domingo, 11 de marzo de 2012

Conmemoraciones que nos hacen pensar


Hoy ha sido un día de conmemoraciones tristes: hace 1 año del terremoto y el tsunami en Japón y 8 de los atentados contra los trenes de cercanías en Madrid. El 11 de Marzo está marcado por ser una fecha en la que murieron muchas personas, unas a causa de una catástrofe natural, un terremoto que generó en un tsunami y otras debido a un atentado terrorista fruto de no se sabe muy bien qué reivindicaciones islamistas de corte político internacional. Sea como sea, el caso es que en unos pocos minutos, muchas vidas fueron sesgadas violentamente, finalizadas brutalmente, mientras muchas otras fueron testigos de esas muertes en tanto que por sus mentes pasaba ese fugaz pensamiento: “Podría haber sido yo”.
Sin entrar en consideraciones de las causas de esas muertes, no porque no sea importante que lo es, sino porque no es mi deseo ahora hablar sobre eso, lo que sí quiero decir es que esas vidas que han sido interrumpidas bruscamente, muchas de esas víctimas eran jóvenes, podríamos decir que aún les quedaba mucha vida por delante, otros serían de mediana edad, lo que calculamos sobre los cuarenta o los cincuenta y muchos otros, eran personas más mayores, a lo mejor algún anciano, no lo sé, pero, es como si cada uno de estos relojes parados bruscamente estuvieran gritando en el espacio, reivindicando los años de vida que se les ha robado inesperadamente…

80, 90, 100 ¡parecen tantos! Y sin embargo, a medida que los vas viendo desde la perspectiva de la edad, te das cuenta que son muy pocos, aunque bien es verdad que hay muchas personas que ni aún esos pocos quieren vivir porque no desean soportar más lo que les ha tocado 'mal-vivir'. A raíz de estas catástrofes mencionadas sufridas en Japón, a las que tenemos que añadir las terribles consecuencias que destruyeron la central nuclear de Fukushima, el incremento de los suicidios, según comentan en los noticieros, se ha incrementado un 20%. Vidas sesgadas voluntariamente para cortar con los sufrimientos de la triste realidad que a muchos les ha tocado en suerte. Ya Japón es un país que tiene el triste honor de estar entre los cinco primeros del mundo en esta triste estadística. (España está por la mitad de la tabla). Es curioso, y paradójico, el titular que salía en los medios el año pasado: “Los países más felices registran las mayores tasas de suicidios.” Da que pensar…

Dios en Su Palabra nos enseña en varias ocasiones a que seamos conscientes de que nuestra vida es muy breve, aunque a nosotros nos parezca “que nos queda mucha vida por delante”, especialmente cuando lo ves desde la óptica de la juventud. Nuestra vida se compara a la hierba, que florece como la flor del campo que cuando pasa el viento, perece, y su lugar no la vuelve a conocer (Salmo 103:15-16). ¡Qué efímero! ¿Verdad? Da la sensación que solo ha pasado un día. Pero, ¿qué está contrastando aquí este texto, qué nos quiere mostrar? Pues, sencillamente, nuestra pequeñez ante la grandeza del Dios Todopoderoso, Creador del Universo, de la Tierra, del hombre. “Como el padre se compadece de los hijos, así se compadece Jehová de los que le temen. Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo… Pero la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen” (Salmo 103:13-14, 17).
A los hombres no nos gusta en absoluto rebajar nuestra categoría al más bajo nivel del polvo.
Precisamente, una de las promesas que incluye la oferta de Satanás para que nos apartemos de Dios es que seremos como dioses, y eso llena nuestro ego, nuestro orgullo, nuestra vana ilusión y... “picamos” ¡quiero eso! Quiero poder, dominio, conocimiento, quiero llenar mi vida de lo que me da el mundo, quiero, quiero, quiero… Eso es lo que decía el rico de la parábola que mencionó Jesús: ¡Acumular, acumular…! Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto ¿para quién será?” Las palabras traducidas como "necio" en la Biblia generalmente designan a una persona "insensata", "ignorante", "sin entendimiento". Y Dios le llama ¡necio! al que dedica su breve vida a acumular riquezas por el hecho de acumular, tal vez pensando que las va a disfrutar durante siglos, como hacían los antiguos faraones que se enterraban en sus tumbas con todos sus tesoros para disfrutar de ellos siglos y siglos…

La hierba se seca, y la flor se marchita; pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre (Isaías 40:8) Para los que creemos y confiamos en Dios estas palabras nos dan seguridad, firmeza, esperanza… Es verdad que nuestras vidas, comparadas a la grandeza y omnipotencia de Dios, son menos que nada, pero también es verdad que Dios ama estas vidas. Cuando el salmista menciona a los que ‘le temen’, no se está refiriendo a personas que estemos temblando de miedo esperando la terrible aparición de Dios, sino a los que reverentemente hemos aprendido, con su ayuda y con el estudio de la Biblia, a reconocer Su grandeza, Su omnipotencia, Su omnisciencia y, a pesar de que nuestra mente no alcanza a medir estos atributos de Dios, sí comprende que nosotros, ante Su santidad, no merecemos absolutamente nada de Él, porque, además, ¡le hemos dado la espalda! Pero, y aún con todo eso, la Biblia nos enseña a amarle reverentemente porque ¡Él nos ha amado primero! No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Pues como la altura de los cielos sobre la tierra, así ha engrandecido su misericordia sobre los que le temen (Sl.103:10-11).

Y como nos ama, nos avisa: “La vida es muy breve. Yo he enviado a Jesús al mundo para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna, y la vida en Cristo es vida abundante, no en riquezas materiales que se van a quedar aquí, sino en riquezas espirituales que nos liberan de la esclavitud del mundo, de sus deseos, del pecado, e, ¡incluso! de la muerte. La vida con Cristo tiene sentido. Y Yo os animo a vivirla.”
¡Enséñanos Señor a contar nuestros días, de tal manera que traigamos al corazón sabiduría! Se trata de emplear sabiamente los días que el Señor nos dé para vivir, no en acumular años sin más. ¡Qué diferencia de ver a un anciano del mundo, sentado en un banco, viendo pasar un día tras otro, como esperando el último día como si fuese una fatalidad, a ver a un anciano creyente, comenzando el día con una sonrisa dando gracias al Señor por su fidelidad, orando, y, en muchos casos, intercediendo por la salvación de otros, o ayudando en los ministerios en la Iglesia o en la Obra Social o evangelizando a los conocidos en el parque! El principio de la sabiduría es el temor a Jehová. Que Él nos enseñe a contar nuestros días con la mirada puesta en la Puerta Celestial, aprovechando el tiempo, porque los días son malos.

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