es un país que tiene el triste honor de estar entre los cinco primeros del mundo en esta triste estadística. (España está por la mitad de la tabla). Es curioso, y paradójico, el titular que salía en los medios el año pasado: “Los países más felices registran las mayores tasas de suicidios.” Da que pensar…

Dios en Su Palabra nos enseña en varias ocasiones a que seamos conscientes de que nuestra vida es muy breve, aunque a nosotros nos parezca “que nos queda mucha vida por delante”, especialmente cuando lo ves desde la óptica de la juventud. Nuestra vida se compara a la hierba, que florece como la flor del campo que cuando pasa el viento, perece, y su lugar no la vuelve a conocer (Salmo 103:15-16). ¡Qué efímero! ¿Verdad? Da la sensación que solo ha pasado un día. Pero, ¿qué está contrastando aquí este texto, qué nos quiere mostrar? Pues, sencillamente, nuestra pequeñez ante la grandeza del Dios Todopoderoso, Creador del Universo, de la Tierra, del hombre. “Como el padre se compadece de los hijos, así se compadece Jehová de los que le temen. Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo… Pero la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen” (Salmo 103:13-14, 17).
A los hombres no nos gusta en absoluto rebajar nuestra categoría al más bajo nivel del polvo.